Para alquilar balcones

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foto_banderaCampaña electoral Uruguay 2009.

Por Alvaro Pandiani

En febrero de este año 2009 decíamos en el artículo París bien vale una misa, publicado originalmente en la página web iglesiaenmarcha.net, que comentamos en la columna Diálogos a Contramano en abril, que la campaña electoral iba a ser “para alquilar balcones”. Desde comienzos del año intentamos acercarnos con una reflexión cristiana al desarrollo de la contienda electoral; hicimos esto en la convicción de su importancia como actividad preparatoria de la participación de todos los ciudadanos en el acto cívico más trascendente de cualquier país democrático: las elecciones nacionales. El acto en el que elegiremos a nuestro presidente y a nuestros representantes en el Parlamento, entendemos, merece nuestra mayor atención, pues en el mismo todos los uruguayos decidiremos, indirectamente, los destinos del país para los próximos cinco años, y quizás más.

Pero además, las elecciones nacionales 2009 configuran, al entender de muchos, un momento decisivo, pues elegiremos entre dos modelos muy diferentes de país, según han expresado los principales actores. Concretamente, más allá de las encuestas de intención de voto, y de aquellas que nos hablan de la aceptación del actual presidente de la república, la elecciones de este año constituyen un verdadero examen final para el Frente Amplio, coalición de izquierda que históricamente estuvo siempre en la oposición, hasta que en el año 2004 le llegó su oportunidad de ser gobierno por el voto de la ciudadanía. Este año, esa misma ciudadanía decidirá si aprueba a esa fuerza política y la mantiene en el gobierno, o si opta por regresar al gobierno de un partido de los llamados “tradicionales”.

Desde nuestra posición como cristianos evangélicos procuramos meditar sobre lo que esta carrera electoral produjo, primero en nuestra comunidad. Observamos la emergencia de grupos denominados cristianos apoyando abiertamente a algunos de los precandidatos presidenciales, y comentamos la medida en que estos grupos, de extracción evangélica, habían comprometido a sus iglesias en la campaña política.

Nos hicimos eco de la declaración del Consejo de Representatividad Evangélica del Uruguay (CREU), que fue muy terminante en recomendar la separación entre la vocación política individual de algunos evangélicos, por un lado, y por otro involucrar a la Iglesia, como cuerpo de creyentes y como institución, en la carrera hacia el poder; e inevitablemente, debimos llamar la atención sobre que, casi simultáneamente, en diversos puntos del país varios grupos evangélicos, líderes e incluso pastores, ignoraban olímpicamente esta recomendación, alineándose públicamente, incluso a través de los medios de comunicación, con candidatos y partidos.

Las respuestas de los oyentes y lectores a estas consideraciones nos permitieron sacar algunas conclusiones, las que también compartimos al aire, en su momento; entre esas conclusiones destaca que la tradicional oposición de los evangélicos a la participación en política partidaria sigue prevaleciendo, por lo que se hace más notable esa cada vez mayor intervención de los líderes y pastores en el apoyo a algunos políticos, como recién subrayamos.

Ahora bien, estas distintas posiciones en todo caso hacen a la interna de los evangélicos y a la discusión, aún no cerrada, acerca de la forma en que deberíamos involucrarnos en las problemáticas sociales de nuestro país; y más concretamente, si esa forma de involucrarnos debe o no incluir tomar parte en partidos políticos, aspirar a cargos de decisión en el gobierno del país, y en caso de alcanzar algunos de esos cargos, actuar desde los mismos.

Más allá de esa discusión interna, también incursionamos en algunos temas concretos; por ejemplo, el de la pobreza, la marginalidad y los magros efectos que, entendemos, puede tener una política social eminentemente asistencialista, que no vaya acompañada por una educación en valores. En realidad, tratándose de valores, desde mucho antes veníamos ofreciendo también una opinión, basada en valores bíblicos, acerca del aborto, la unión concubinaria, la perspectiva de género, todos temas que tienen que ver con la moralidad, y en los que se pretendió legislar desde una posición, justamente anticristiana.

Hoy, a apenas cinco días de las elecciones nacionales, queremos dirigir nuestra mirada a un aspecto de la campaña electoral que cobró relevancia hace unas semanas: los cruces dialécticos entre los dos candidatos con más posibilidades de alcanzar el triunfo, el frenteamplista José Mujica y el nacionalista Luis Alberto Lacalle. Las críticas y acusaciones que se han intercambiado, las descalificaciones y los apelativos utilizados, el tono cáustico y agresivo de muchos de los mensajes de la campaña, en la cual el electorado ha debido ser receptor de las diatribas que cada uno de los candidatos lanzaba contra su oponente en la carrera hacia el poder, hicieron que esta contienda electoral fuera una de las de peor nivel que podamos recordar tras el final de la dictadura. Aparentemente esa chatura alcanzó su cota inferior a fines de setiembre, entrando ya la campaña en la recta final.

Fue en los últimos días del mes pasado que se publicaron resultados de encuestas que, más allá del descenso de la intención de voto para los partidos con mayor chance (Frente Amplio, Partido Nacional), revelaron un resultado que según los especialistas no tiene precedentes: el aumento de los indecisos. En el diario El País del 29 de setiembre pasado se lee: “Es de tan bajo nivel la campaña que mucha gente no sabe qué votará, admitía ayer con resignación un dirigente herrerista” (www.elpais.com.uy/…/campana-negativa-eleva-el-nivel-de-indecisos-a-registros-ineditos). Según esta nota de prensa “la campaña negativa, con cruces polémicos entre los candidatos, explica la situación. Y afirman que se potencia el voto de los indecisos al menos malo” (op. cit.); los politólogos dijeron: “a una buena parte de los indecisos no les gusta uno ni otro, algunos terminarán eligiendo al menos malo. Es una elección a disgusto” (Ignacio Zuasnábar); “se les ha ido la mano en la campaña negativa y el aumento de indecisos sugiere que el electorado está más confundido porque se embarra la cancha” (Fernanda Boidi); “este tipo de calificativos por lo bajo entre Lacalle y Mujica puede terminar favoreciendo más al Partido Colorado y al Partido Independiente” (Juan Carlos Doyenart).

El aumento del número de indecisos alarmó a los candidatos. Sus reacciones aparecieron casi de inmediato; Lacalle anunció “una propuesta por día”, y Mujica pidió “una campaña con altura”. La nota de prensa del diario El País, ya referida, nos informa de un “viraje en la estrategia blanca, hacia una campaña más positiva y menos confrontativa”; la misma nota dice que “El comando del FA concluyó que hay que centrar la campaña en los temas programáticos y no responder las críticas de la oposición”.

Así la situación, a fines de setiembre pasado. Todos podemos estimar la medida en que estas “buenas intenciones”, respecto a darle otro cariz a la campaña, fueron llevadas a la práctica; bastó darle cada día una mirada a la prensa, para comprobar que, junto a un discreto aumento de las propuestas de programa, los cruces, las acusaciones y los descalificativos siguieron volando de un lado al otro.

Tal vez una de las peores consecuencias de tal (bajo) nivel de la campaña electoral que haya que considerar sea el efecto en el discurso de los partidarios, los seguidores de esos hombres que aspiran a dirigir los destinos del país, los votantes en general, los ciudadanos uruguayos. Baste para ejemplo las cosas que se pueden leer en el blog de cada noticia referida a la contienda política, en el medio de prensa cuyo artículo de fecha 29 de setiembre usamos para elaborar esta reflexión: el matutino El País. Más allá de las inclinaciones políticas del medio de prensa en sí, ingresan cada día a dicho blog simpatizantes de todos los partidos, lo cual se evidencia por la posición que toman de inmediato frente a la noticia que se comenta en cada oportunidad, y frente a los comentarios de otros visitantes.

Merecen destacarse a los efectos de esta consideración las expresiones que muchos utilizan para referirse a los candidatos de los que venimos hablando, aquellos con más chance de alcanzar la presidencia, el nacionalista y el frenteamplista. Términos como: borracho, mugriento, corrupto, impresentable, ladrón, cobarde, mentiroso, deliberadamente alternados aquí para no personalizar en uno u en otro de los mencionados, denotan sobre todo el poco respeto que inspira en algunos el candidato del otro partido.

Si extrapolamos esa actitud a la mayoría de los uruguayos que se han interesado en la contienda electoral, por lo que ésta representa para el futuro del país, debemos especular que, una vez instalado el nuevo gobierno, quién sea Presidente de todos los uruguayos carecerá no solo de la aprobación, el apoyo o la adhesión, sino aún del respeto de una gran parte de los uruguayos. Y nos preguntamos si ese poco respeto a los candidatos no tiene como causa el poco respeto que los candidatos con chance de ganar se tuvieron el uno al otro, el poco respeto que al adoptar esa actitud tuvieron para con los electores, y/o el poco respeto tenido directamente hacia muchos uruguayos; por ejemplo, los que tienen viviendas tan humildes como aquella a la que se le llamó “sucucho”, por ejemplo aquellos a quienes se les calificó de “atorrantes”, y aquellos a los que se les recomendó que no fueran “giles”, ni “chorizos”.

A cinco días de las elecciones nacionales, jornada cívica de la que surgirá el nuevo Presidente de los uruguayos, o los dos candidatos que definirán la primera magistratura en el ballotage del 29 de noviembre, hacemos votos para que quién resulte electo como Primer Mandatario asuma con dignidad tal investidura, y pueda elevarse muy por encima de la actual chatura, ganando en respeto y en honra ante los ojos de todos los uruguayos.

Y dado que somos cristianos recordaremos, antes de terminar esta meditación, palabras de la Biblia que también tienen aplicación en el tema que nos ocupa. En Romanos 13:7 se nos recomienda: “Paguen a todos lo que deben: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra”. Como en otra oportunidad comentáramos, también en relación con la actitud a tomar ante políticas adoptadas por las autoridades, decimos: el respeto y la honra, a quienes la merecen. Gobernantes, ciudadanos, el pueblo en general; todos los seres humanos que habitan este pequeño país.

1 Comment

  1. Ester dice:

    Estoy de acuerdo con ésta apretada y reflexiva síntesis que logra recabar lo más importante de los artículos trabajados con antelación desde hace meses.
    dos copetes finales : lo referido a las idas y venidas en los discursos y de público conocimiento. Por otro lado en el último párrafo nuestra posición , clara y contundente.

    Por supuesto que sí !!!! un ámbito de discusión , un comité académico cristiano representativo. La formación de comisiones que discutan diferentes temáticas.A orar …
    Esto me hace recordar salvando las distancias (a finales del siglo XIX) la actividad comprometida de pastores como Thompson, Wood y otros.buenísimo!!!

    En otro orden de cosas orar , sabiendo que Dios pone y quita autoridades , todo está bajo su control .Lo que el permita obra para bien siempre.

    Asimismo solicito (en la medida de lo posible) se incluya en la agenda temática la reflexión sobre la Ley de Caducidad. Se que es un tema complejo pero podría ser tratado.
    Muchas gracias

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