Amar de Lejos – 1era Parte

Comunicadores orales
7 enero 2010
Lo que se viene
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El fantástico escritor ruso Fidor Dostoievski puso en boca de uno de los perversos personajes de “Los Hermanos Karamazov”: “De manera abstracta todavía se puede amar al prójimo, y a veces incluso desde lejos, pero de cerca casi nunca”. Y aunque nos rechina lo que expresa este miserable, debemos reconocer que amar al prójimo en medio de sus miserias puede ser una tarea intolerable. Sentir su hedor físico o el de su alma, ideas tortuosas, carácter podrido o comportamiento que nos saca de las casillas. Admitámoslo: ¡Qué difícil es amar al prójimo! A ese que está a nuestro lado pero es diferente y al cual no queremos acercarnos por miedos y prejuicios, por comodidad y porque es más fácil amarlo a la distancia.

Por ello, es más fácil contribuir con dinero u objetos materiales para una buena causa, que ir y poner el hombro yo mismo en medio de la situación que vive el otro que me causa incomodidad. Le comparto esta historia que recibí de un amigo por correo electrónico y que ilustra la parábola de Jesús en manera por demás clara.

El mal samaritano

En el Seminario Teológico de Princeton, cuarenta estudiantes esperaban su turno para dar un breve sermón de práctica. Con intervalos de quince minutos, los seminaristas iban – uno a uno- hasta otro edificio para dar su charla. En el camino, todos pasaron junto a un hombre que, tirado en un portal, gemía fuertemente. Seis de cada diez seminaristas que pasaron al lado de ese hombre siguieron de largo; ignorándolo.

Veinte de los cuarenta estudiantes, debían hablar en su sermón sobre la parábola del Buen Samaritano, el hombre que ayudó a un extraño a la vera del camino. Pero resultó que quienes habían trabajado sobre dicho pasaje bíblico, no se mostraron -de manera alguna- más dispuestos a ayudar al hombre del portal que aquellos que trataban otros temas.

Probablemente, hay momentos en los que hasta el más altruista de nosotros no se detendría a ayudar al prójimo (por ejemplo, cuando se está corriendo para alcanzar un avión). En el caso de los seminaristas, uno de los principales factores que determinaron si el estudiante se detenía a ayudar o no, era el grado de apuro que llevaba. De los estudiantes que pensaban que estaban llegando tarde para su presentación, sólo uno de cada diez se detuvo; de los que consideraban que tenían tiempo de sobra, seis de cada diez se detuvieron. Pero lo que no tuvo ninguna incidencia en su forma de actuar fue, que en ese preciso momento, estuvieran reflexionando sobre la parábola del Buen Samaritano…

Encrucijadas urbanas

Todos las vivimos diariamente y en lo personal me resultan angustiantes, pues no estoy del todo seguro si intervenir será conveniente o habrá una trampa escondida. El hombre que está tirado boca abajo en la vereda de una calle muy transitada constituye una incógnita para los transeúntes: ¿Es un borracho? ¿Un drogadicto? ¿Estará enfermo? ¿Herido? ¿Será peligroso? ¿Podría tener un cuchillo en el bolsillo? ¿Necesitará ayuda? ¿Debo ayudarlo, ignorarlo, o avisar a un policía? ¿Alguien le ayudará?…

El estudio del Buen Samaritano o del Buen Prójimo que compartimos arriba, fue parte de los ensayos llevados a cabo por un grupo de psicólogos para descubrir cuándo una persona ayuda a otra que se encuentra en una situación apremiante. Explican que “todos estos ensayos tenían un elemento en común: las personas estudiadas eran siempre tomados por sorpresa. Estaban, en ese momento, involucrados en otra situación, en otro “marco referencial”: en camino a alguna cita u otra circunstancia de su vida cotidiana. Su encuentro con la persona que de pronto necesitaba ayuda, los enfrentaba con un desafío a su propio marco referencial. Ayudar a alguien requiere dejar de hacer lo que uno está haciendo, abandonar por un momento su marco referencial, para reemplazarlo por otro.”

Quizás el factor principal que determina si la gente ayuda o no ayuda, esté constituido por el conglomerado de marcos referenciales que el sociólogo George Simmel denominó “trance urbano”: Un estado de aislamiento en el que caen los habitantes de la gran ciudad, como adaptación necesaria frente al trajín y bullicio que los rodea.

“El trance urbano otorga la capacidad de proteger, al individuo que lo posee, de aquellos hechos que desviarían su atención e implicarían una urgencia. En la mayoría de los casos, esa protección implica más beneficios que costos: podemos prestar total atención a lo que nos interesa, sin que nos distraiga el bullicio del mundo que nos rodea. Pero, tal como lo demuestran los “Malos Samaritanos” o mejor dicho “los malos prójimos”, esta protección tiene un costo social, ¿cuántos quedan al margen de la vida y simplemente los miramos y seguimos de largo? ¿Hasta donde llega nuestra responsabilidad por el que está tirado sin poder valerse por si mismo? No hablamos aquí de los vivos, sino de los que realmente sufren y no pueden hacer nada por estar imposibilitados.”

¿Qué opina usted?

Lic. Esteban D. Larrosa

RTM Uruguay

3 Comments

  1. Ester dice:

    No se si es el lugar que corresponde pero se habla en el artículo acerca del amor.
    Me parece pertinente tengamos en cuenta la situación en Haití , no sólo lo referido a la CCE sino a la comunidad toda. La situación en aquel lugar ya era complicada y difícil , aún hoy más , mucho más.
    Me pregunto que institución nucleadora de distintas instituciones de la CCE puede convocar a:
    orar unidos, tener la guía del Señor y por formas de apoyo,
    levantar fondos materiales tal vez por medio de bonos colaboración(material médico, ropa, herramientas, medicamentos, alimentos, etc)
    tal vez apoyar a algún grupo de la CCE u otro que de éste paísito parta a apoyar las ayudas humanitarias.

    Estamos en Uruguay, todo es más difícil pero ¿Hay algo imposible para Dios?

  2. Ester dice:

    Frente a lo expresado en el primer párrafo lo cual es una realidad en nuestros días h evivido lo siguiente: dificil es amar al prójimo cuando se dan las características señaladas. Con los años , con la madurez uno (si está en oración y meditando en la Palabra) va creciendo y algo que me lo dio Dios son fuerzas , vivir que tb. aqui Dios dice no te dejaré ni te desampararé. Con acciones adecuadas en el momento adecuado y con paciencia se logra mucho. Falta mucha educación en relación a éstos temas profundos. Pensemos, esa persona ¿tuvo quien la educara?, ¿qué padres tuvo?. Dios nos dará la estrategia necesaria y con amabilidad y una sonrisa acercarnos directa o indirectamente. Ahora bien estamos pensando desde nuestro lugar pero hemos pensado cómo nos ve la persona necesitada? No será que tb. nosotros debemos cambiar por amor al prójimo. Mi madre recordaba las palabras de su madre espiritual una misionera neozelandesa: “tuve que cambiar por amor la prójimo,yo era distante , parca, poco sociable.2 Puso esto en oración y al final comenzaron los cambios, “No te dejaré ni te desampararé”. Cada uno es como es pero no nos escudemos en eso para la ayuda. Tb. nosotros un día podemos estar en ese lugar.

  3. Ester dice:

    Comparto los planteos realizados.
    Todos o casi todos corremos de un lado a otro por nuestras profesiones, por nuestros estudios lo cual es lícito.
    Ahora bien existen múltiples formas de ayudar: unos con acciones visibles y concretas otros de forma no visibles (espiritualmente y materialmente) . Dentro y fuera de la CCE hay distintas formas de mirar por nuestro prójimo. Sí, hay situaciones en las que cuesta demostrar el amor y ponerlo en práctica. Confieso que he aprendido a amar incluso a mis enemigos fue un aprendizaje duro pero en Cristo se logra.
    Lo que plantea Simmel me hace acordar a lo que el antropólogo Marc Augè palntea acerca de los “no lugares”. Y en este caso pienso que lugar ocupa en nuestra vida nuestro prójimo, ese hediondo , ese que censuramos porque piensa distinto, ese que enjuiciamos convirtiéndonos en competidores de Dios. Sigo pensando

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