Testimonios
14 mayo 2009Juventud sin rumbo, Sociedad sin futuro
21 mayo 2009“Lo espiritual”, por lo tanto, se reduce a sentires, y la guía que supuestamente proviene del Espíritu Santo sale con la expresión, ya clásica e incontestable, lo siento en mi corazón. El corazón, que en las Sagradas Escrituras funge como asiento de la personalidad, pero que tradicional y popularmente es asiento de las emociones (aunque biológicamente no sea ni lo uno ni lo otro), es en este contexto fuente de sentires (o sentimientos) que se toman como guía espiritual autorizada y, muchas veces, incuestionable. Y esto nos lleva al tema de las emociones, y a la necesaria observación acerca de que el emocionalismo es gran protagonista de muchas de nuestras reuniones evangélicas, entre los llamados “renovados”. Comparemos dos textos referidos a liturgia evangélica, a primera vista bastante similares:
1) Mucha excitación y mucha confusión emocional acompañaron el avivamiento. Hubo gritería, risas, raptos, visiones y convulsiones. Algunos de los predicadores y exhortadores laicos deliberadamente estimularon estos fenómenos.
2) Muchas veces la alabanza es hábilmente manejada por especialistas expertos en crear climas altamente emotivos que desembocan en desbordes emocionales a los que pretenden hacer pasar por manifestaciones del Espíritu.
En principio, estos textos son muy similares. En ambos se habla de una gran participación de las emociones (1- confusión emocional, gritos, risas, convulsiones; 2 – climas altamente emotivos, desbordes emocionales); en ambos se vincula ese componente emocional con manifestaciones visibles del Espíritu Santo (1 – se habla de avivamiento; 2 – se habla de pretender hacerlo pasar por manifestación del Espíritu); y en ambos se habla de la presencia de personas que se encargaban de fomentar la exteriorización del referido componente emocional (1 – predicadores y exhortadores laicos que deliberadamente estimularon estos fenómenos; 2 – especialistas expertos en crear climas altamente emotivos).
Sin embargo, ambos textos se refieren a situaciones muy alejadas en el tiempo, en la localización geográfica y en la cultura en que se suscitaron. El primero fue escrito por el historiador eclesiástico Kenneth Scott Latourette, y puede leerse en el tomo II de su obra Historia del Cristianismo, publicado por la Casa Bautista de Publicaciones en 1967, en el capítulo en que habla del despertamiento evangélico habido en las trece colonias británicas de América del Norte durante el siglo XVIII. El segundo texto fue tomado del artículo La alabanza que Dios acepta, escrito por el Pastor Salvador Dellutri, publicado electrónicamente en el sitio web Tierra Firme (www.tierrafirmertm.org/articulo/10/31) en Febrero 2008, y se refiere a la situación de la Iglesia Evangélica en la actualidad.
La similitud de estos textos, descriptivos de la realidad de la liturgia o forma de culto de la Iglesia Evangélica en condiciones tan diferentes, nos permite extraer algunas conclusiones:
a) El relato de lo sucedido en el despertamiento del siglo XVIII nos da la pauta de que el fenómeno del emocionalismo en los cultos cristianos no se remite exclusivamente al pentecostalismo, o la renovación carismática. El movimiento pentecostal nace a principios del siglo XX, y la renovación carismática, extensión de la experiencia vital con el Espíritu propia del pentecostalismo, se desarrolla entre los católicos romanos desde la década del 60 del siglo pasado; movimientos de “renovación” se extendieron también posteriormente entre denominaciones evangélicas no pentecostales.
b) La manifestación externa de “lo espiritual” se confunde fácilmente con la expresión de las tormentas emocionales propias de cada persona, que emergen en el ambiente del avivamiento, en el que múltiples estímulos recurren al mundo de los afectos, provocando la exteriorización de sentimientos, temores, estrés, frustraciones, anhelos, dolores morales, etc.
c) La manifestación espiritual como elemento de sobrenaturalidad es estimulada por profesionales de la religión, en este caso de la religión evangélica, con un doble propósito: por un lado satisfacer el instinto religioso y la avidez por lo fascinante y sobrenatural de algunas personas; por otro lado, incrementar la convocatoria de gente curiosa y hambrienta de experiencias místicas, lo que favorece los ministerios personales de algunos predicadores.
El énfasis en el emocionalismo puede conducir la espiritualidad a lo que podríamos llamar su trivialización.
Trivialización de la espiritualidad
¿Qué queremos decir cuando hablamos de trivialidad? Una definición de diccionario de lo trivial nos dice que es algo común y sabido por todos, vulgarizado, sin importancia ni novedad. Aquí lo usamos para referirnos al proceso de quitar la importancia o trascendencia propia de la espiritualidad como experiencia de Dios. Lo espiritual, en lo congregacional, se reduce a las exteriorizaciones que podamos ver en las reuniones cristianas, cuanto más bulliciosas y extravagantes mejor. Si estas efusivas exteriorizaciones están presentes, en la alabanza, la oración, la predicación, la congregación será una iglesia “caliente”; de lo contrario será “fría”. Estos calificativos no tienen nada que ver con lo expresado por el Señor en Apocalipsis 3:15,16; se refieren a la presencia o no del Espíritu Santo en la iglesia (los términos equivalentes son iglesia “viva” o “muerta”), presencia que se juzga ausente si no se dan dichas manifestaciones visibles.
Esta trivialización alcanza no solo la experiencia espiritual congregacional, sino también la individual, resultando en un compromiso superficial con la vida y el testimonio cristiano personal. La vivencia cristiana corre por cuenta de los afectos y la sensibilidad, transformándose en una búsqueda de “bienestar” interno, antes que una búsqueda de la verdad de la Palabra de Dios y de la presencia del Espíritu realizando su obra en el corazón del creyente. Todo esto nos deja un cristianismo liviano; liviano en doctrina, liviano en testimonio de vida cristiana, liviano en incidencia, repercusión e impacto sobre los grandes temas sociales que inquietan a la opinión pública.
La siguiente observación del Dr. H. O. Wiley nos da una guía en la pertinente y necesaria búsqueda por un saludable equilibrio entre, primero, la exagerada apetencia por las experiencias sobrenaturales y los desbordes emotivos, y, segundo, la frialdad propia de la supremacía de la doctrina teórica exclusiva, y la represión de todo sentimiento, aspectos propios del conservadurismo religioso, que se sitúa en el otro extremo, y que tampoco es deseable: “Digna de alabanza es la espontaneidad resultante de la presencia del Espíritu en una unción refrescante espiritual, pero todo capricho debe quitarse por estar fuera de armonía con la dignidad de un servicio divino”.
Busquemos la presencia del Espíritu Santo, que Cristo Jesús prometió enviar para que esté con nosotros para siempre, y permitamos que Él se mueva con libertad en nuestras vidas y congregaciones, haciéndose su obra “como él quiere” (1 Corintios 12:11).
* El Dr. Alvaro Pandiani es columnista de la programación de Radio Transmundial Uruguay en el espacio “Diálogos a contramano” que se emite los martes, 21:00 a 21:30 hs. en el 610 AM. El presente artículo se desarrolló Sobre la base de la conferencia presentada en el Curso de Sociología Cristiana del Seminario Teológico Bautista del Uruguay – Setiembre 2008. Fue publicado originalmente en www.iglesiaenmarcha.net y cedido a www.rtmuruguay.org por su autor.
1 Comment
Excelente artículo. Muy pero muy importante lo planteado en el último párrafo. Comparto todo lo desarrollado.Dios conoce nuestro interior y debemos seguir su voluntad y su guía.Que sigamos siendo uno en el Señor.
Bendiciones y adelante