“A través de la Biblia”
30 junio 2011“A través de la Biblia”
1 julio 2011Continuamos hoy con esta temática a la que hemos denominado El lado oscuro, referida al mundo espiritual revelado por la Biblia, en el que pululan seres malignos, espíritus o demonios. A partir de hoy lo haremos observando y comentando una producción cinematográfica relativamente reciente sobre el tema. Nos referimos a El Rito.
Siempre me llamó la atención que un país con trasfondo religioso históricamente protestante o evangélico, como es Estados Unidos, país en el que se mueve la industria cinematográfica más poderosa y popular de occidente (y quizás del mundo), la mayoría de las veces que esa industria recurre a temas religiosos con base cristiana, lo haga ambientando sus historias (de ficción, o supuestamente basadas en hechos reales) en el marco de la Iglesia Católica Romana. Por supuesto que esto tiene algunas excepciones, y resulta interesante ver cómo cuando los personajes de las historias son pastores protestantes (con familia), las traducciones al español, hechas en países donde el catolicismo romano sí es fuerte, y alguna vez fue oficial, ponen “sacerdote” en vez de “pastor”; y así escuchamos, o leemos, acerca de sacerdotes con esposa e hijos, lo que rechina y suena incongruente. Esa preponderancia de la presencia en la pantalla, cuando la temática lo requiere, de la Iglesia Católica Romana, puede deberse al lugar que dicha forma de cristianismo se ha ganado en la sociedad norteamericana; también porque procuren activamente influenciar en la industria del cine para que su Iglesia figure, o porque la estructura eclesiástica y algunas características de sus representantes sirvan más a los intereses de quienes cuentan historias en la pantalla, para entretenimiento de la gente. En todo caso, sirva esta observación inicial a modo de introducción, para un comentario sobre el tema de la película mencionada; película proveniente de los Estados Unidos, que cuenta con la presencia de un gran actor como es Anthony Hopkins, y que tomando como marco la Iglesia Católica Romana y lo que mencionábamos de la misma, su infraestructura, las características particulares de sus representantes, pero también y sobre todo sus doctrinas, sus creencias y prácticas, incursiona en esa a la vez fascinante y macabra temática de la posesión demoníaca, y los esfuerzos realizados por los ministros de Dios para liberar a las víctimas del diablo.
El tema sobrenatural es sumamente recurrido por la industria del entretenimiento, y el cine no es la excepción. Generalmente, la presencia de lo sobrenatural en las historias de ficción encuadra dichas historias en los géneros de suspenso y terror; vampiros, hombres lobo, fantasmas, espíritus, demonios, y otro tipo de entidades sobrenaturales aparecen en la pantalla sobre todo para molestar, asustar, aterrorizar, herir o matar a los personajes que tienen la desdicha de encontrarse con ellos. Son comparativamente pocas las historias de ficción en las cuales el eje del relato es la aparición de ángeles, de Cristo o del mismo Dios (o de seres sobrenaturales de otras religiones), con el fin de traer un bien o un beneficio concreto a los seres humanos. En todo caso, las fuerzas sobrenaturales del bien aparecen esporádicamente, o al final, para ayudar en el desenlace del combate contra el mal. Como casi siempre (no siempre) las fuerzas del bien triunfan sobre las del mal, podríamos pensar que tales historias (cuentos, novelas, películas) nos dejan un mensaje positivo. No obstante, la preponderancia y carácter multiforme de las manifestaciones del mal en las historias de ficción deja la impresión de que los autores y realizadores procuran explotar no solo la fascinación innata por lo sobrenatural que hay en muchas personas, sino también excitar su morbosidad; la misma que excitan los realizadores de historias en las cuales, no seres sobrenaturales, sino asesinos y psicópatas secuestran y torturan personas inocentes.
En el caso concreto de los demonios, su presencia ha dejado un reguero de gritos, locura y sangre en múltiples producciones de todo tipo y distinta calidad. Pero en algunas ocasiones el tema de la existencia de las fuerzas del mal, su carácter personal, su inteligencia superior a la humana, su casi incomprensible maldad, sus interacciones con los seres humanos, y particularmente el daño mental, espiritual y físico que sufren aquellos que son poseídos por estos seres, ha recibido un tratamiento por autores y realizadores cinematográficos, que se ha aproximado a los lineamientos que la Biblia y la historia y doctrina cristiana nos muestran sobre el mundo sobrenatural maligno.
Como ya hablamos en las dos entregas anteriores, la cosmología bíblica nos habla de ese gran opositor y enemigo de Dios llamado Satanás, personificación de toda la maldad que pueda concebirse exista en el universo, y quién cuenta con innumerable espíritus malignos a su servicio para llevar adelante su odio contra Dios, descargando su malignidad sobre los seres humanos, amados por Dios pese a sus pecados, y a quienes se les ofrece la salvación en Jesucristo. Como muchas otras doctrinas, gestadas en el Antiguo Testamento y cuya revelación se completa en el Nuevo Testamento, la demonología apenas tiene forma antes de los tiempos de Cristo. En el Antiguo Testamento se menciona a Satanás como adversario de Israel, en cuanto pueblo de Dios, a los demonios como seres que moran en los desiertos inhabitados, y poca cosa más (un caso de exorcismo en el libro de Tobías, apócrifo del Antiguo Testamento que los cristianos evangélicos no consideramos Palabra inspirada de Dios). La posesión demoníaca como tal aparece, ya observamos que casi eclosiona en el Nuevo Testamento, fundamentalmente en los evangelios. Esto recibe interpretación teológica como la manifestación de una gran oposición satánica a la obra de Jesús de Nazaret, a quién el diablo conocía como el Hijo de Dios venido en carne humana. Después de los evangelios, el libro de los Hechos de los Apóstoles, registro histórico de los primeros treinta años de vida de la Iglesia Cristiana, menciona algunos casos de posesión demoníaca, solventados rápidamente por los seguidores de Jesús: Felipe en Samaria (“de muchos que tenían espíritus impuros, salían estos lanzando gritos”; Hechos 8:7); y fundamentalmente Pablo, a quién vemos liberando de un espíritu a una joven esclava de Filipos en el nombre de Jesucristo (Hechos 16:18), y de quién se nos dice que cuando los pañuelos o delantales que habían tocado su cuerpo eran llevados a los sufrientes, además de ser sanados los enfermos, “los espíritus malos salían” (Hechos 19:12). En ese mismo capítulo 19 de Hechos encontramos el caso, que comentamos en parte hace dos semanas, de unos “exorcistas ambulantes”, es decir, probablemente personas que se ganaban la vida yendo de un lado a otro para expulsar demonios y espíritus de quienes parecían estar poseídos. Hoy en relación al abordaje concreto del tema que estamos llevando adelante, vamos a decir algo más de ese incidente.
Estos exorcistas ambulantes no eran cristianos, sino judíos, judíos no convertidos al cristianismo. El relato de Lucas prosigue diciendo que estos exorcistas ambulantes comenzaron a invocar el nombre de Jesús sobre los poseídos por espíritus; siete de ellos, hijos de un sacerdote judío llamado Esceva, encontraron la horma de su zapato al pretender practicar el conjuro sobre un hombre que estaba endemoniado en serio. Luego de decir: “A Jesús conozco y sé quién es Pablo, pero vosotros, ¿quiénes sois?” (19:15), el individuo demostró fuerza sobrehumana, atacándolos y poniéndolos en fuga, lastimados y con la ropa destrozada. La existencia de estos exorcistas ambulantes judíos es evidencia que el exorcismo no es una práctica de invención cristiana, sino que se hacía ya desde antes, y no solo por los judíos, sino también por magos y adivinos paganos. En línea con la anterioridad de esta práctica del exorcismo por los judíos está la afirmación de Jesús dirigida a los fariseos, registrada en Mateo 12:27: “si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos?”. Más importante aún, merece volver a recalcarse, este caso es un ejemplo clásico de la trascendencia que tiene la autenticidad de la fe y lo genuino de la consagración a Dios, desde lo profundo del corazón, por sobre el cumplimiento de un ritual, con la mención de tal palabra o tal nombre, por más estricto que dicho cumplimiento sea. Estos pretendidos exorcistas, más que tener fe en Jesús, incorporaron el nombre de Él a los conjuros mágicos que practicaban, creyendo que así como para Pablo era efectivo, lo sería para ellos. El resultado fue desastroso.
De hecho, si nosotros miramos el Nuevo Testamento, no hay en ningún lugar la descripción de un ritual fijo a seguir para expulsar demonios de las personas; la única salvedad podría ser lo dicho por Jesús en Marcos 9:29, luego de expulsar un demonio de un joven, que sus discípulos no habían podido expulsar: “Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno” (si a eso le agregamos que en varios manuscritos antiguos del evangelio según Marcos no aparece “ayuno”, nos quedaríamos solo con la oración; pero también, una oración sin una forma fija preestablecida). Con su sencillez habitual, Jesús dijo: “en mi nombre echarán fuera demonios” (Marcos 16:17), y eso se cumplió cabalmente así, como comentamos en el caso de Pablo y la esclava en Filipos.
En la Iglesia Primitiva (no la del Nuevo Testamento, sino la del período posterior a los apóstoles), existía el oficio de exorcista como una orden menor, antes de acceder al pastorado, así como hoy en día en la Iglesia Católica Romana “la orden es conservada como peldaño para llegar al sacerdocio” (Toon Peter. Exorcismo. En Diccionario de Historia de la Iglesia. Editorial Caribe; Nashville, TN; 1989. Pág. 431). Los cristianos evangélicos no utilizamos los términos “exorcismo” y “exorcista”, que siguen utilizando los católicos, sino que llamamos “ministerio de liberación” a la práctica de expulsar demonios de las personas poseídas. Pero en esencia es lo mismo, si bien puede variar la forma de hacerlo; es decir, lo diferente es cómo se practica “el rito”. Esto merece destacarse, porque esta película sobre la posesión demoníaca y los medios utilizados para la liberación de los poseídos, estelarizada por Anthony Hopkins y enmarcada en los usos, rituales y dogmas de la Iglesia Católica Romana, se llama justamente “El Rito”. Si buscamos sinónimos de la palabra “rito”, aparecen términos como ceremonia, culto, liturgia y protocolo, y también práctica, uso, costumbre y hábito; pero también aparecen otros tales como automatismo, inercia, rutina y hasta vicio. Merece destacarse, porque aunque cuando nos hablan de “rito” religioso, los evangélicos pensamos en la Iglesia Católica Romana, también nosotros tenemos rituales para algunas cosas, bien que mucho menos elaborados; y en el tema que nos ocupa, asimismo ha habido quienes procuraron marcar una forma prefijada de llevar adelante el “ministerio de liberación”, alejándose de aquella sencillez original que nos dejara Jesús en el Nuevo Testamento.
Hasta ahora nos hemos concentrado en repasar someramente aspectos de ese oficio que la Iglesia Cristiana ha tenido desde sus inicios, el exorcismo; oficio cuyo objetivo es la expulsión de los demonios que poseen a algunos seres humanos, sometiéndolos a sufrimiento constante e imposibilitándoles gozar de los beneficios de la obra de Cristo, en cuanto a perdón de pecados, salvación eterna y vida plena en el tiempo presente. Ese oficio del exorcismo o liberación ha pasado por períodos de quietismo, en el tiempo y en diferentes lugares, aún en congregaciones o iglesias locales. Quietismo motivado por no parecer necesario, dada la ausencia de manifestaciones sospechosas de posesión demoníaca, o por el intelectualismo imperante en algunas sectores de la Iglesia, que ha conducido en los tiempos modernos a interpretar los antiguos síntomas de posesión demoníaca como evidencias de trastornos psiquiátricos, llevando a que tales personas terminen recluidas en instituciones de salud mental. Probablemente, el enfrentamiento de opiniones acerca de si los aparentes trastornos sugestivos de posesión demoníaca son provocados por una entidad espiritual maligna, o por una perturbación mental (debate que también aparece en la película), nunca pase de una discusión bizantina. ¿Por qué? Porque enfrenta por un lado a la ciencia médica, concretamente a las ciencias de la salud mental, que se basan sobre todo en postulados y teorías fruto de la observación, difíciles de probar objetivamente, y por el otro a la fe, la teología y la interpretación de la Biblia, que se basan en doctrina espiritual también muy difícil de probar “científicamente”, y en hechos supuestamente sobrenaturales, pero que se prestan a diversas interpretaciones. No nos interesa entrar ahora en tal discusión bizantina. Sí continuaremos con nuestro comentario del exorcismo cristiano, y de la película “El Rito”, en nuestra próxima entrega del ciclo.
* Dr. Alvaro Pandiani: Columnista de la programación de RTM en el espacio “Diálogos a Contramano” que se emite los días martes, 21:00 hs. por el 610 AM. Además, es escritor, médico internista y profesor universitario. El material de este artículo fue adaptado del artículo Entre el terror y la fe: El Rito, publicado en iglesiaenmarcha.net en marzo de 2011)
2 Comments
Creo que el Dr. Pandiani debería abordar lo que el denomina “discusión bizantina” e intentar poner un poco de luz a la dualidad existente entre posesión demoníaca y enfermedad psiquiatrica. Es muy importante echar luz sobre este aspecto porque siempre ha ocurrido que “a a río revuelto ganancia de pescador”. Se deben poner las cosas en su lugar y dejar bien en claro al auditorio que cosa se cataloga como posesión demoníaca y que cosa entra en la categoría de enfermedad psiquiatrica. Soy de los que viven pensando que la ciencia tiene altísimos puntos de contacto con nuestra fé, y que en el futuro (cada vez más próximo) veremos que en realidad lo que existe es un falso antagonismo que beneficia a algunos pocos y perjudica a muchos.
Mi comentario sobre el articulo escrito por el Dr. pandiani es positivo, coincidente con el enfoque quje el realiza, subrayando la gran confusion existente entre el comun de la gente entre los rituales exorcistas y las iglesias pentecostales que realizan cultos de liberacion donde hablan con el propio demonio y hasta le formulan preguntas. Que siga escribiendo , lo seguiremos leyendo porque arroja luz entre los creyentes tambien.