La Esperanza Cristiana

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La Esperanza CristianaEn estos tiempos contradictorios donde todo queda consumido por el consumo, es buena cosa recordar dónde reside nuestra esperanza. El Pastor Salvador Dellutri nos ayuda a reflexionar en el motor de la vida humana que es la esperanza. ¿Dónde la colocamos?

Por: Salvador Dellutri.

Albert Camus, el existencialista francés galardonado con el Premio Nóbel, escribía: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías, vienen a continuación. Se trata de juegos, primeramente hay que  responder”.

Camus penetra con agudeza en la raíz del problema humano y lo plantea con brutalidad, pero tiene la virtud de sacudirnos del sopor, ubicarnos en la realidad y obligarnos a ver nuestro problema fundamental: ¿Que sentido tiene la vida?  ¿Vale la pena vivirla?

Si la analizamos tal como lo proponía el Sabio del Eclesiastés, mirando solo lo que está debajo del sol, tenemos que concluir como decía Blas Pascal que por buena que haya sido la comedia el último acto será sangriento y caeremos en el nihilismo y la desesperación.

Varias veces la humanidad llegó al borde del abismo nihilista y es pertinente que rememoremos una de esas ocasiones.

Pax Romana

Hace 2000 años los romanos eran dueños del Mediterráneo. Sus naves dominaban el espacio marítimo y las extensas carreteras, que ellos mismos construían, hacia que sus legiones se desplazaran hacia todos los confines para mantener la paz.

Sin embargo el germen de la desesperanza y el descreimiento comenzó a infectar el cuerpo social. Un noble mandó colocar como epitafio sobre su tumba la siguiente inscripción: “Viajero, párate para leer: en el Hades no hay barca, ni barquero Caronte… Todos nosotros los muertos, nos hemos convertido en huesos y cenizas y nada más. Todo es inútil… he vuelto a ser lo que era cuando no era”.

Dentro de su desesperación buscaban un camino de salida. Primero importaron todo tipo de creencias exóticas desde el oriente y finalmente endiosaron al mismo emperador.

Will Durand observa con acierto que “La divinización de los emperadores no revelaba cuanta consideración sentían las clases altas por los emperadores, sino que poca cosa eran sus dioses”.

Pero todo era en vano: La desesperanza, como la espada de Damocles, pendía sobre la cabeza de la sociedad y amenazaba con acabar con su poderío.

Fue dentro de ese clima que irrumpieron los cristianos. Venían desde los confines del imperio y sus seguidores pertenecían a las clases más bajas. Los romanos los miraban con desprecio, desestimaban su doctrina y se burlaban de ellos.

Lejos estaban de comprender que esos hombres tenían una fuerza que a ellos les faltaba: Tenían esperanza. Una esperanza por la cual estaban dispuestos a entregar su propia vida.

El imperio se derrumbó bajo el empuje de los bárbaros, hoy forma parte de la historia. Pero la fe cristiana siguió imperturbable su marcha hasta el presente con su mensaje de fe y esperanza.

Estas circunstancias tienen una enorme semejanza con nuestra realidad. También nuestra sociedad está atravesando una crisis moral y espiritual, y se apropia de cualquier oferta espiritual. Las religiones orientales, el esoterismo, el ocultismo, la astrología y todas las mancias proliferan por nuestro presente. Son tantas, tan dispares y se renuevan con tanta frecuencia que  lo único que hacen es evidenciar la desorientación en que nos encontramos.

Por eso creo necesario que analicemos nuevamente la esencia del mensaje cristiano sobre la esperanza.

Prisioneros de la Esperanza

¿Qué es para un cristiano la esperanza? ¿Es una forma optimista de ver la vida?

Le preguntaron a Chesterton que era un optimista. Respondió: Un optimista es un imbécil que siempre se siente feliz, y un pesimista es un imbécil que siempre se siente desgraciado.

La agudeza de Chesterton ponía en descubierto una realidad: Que tanto el optimismo como el pesimismo no tienen consistencia si no están sostenidos y basados en la realidad. Hay situaciones en que podemos ser optimistas y tener esperanza, y  otras en que debemos enfrentar el fracaso y la frustración. No podemos ser optimistas o pesimistas en forma permanente, porque sería alienarnos de la realidad.

La esperanza cristiana es directa heredera de la fe hebrea. Los hebreos desde sus orígenes concibieron a la historia como una línea progresiva que desembocaría finalmente en el Mesías. La esperanza mesiánica era el motor que impulsaba al pueblo y le daba sentido a su historia. Aún en medio de sus más grandes crisis se sostenían por la esperanza que tenían puesta en el Enviado de Dios que finalmente irrumpiría en la historia para su redención.

Esa Esperanza toma su verdadera dimensión cuando Jesucristo entra en la historia. Los ciento veinte galileos que en Pentecostés por primera vez confrontaron a su sociedad con el mensaje cristiano de la resurrección carecían de la formación académica de los religiosos judíos, carecían de la sutileza de los griegos y de la aceitada organización de los romanos. Pero conmovieron al mundo porque predicaban la Esperanza.

La continuidad entre la esperanza hebrea y la cristiana la remarca claramente San Pablo ante el tribunal del rey Agripa cuando dice:

Y ahora me han traído a juicio precisamente por esta esperanza que tengo en la promesa que Dios hizo a nuestros antepasados. Nuestras doce tribus de Israel esperan ver el cumplimiento de esta promesa, y por eso adoran a Dios y le sirven día y noche. Por esta misma esperanza, oh rey Agripa, los judíos me acusan ahora. ¿Por qué no creen ustedes que Dios resucita a los muertos?

¿Pero dónde está la fuerza de la esperanza cristiana? ¿En qué se diferencia de las esperanzas humanistas?

La fuerza de la esperanza cristiana se cifra en dos características.

1. La esperanza cristiana es trascendente.

Nos es la mera expectación que tiene como límite la vida (“Mientras hay vida hay esperanza”) sino que trasciende el límite de la muerte para internarse en la eternidad. Le da al hombre una respuesta que va más allá de su existencia terrena.

San Pablo decía: Si nuestra esperanza es que Cristo nos ayude solamente en esta vida, no hay nadie más digno de lástima que nosotros.

Esa trascendencia hace que el cristiano pueda tener una fortaleza especial ante la adversidad, porque la fe cristiana no es, como algunos pretenden, una fórmula mágica para eludir los sufrimientos y penurias del presente, sino la convicción que templa el carácter y capacita para aceptar la adversidad.

¿Cómo explicar un hecho tan insólito como el de Juan Sebastián Bach? Tuvo una existencia signada por el dolor, durante su vida murió su primera esposa sin que pudiera darle el último adiós y perdió a dieciséis de sus veinte hijos. Sin embargo dejó una página tan inspiradora como “Jesús, alegría del hombre”. Es que el genial músico tenía una esperanza que iba más allá de la contingencia, por dolorosa que fuera, tenía una esperanza trascendente.

2. La esperanza cristiana es movilizadora.

Franz Kafka cuenta una historia extraña y singular. Un hombre llega hasta la puerta que da acceso a la Ley, símbolo del supremo bien y la felicidad. Allí lo detiene un omnipotente y burocrático portero que lo hace sentarse y esperar.

Espera durante años, hasta que cae en la cuenta que nadie más que él quiso acceder por esa puerta. Decide interrogar al portero quién le informa: Esa puerta estaba preparada solamente para ti, ahora voy a cerrarla. Y la cierra.

¿Era la omnipotencia de la burocracia la que impedía que el sujeto penetrara por la puerta? From dice que no, que era la confusión que el sujeto tenía entre esperar y tener esperanza. El que espera lo hace pasivamente, pero el que tiene esperanza se moviliza, acciona, se activa.

La Esperanza cristiana es una esperanza movilizadora, que no permite que el hombre se estacione en el fatalismo, sino que lo empuja a accionar, a ser un participante activo de su propia vida, a trasmitir la Esperanza a otros.

En estos conflictivos tiempos que nos toca vivir es necesario que tener presente todos los días que la esperanza cristiana es trascendente y movilizadora.

Pablo Picasso, profundamente impresionado por el bombardeo a Guernica, un pueblo de campesinos arrasado por las bombas, pintó un cuadro gigantesco que refleja la sinrazón de la violencia.

Un caballo y un toro dominan la escena. Picasso, remiso a explicar sus obras, hizo una excepción en este caso y dijo que el caballo simbolizaba al pueblo, trabajadores nobles pero indefensos, y el toro la brutalidad de la embestida bélica.

Acompañando a estas figuras está una madre desesperada sosteniendo a su hijo muerto en los brazos y en el extremo opuesto tres mujeres poseídas por la angustia en clara alusión a la Piedad y las tres Marías. Para Picasso el drama de la cruz, la brutalidad desatada sobre los inocentes, se repetía.

En el centro del cuadro, tal como en las obras medievales, hay un  ojo gigantesco observándolo todo. Pero no es el ojo de Dios. Es una bombilla eléctrica que preside e ilumina la tragedia.

Es una obra reveladora, que muestra en pleno siglo veinte, la subsistencia de la brutalidad, la injusticia, la violencia y la muerte y  refleja el dolor, la angustia y la impotencia de las víctimas. Pero deja un vacío en lo trascendente.

La sensación que tenemos ante la obra de Picasso es que al Dios eterno del pasado lo ha reemplazado la tecnología. Una tecnología que no puede evitar él desborde de la violencia, pero que no deja ningún lugar a la esperanza.

Comenzamos el siglo veintiuno con muchos problemas, pero eso no ha evitado que se siga reverenciando al materialismo. Parece que este capitalismo salvaje que nos gobierna quiere repetir la historia del Rey Nabucodonosor de Babilonia. Nabucodonosor queriendo mostrar su poderío mandó erigir en un inmenso predio una gigantesca estatua de oro y mandó a sus súbditos que cuando una monstruosa orquesta que daba el marco solemne a la celebración comenzara a tocar, todos se inclinaran ante la estatua de oro, bajo pena de muerte.

Cientos de miles de esclavos y libres se congregaron en el lugar y al recibir la orden se inclinaron ante ella.

Solo tres hombres se quedaron en pie resistiendo la adoración al poderío económico de Nabucodonosor.

¿Cómo emular a esos tres hombres solitarios que pudieron abstenerse de la fascinación del oro?

Esos tres hombres tenían fe y una esperanza trascendente y movilizadora. Ellos sabían anticipadamente lo que seis siglos más tarde enseñaría Jesucristo, que la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.

En estos momentos la sociedad vuelve a levantar la estatua de oro y  a demandar adoración.

Que la esperanza cristiana, trascendente y movilizadora, nos haga permanecer de pie como testimonio de que hay otro camino y nosotros estamos dispuestos a transitarlo.

Salvador Dellutri

3 Comments

  1. Rosario dice:

    Qúe tema más excelente Ps. Dellutri; todas las vceces que viene al Perú usted nos deja grandes enseñanzas que nos sirve en El Camino donde transitamos los cristianos.Me pone las barbas en remojo lo siguiente que ha escrito:”San Pablo decía: Si nuestra esperanza es que Cristo nos ayude solamente en esta vida, no hay nadie más digno de lástima que nosotros.

    Esa trascendencia hace que el cristiano pueda tener una fortaleza especial ante la adversidad, porque la fe cristiana no es, como algunos pretenden, una fórmula mágica para eludir los sufrimientos y penurias del presente, sino la convicción que templa el carácter y capacita para aceptar la adversidad.”—¿ Por qué nos cuesta participar d elos sufrimientos de Cristo?—¿ Será por qué no vemos que es un privilegio participar d eellos juntamente con Cristo?—¿ O será más bien que hemos estado alimentándonos de un evangelio Ligth?—¿ Será la apostasía reinante que ha memramdo nuestro amor?–

  2. roque dice:

    Bendiciones y gracias por estos comentarios tanclaros y entendibles, estoy totalmente de acuerdo en todo y vaya si la comparación es valedera, el emperador de hoy dia es el materialismo y tiene como mano derecha el consumismo. gracias a DIOS que nos dejó toda la enseñanza en las escrituras para mantenernos firmes y no dejarnos arrastrar por el sistema mundano comandado por el dios de este siglo. salutaciones y adelante.Un hijo de DIOS

  3. Ester dice:

    Claro que si, hay otro camino sin igual y maravilloso. Amén

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