El lado oscuro – 4

“A través de la Biblia”
7 julio 2011
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El Rito

Por: Dr. Álvaro Pandiani

Seguimos con nuestro comentario sobre el rito del exorcismo, la película El Rito, y una visión evangélica del tema. No deja de resultar interesante que algunos autores refieran los casos en que fue necesario practicar un exorcismo a la actividad de misioneros trabajando en países no tradicionalmente cristianos: “existen muchos testimonios de misioneros acerca de la posesión demoníaca, atribuible a cultos paganos” (Vila, S; Santamaría D. Exorcismo. Enciclopedia Ilustrada de Historia de la Iglesia. Editorial Clie; Barcelona, 1979; Pág. 322). En realidad, hoy por hoy, uno no debe irse a un país no tradicionalmente cristiano para encontrar personas con síntomas atribuibles a posesión demoníaca; esto es fruto quizás de la posmoderna combinación de abandono de la fe y espiritualidad cristiana, y apertura a otras formas de espiritualidad, no cristianas. En los países de nuestra región el auge de las religiones afrobrasileñas, así como las prácticas de adivinación y brujería, en las últimas décadas han alimentado un caudal de personas que al entrar en las iglesias cristianas manifiestan síntomas compatibles con posesión demoníaca. Quizás cabe reiterar que así como el oficio de exorcismo o liberación ha tenido sus períodos de quietismo, lo recién expuesto ha favorecido un auge que reiteradamente derivó en abuso, en pretender expulsar demonios que no estaban donde se los buscaba, y también en pretender jugar con fuerzas sobrenaturales malignas cuya dimensión de maldad y poder es poco comprendido, con consecuencias insospechadas; esto ha sucedido, por supuesto, entre cristianos evangélicos, y ya lo hemos señalado. Ahora bien, ese auge de manifestaciones de posesión demoníaca mencionado en los países de nuestra región, no es simplemente un fenómeno “tercermundista”. El Dr. Kurt Koch, teólogo y evangelista alemán, en su libro Ocultismo y cura de almas, publicado en la década del sesenta del siglo 20, nos habla de múltiples casos de influencia espiritual y posesión demoníaca en personas que habían estado en contacto con magia, adivinación y brujería, vistos en sus campañas evangelísticas realizadas en Alemania y Suiza.

Si los “hechos reales” en los que se basa la película El Rito son efectivamente reales, lo que tenemos es a un seminarista, no ordenado aún sacerdote, que es enviado desde los Estados Unidos al Vaticano para realizar el curso de exorcismo; y según lo que nos cuentan los realizadores al finalizar la película, ese seminarista ya ordenado sacerdote, continúa ejerciendo su ministerio espiritual en una parroquia de la ciudad de Chicago, y su maestro en el asunto de expulsar demonios, el padre Lucas (personificado por Anthony Hopkins), lo sigue haciendo aún en Florencia, Italia. Para muestra, un par de botones. El fenómeno de la posesión demoníaca, bien que predominante allí donde los seres humanos están sumidos en la oscuridad espiritual de los cultos paganos, como decían hace algunas décadas los autores españoles citados, es tan ubicuo como la presencia del mismo Satanás, quién según la Biblia no es omnipresente como Dios, pero sí es capaz de “rodear la tierra y andar por ella” (Job 1:7).

La película comienza citando palabras del difunto papa Juan Pablo II acerca de la realidad actual de la actividad de Satanás como agente personal del mal. Y con esto los realizadores nos envían un mensaje ambiguo; el texto del papa Juan Pablo II, ¿tiene como finalidad comunicarnos cuál es la posición, opinión o creencia de quienes hicieron la película, respecto a lo que nos van a mostrar? ¿O está allí simplemente para ubicarnos en el contexto de la película, su temática y el marco en el que se desarrolla,la Iglesia Católica? A priori, parece más probable esto último, dada la pérdida generalizada de fe en la religión cristiana que caracteriza a occidente. El propio Anthony Hopkins dijo en una entrevista que la película no tiene intención de generar un debate sobre la existencia de Dios o el diablo. Sin embargo, una historia de ficción no deja de trasmitir un mensaje, quiéralo o no su realizador; pese a lo que diga el actor el debate se instala, en muchos lugares y de diferentes maneras. Pero el mensaje que trasmite la película es claro: existe Dios, también existe el diablo, y el bien triunfa sobre el mal.

Esta dualidad, el bien y el mal, se manifiesta también en otros aspectos en El Rito: fe y escepticismo, religión y ciencia. El joven protagonista ingresa al seminario para escapar de la única otra opción de futuro que su familia admitía: ser sepulturero. Brillante estudiante pero sin vocación, cuando está por ser ordenado sacerdote sufre una crisis de fe y pretende abandonarlo todo. Entonces su párroco y profesor le propone ir a Roma a tomar el curso de exorcismo. Una vez en Roma, su escepticismo acerca de la real existencia del diablo y los demonios, de los que le hablan con naturalidad en el curso, y sus argumentos a favor de explicaciones racionales para los casos que la Iglesia interpreta como posesión demoníaca, hacen que su profesor lo derive al padre Lucas, un anciano sacerdote y exorcista inveterado. Junto al padre Lucas, el escéptico seminarista presenciará el ritual de exorcismo practicado con una adolescente de dieciséis años embarazada, aparentemente de su propio padre (si no entendí mal). El padre Lucas, con métodos poco ortodoxos, también ayuda a un niño con tendencias suicidas y obsesión conla muerte. El escepticismo del seminarista se manifiesta en la forma pertinaz como explica los diferentes síntomas que presentan los supuestamente endemoniados, insistiendo en que lo que necesitan no es un exorcista sino un psiquiatra. El viejo sacerdote no pierde tiempo en argumentaciones, y basa la realidad de aquello con lo que trata en hechos, hechos sobrenaturales inexplicables que van minando progresivamente la seguridad del seminarista (desde el conocimiento sobrenatural de hechos y personas por parte de los poseídos, hasta una escalofriante conversación telefónica del protagonista con su propio padre, horas después de la muerte de éste). El final es previsible: el protagonista se convence de la realidad de la existencia del diablo como ser personal, y eso le conduce a creer en Dios; con su fe recién nacida, derrota al mal en la peor de las batallas, el exorcismo del propio padre Lucas, poseído por un feroz demonio, cuando éste está a punto de destruirlo física y espiritualmente.

Hay que agradecer a los realizadores que no hayan castigado a los espectadores con una de esas vueltas de tuerca de último momento, muy al estilo Hollywood, enviando un coletazo final en el sentido que en realidad el mal sigue ahí, y por lo tanto el bien no ha triunfado nada. Porque si bien en la cosmología bíblica el mal sigue presente, y el triunfo de Dios sobre Satanás se dará al final de los tiempos, esto es una película, nos muestra una historia en particular, y el final de esta historia particular es positivo: el bien triunfa. Tal vez para ceñirse a los “hechos reales” en los que se basa; aunque no es raro que los realizadores cinematográficos “interpreten” o “adapten” hechos reales para llevarlos a la pantalla, en este caso y pese a alguna muerte que hay, promediando la acción, el final es “feliz”.

Desde nuestro punto de vista cristiano, algunas cosas merecen comentarse. Una de ellas es la actitud del padre Lucas, en varias de sus charlas con el seminarista escéptico. Cuestionado reiteradamente acerca de si nunca vacila o piensa si lo que hace no es correcto, el personaje de Hopkins confiesa abiertamente sus dudas, e incluso relata sus fracasos; particularmente uno, acabado en la muerte del poseído, cuyo recuerdo le atormenta. Esta actitud de humilde incertidumbre, que podría ser apresuradamente catalogada como falta de fe, contrasta con el gesto arrogante de megalomanía espiritual, con pretensión de plenitud de fe o llenura del Espíritu Santo, con que en la vida real se nos presentan algunos predicadores y ministros de Dios. Cabría reflexionar sobre eso.

Otro aspecto a destacar, ya viniendo a lo que se nos muestra específicamente como parte del rito de exorcismo, es demandar el nombre de la entidad espiritual que está poseyendo al individuo. Según la doctrina manejada en el filme, conocer el verdadero nombre del demonio otorgaría al exorcista poder sobre el mismo. De hecho, el momento en que el feroz demonio que posee al padre Lucas es forzado a decir su verdadero nombre es uno de los más impresionantes y escalofriantes de la película. Másallá de eso, si nosotros miramos el Nuevo Testamento no hay un claro apoyo bíblico para esto. El único pasaje que podría invocarse como respaldo de esta parte del ritual es el del endemoniado gadareno, en el cual Jesús demanda saber el nombre del demonio (Lucas 8:30); sin embargo, la respuesta que surge del hombre: “Legión”, más que un nombre propio es una alusión a la cantidad de entidades espirituales que lo habían poseído. Según Everett Harrison, “en la antigüedad se consideraba que el nombre de una persona o de una deidad poseía un poder especial que podía dar el dominio sobre esa persona si el nombre se usaba de modo adecuado” (Comentario Bíblico Moody. Editorial Portavoz; 1995. Pág. 223). A la luz de esto último, entonces, esta parte podría interpretarse como la infiltración de una creencia pagana antigua, en un ritual cristiano. Esto no pasaría de ser una curiosidad para nosotros, sino fuera porque en los diferentes movimientos evangelísticos en los que se practica el “ministerio de liberación”, así como en algunos se instruye a los obreros cristianos que ejercerán esta tarea a no entrar en diálogos con las entidades espirituales que enfrentarán, en otros se les enseña a demandar el nombre del espíritu (visto y oído personalmente). Huelgan comentarios.

Una consideración final para lo que constituye la vuelta de tuerca inesperada, casi al final de la película, y que ya mencionamos. El padre Lucas, el experimentado exorcista, es poseído por un demonio; el que liberaba a otros, finalmente necesita ser liberado. Esto es lo que nos hace dudar de que todo esto esté basado en hechos reales. No lo sobrenatural, en lo que creemos y sabemos cierto, pues somos cristianos y conocemos la verdadde Cristo y elmundo espiritual que nos revela la Biblia; pero sí la forma en que esto es tratado. ¿Puede suceder esto así? A ver, los evangélicos, olvidemos por un momento que el personaje de la película es un sacerdote católico, y pensemos en términos generales desde la fe: el exorcista, ¿es un verdadero siervo de Dios, lleno de la presencia de Cristo? Si lo es, ¿puede un demonio entrar en él y dominarlo? Si no lo es, ¿cómo podía expulsar otros demonios? Cuando Jesús fue acusado de echar fuera demonios por el poder de Beelzebú, respondió que si Satanás echa fuera a Satanás, su reino está dividido y no puede permanecer (Mateo 12:26); con esto lo que dijo fue que solo por el poder de Dios podían ser expulsados los demonios. ¿Puede alguien lleno del poder de Dios, a tal punto que en el nombre de Cristo ejerce autoridad sobre seres espirituales más poderosos que el hombre, ser poseído por uno de esos seres espirituales malignos? Esta pregunta puede expresarse en otra manera más resumida: ¿es el diablo más fuerte que Dios?

Estas preguntas son las interrogantes cruciales que esta película contiene para los creyentes. A nosotros no nos interesan ni la calidad de las actuaciones, ni la pericia del director, ni el vestuario, el maquillaje o la música; tampoco nos interesa si ganará en los Globos de Oro, o en la entrega de los premios Oscar. El triunfo final del bien, representado por el regreso a la normalidad del padre Lucas, no nos exonera de observar la contradicción que hay en la posesión demoníaca de un servidor de Dios. Un verdadero siervo de Dios, un auténtico hijo de Dios, redimido por la preciosa sangre de Cristo, lleno del Espíritu Santo, que anda en fe y obediencia a la Palabra de Dios, ¿puede ser poseído por el demonio?

La respuesta la buscamos en la propia Biblia. Yen 1 Juan5:18 encontramos que el apóstol escribió: “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, pues aquel que fue engendrado por Dios lo guarda, y el maligno no lo toca”. La respuesta es un enorme y resonante no. Los cristianos no podemos ser tocados por el maligno, Satanás o alguno de sus esbirros, pues Cristo es quién nos guarda. El Rito nos muestra una cosa, pero la realidad para aquellos que viven su fe en Jesús cada día, procurando ser fieles a su Palabra, es otra muy diferente.

¿Quiere usted no temer al diablo, los demonios, los espíritus malignos, y toda fuerza de las tinieblas que se nombra en este mundo? Haga como nosotros; refúgiese, por la fe, junto a Jesucristo.

* Dr. Alvaro Pandiani: Columnista de la programación de RTM en el espacio “Diálogos a Contramano” que se emite los días martes, 21:00 hs. por el 610 AM. Además, es escritor, médico internista y profesor universitario. El material de este artículo fue adaptado del artículo Entre el terror y la fe: El Rito, publicado en iglesiaenmarcha.net en marzo de 2011)

2 Comments

  1. Sembrador dice:

    Depende, Cynthia.
    ¿Son cristianos convertidos, redimidos por la sangre de Jesús, llenos del Espíritu Santo? Entonces, ¿de qué los liberan?
    Perdón que me meta a opinar, es lo que saco en conclusión del tema.
    Saludos.

  2. cynthia ferrari dice:

    en mi iglesia hacen liberacion a los que ya son parte de la iglesia,entonces eso no se hace?

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