El cristianismo y la caída de las civilizaciones III – La Edad Media / Parte 3

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Dos fuerzas internas estaban en actividad, desde mucho antes de otra fecha arbitraria, 1453, año de la caída de Constantinopla ante los turcos otomanos, que para la historia marca el fin de la Edad Media y comienzo de la era moderna. Una de las fuerzas era un proceso de putrefacción, la otra un impulso de renovación. La corrupción reinaba en el centro histórico, emblemático y casi místico de la Iglesia Católica Romana, Roma; recuperada la institución del papado de las inconcebibles profundidades de degradación e inmoralidad en que había caído a fines del primer milenio, por los grandes papas de los siglos XI, XII y XIII, el siglo XIV trajo una nueva declinación. Papas rivales, dos y en una oportunidad hasta tres; pontífices y cardenales manteniendo concubinas en el mismo núcleo del cristianismo, y colocando a sus hijos bastardos, aún a temprana edad, en puestos de influencia e importancia en la iglesia (cardenalatos, obispados, abadías); la corrupción que desbordaba del papado y su corte, y se derramaba por toda la cristiandad, tuvo su trágico corolario en la encarnizada persecución de aquellos miembros de la iglesia que, asqueados de ver pisoteada la sana doctrina (y conducta), levantaron la voz en pro de una reforma (la condena póstuma de J. Wycliff; la muerte de Juan Huss en la hoguera, o de Jerónimo Savonarola en la horca).(8)
La renovación cristaliza en un momento histórico llamado y recordado como el Renacimiento, „un nuevo interés en la literatura, el arte y la ciencia“, surgido en Italia con un movimiento cuyo interés se centraba en el hombre y el mundo presente, diferencia fundamental con el pensamiento medieval, centrado en Dios y la eternidad.

Este movimiento, el humanismo, estaba integrado por pensadores de peso, ninguno de los cuales era miembro del clero religioso, y eran, por contra, escépticos en cuanto a religión e interesados en los textos clásicos griegos y latinos, de contenido pagano. Si bien cuando dicho movimiento traspasó los Alpes, llegando al norte de Europa, las ideas se modificaron por el contacto con el crsitianismo, dando lugar al llamado humanismo cristiano, probable precursor de la Reforma protestante, la actitud original del Renacimiento no era halagueña para la fe.(9) La pudrición venía progresando dentro de la iglesia; la renovación lo hacía por fuera de ella. Cuando los grandes descubrimientos e inventos del siglo XV y principios del XVI cambiaron drásticamente el mundo entonces conocido, trastocando la cultura y abriendo las puertas a una nueva etapa de la civilización, el horizonte no podía ser más negro para el cristianismo.

Sin embargo, la fe cristiana sobrevivió a la disolución de la civilización medieval. Como siguiendo los designios de un plan trazado con mucha antelación, nuevamente la vital energía interior del evangelio produjo formas y caminos que llevaron a la iglesia en su conjunto al siguiente período. Tal como ya dijimos, la forma de humanismo desarrollada en el norte de Europa contribuyó, digamos que indirectamente, a la Reforma protestante, con su purificación de la doctrina, la expurgación de innumerables leyendas y supersticiones acumuladas por siglos, y el regreso a las fuentes del evangelio y la vida cristiana, el Nuevo Testamento. Un efecto de gran magnitud de la Reforma protestante fue un movimiento paralelo de reforma eclesiástica conocido como la Contrarreforma, que quedó dentro de la Iglesia Católica Romana.

La Contrarreforma hizo ingentes esfuerzos por depurar a la iglesia de sus peores vicios y corrupciones, comenzando por su cabeza visible, la institución del papado. Renovó y vigorizó viejas órdenes de predicadores, como los dominicos y franciscanos, y produjo nuevas, destacando entre todas la Sociedad de Jesús. Cuando los viajes y descubrimientos de la época extendieron las fronteras geográficas del mundo conocido en una forma sin precedentes, estas órdenes fueron la punta de lanza de la Iglesia Católica

Romana en la expansión de la forma de cristianismo que esa iglesia entendía como la adecuada. Con una visión misionera que precedió en casi tres siglos a las iglesias protestantes, estos frailes fueron los principales agentes de la extensión de la fe cristiana.

Desaparecida la civilización medieval, pues, la fe iniciada por aquel hombre de Galilea, mil quinientos años antes, floreció y creció, desparramándose por todo el planeta y conquistando tantas naciones, pueblos y etnias como nunca antes.

Y la historia proseguía.

*El Dr, Álvaro Pandiani es columnista de la programación de RTM UY en “Diálogos a Contramano que se emite los martes 21:00 a 21:30 hs. Este escrito es parte del libro “El Magnífico Derrumbe” que fue publicado electrónicamente en la página de Internet de Iglesia en Marcha. Otros capítulos de esta obra fueron discutidos en esta programación al comienzo de la columna con el Dr. Pandiani en el año 2006.

2 Comments

  1. mara dice:

    bueno, pero nesecito informacion de la corrupcion de la iglesia a plena edad media

  2. Ester dice:

    Muy bueno el artículo , acabo de terminar su lectura. Animo a que se siga profundizando y agradezco la inclusión de la Reforma Protestante en la agenda temática a considerar.

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