Implicancias prácticas de la cercanía de Dios

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De la sección “Renovando el Espíritu” del programa “Los años no vienen solos”.

Escuche aquí el programa:

SALMO 145:18: “Cercano está Jehová a todos los que le invocan, A todos los que le invocan de veras.”
SALMO 73:28: “Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; He puesto en Jehová el Señor mi esperanza, Para contar todas tus obras.”

¿Creen que la cercanía de Dios es su mejor bien? Si no es así, están siguiendo una meta que es menos que buena. Moisés fue un hombre que tuvo la relación más íntima con Dios entre todos los israelitas (ver Éxodo 33:11) y aún así, no se sentía satisfecho. Deseaba conocer a Dios aún más íntimamente, estar incluso más cerca de Él (ver Éxodo 33:17-18). Examinemos nuestros corazones para ver si deseamos estar cerca de Él. Si no tenemos el deseo de estar cerca de Él, no debe sorprendernos el no tener anhelo por el cielo. Si no deseamos la cercanía de Dios, nuestros deseos están —al menos— distorsionados.

Asumiendo que desean la cercanía de Dios acerca de la cual nos habla la Biblia, ¿en este momento, sienten la cercanía de Dios? Si no es así, la causa puede ser el pecado. El pecado separa a los hombres de Dios. Puede ser que no esté gozando la cercanía de Dios porque aún se encuentra separado de Dios, separado de Su gracia. En Jesucristo, Dios se acercó a los hombres para revelarse a Sí mismo y para proveer un medio por el cual se puede subsanar el problema del pecado y se puede restablecer la comunión entre Él y los hombres. Él, el Hijo de Dios sin pecado, cargó el castigo del pecado; el castigo por nuestros pecados. Al recibir el don divino del perdón y de la vida eterna en Cristo, puede usted llegar a ser hijo de Dios y disfrutar por toda la eternidad la bendición de estar cerca del corazón de Dios.

Si es usted un genuino creyente en Jesucristo y aún así no siente ‘la cercanía de Dios’, su problema también puede estar enraizado en el pecado. La solución para este problema es simple: arrepentirse. Estas palabras, escritas para la iglesia complaciente y carente de amor de Laodicea, expresan la invitación que ofrece nuestro Señor a todos los que han confiado en Él y se han vuelto fríos, y quizás han crecido separados de Él. Estas palabras son el ofrecimiento de una comunión íntima —la cercanía con Dios— para todos los que se arrepienten y regresan a Cristo como su primer amor:

“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 3:14:22).

A través de los años, muchos cristianos han abrazado falsos estándares para determinar la presencia de Dios en sus vidas. Muchos enseñan que la prueba de la espiritualidad y de la presencia de Dios en sus vidas, es la salud, la riqueza y el éxito. Sin embargo, la Palabra dice que Dios está cerca del corazón quebrantado y no necesariamente cerca de la gente próspera cuyas vidas parecen estar tan ‘bendecidas’.

La presencia de Dios le fue revelada a Elías en un silbo apacible y delicado. Ocasionalmente, Dios puede revelarse a Sí mismo como lo hizo a Moisés en el monte Horeb; pero con mayor frecuencia se nos hace presente como lo hizo a David en el Salmo 119: 145- 151

“Clamé con todo mi corazón; respóndeme, Jehová,
Y guardaré tus estatutos.
A ti clamé; sálvame,
Y guardaré tus testimonios.
Me anticipé al alba, y clamé;
Esperé en tu palabra.
Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche,
Para meditar en tus mandatos.
Oye mi voz conforme a tu misericordia;
Oh Jehová, vivifícame conforme a tu juicio.
Se acercaron a la maldad los que me persiguen;
Se alejaron de tu ley.
Cercano estás tú, oh Jehová,
Y todos tus mandamientos son verdad.”

Se nos presentará en los tiempos difíciles de nuestra vida y en formas que no podemos necesariamente anticipar. Aprendamos a gozarnos en la presencia de Dios en maneras tranquilas, poco pretenciosas, diferentes a lo que podríamos desear —algo dramático y excitante.

Finalmente, la (omni) presencia de Dios debiera inspirarnos a ‘practicar la presencia de Dios’. Qué significa ‘practicar la presencia de Dios’. Es vivir cada día como si Dios estuviera presente —¡y lo está! Recordemos que nuestra conducta, nuestro testimonio y nuestro servicio , siempre están delante de Él, que siempre está presente: 2 Corintios 8:21 “procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres”.

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