Hasta de fútbol hablamos – 2

“A través de la Biblia”
10 agosto 2011
“A través de la Biblia”
11 agosto 2011

Por: Dr. Álvaro Pandiani.

Hace solo dieciséis días de la gran final de la Copa América, en la que nuestro país volvió a ganar el torneo continental de fútbol más importante de las Américas, luego de dieciséis años de sequía en cuanto a títulos internacionales. Solo un poco más de dos semanas. Generalmente esta clase de campeonatos breves, al igual que el Mundial, se viven intensamente mientras están en desarrollo, y una vez finalizados todo sigue su curso y la competencia parece quedar rápidamente atrás. Sin embargo, en el caso de esta Copa América no parece que eso vaya a ser así, por lo menos para los uruguayos. La razón es simple: Uruguay es Campeón de América; Uruguay es el país que más veces ha ganado el torneo continental; Uruguay es el país más laureado del mundo en su continente (es decir, el que más veces ha ganado la Copa de la Confederación de Fútbol a la que pertenece). No es poca cosa. Jugadores, y no solo quienes integraron la selección, más aún dirigentes del fútbol uruguayo, pero sobre todo los periodistas deportivos del Uruguay, siguen insistiendo en mencionar, destacar, analizar y proyectar hacia el futuro lo logrado en Argentina 2011. La Copa América sigue presente para los uruguayos, y seguramente lo seguirá por mucho tiempo; y la prensa deportiva tendrá una parte fundamental en que el logro de este torneo esté permanentemente presente para todo el pueblo futbolero (como ejemplo de esto podemos citar el cambio de slogan de una emisora de AM de Montevideo, la cual pasó de ser “la radio deportiva del Uruguay”, a ser, desde hace dos semanas, “la deportiva del Uruguay Campeón de América”).

Es que, por virtud de esa misma prensa deportiva, el Mundial de Sudáfrica 2010 y el cuarto puesto logrado allí por Uruguay, siguen muy presentes; para loas o para críticas, para elogiar lo alcanzado o para afirmar despectivamente que cuartos puestos no se deberían festejar, Sudáfrica 2010 sigue allí. Y en los días de julio en que se estaba desarrollando la Copa América, el Mundial del año pasado estuvo en la mente y la memoria de todos los aficionados, hinchas y fanáticos de “la celeste”, virtualmente comprometiendo a esta selección a un rol protagónico, a un papel de “favorito” en el torneo jugado en Argentina. Ya el año pasado, una vez finalizado el Mundial, algunos periodistas deportivos habían mencionado al aire la responsabilidad que le cabía a Uruguay en la competencia continental de América, luego de obtener el cuarto puesto en el Sudáfrica. Lo bueno para la afición futbolera uruguaya es que Uruguay cumplió, trayéndose la Copa a casa.

En julio del año pasado, luego del Mundial, también un poco más de dos semanas después de finalizado el torneo, abordamos el tema del fútbol, cuando hasta de fútbol hablamos. Y no lo hicimos como comentaristas o entendidos en el deporte en sí, o en los negocios y transacciones que se mueven detrás del mismo. Lo hicimos para acercarnos al fenómeno que lo hecho por nuestra selección de fútbol en Sudáfrica provocó en la gente; para arrimarnos al entusiasmo, a la alegría y a la locura, la hermosa locura que embargó a los uruguayos en aquellos días. Y en julio de este año, al ver que el entusiasmo, la alegría, la ilusión y esa bella locura vividas en aquellos días habían regresado, al ver de nuevo las banderas, las caras pintadas y los festejos emocionados, sobre todo luego de la victoria sobre Argentina el 16 de julio, fecha emblemática para el fútbol uruguayo, y ni qué decir luego de la final frente a Paraguay, creímos pertinente volver a aproximarnos a este fenómeno social tan explosivo y conmovedor. Y también lo creímos pertinente porque no solo nos acercamos a la sublime locura y los emotivos festejos del Uruguay Campeón de América 2011; participamos de ellos. Por eso, parece oportuno dedicar la columna de hoy a comentar varios aspectos destacables de este momento muy particular de la selección uruguaya campeona de América, y del efecto que el triunfo de la celeste tuvo en todos.

Otra vez tenemos que destacar la unidad generada entre los uruguayos cuando juega la selección de futbol. La celeste amalgamó a los uruguayos, decíamos hace un año; y ese fenómeno se repitió durante esta Copa América. El juego de la selección genera una unión que no pueden lograr otros eventos deportivos, incluso en el fútbol, ni mucho menos otros aspectos de nuestra realidad, como la política o la religión. En realidad, este no es un fenómeno que haya comenzado en 2010; siempre que la celeste ha competido, ha tenido a casi todo el país detrás. Pero cada vez que Uruguay resultaba rápidamente eliminado, esa unidad terminaba pronto. En Sudáfrica 2010 y en Argentina 2011, la unión generada por el juego de la celeste se prolongó hasta el final del torneo. Con una mirada algo crítica, fruto de la objetividad que regresa luego del descenso del pico emocional que a todos nos suspende, podemos hacer algunas apreciaciones sobre esta unidad generada por el juego de la celeste. En primer lugar, es circunstancial, fugaz, efímera; dura lo que dura el campeonato, y en caso de ganarse, algunos días más, y necesariamente cede cuando se debe volver a mirar adelante, hacia los problemas y desafíos cotidianos, personales, sociales y nacionales, que todos debemos enfrentar como personas y como ciudadanos, y que son más importantes que el espectáculo del fútbol, pese a lo futboleros que somos los uruguayos. Además, es una unidad emotiva, centrada en el entusiasmo del aliento y la felicidad del festejo cuando se gana; como toda respuesta emocional, es intensa, disfrutable y pasajera, y no apropiada por supuesto para plantear cambios profundos de las realidades sociales a mediano y largo plazo. Prueba de eso es lo sucedido el gran día del festejo en el Estadio Centenario; en la fiesta por el triunfo de la celeste, en medio de la alegría de todos, no faltaron los inadaptados que causaron daños en nuestro máximo escenario deportivo.

Tampoco podemos dejar de repetir algo planteado hace un año, en relación a cómo movilizó la sensibilidad popular el juego de la celeste, la cual, por usar el lenguaje habitual, a fuerza de garra, coraje y dejar todo en la cancha, ganó y ganó hasta meterse en las semifinales del Mundial. En ese momento dijimos que la gente se había “enamorado” de la selección. Durante la Copa América, y pese a los traspiés iniciales, se pudo comprobar que ese amor por esta selección continúa. Merecen destacarse algunos comentarios de aficionados en relación al interés y el entusiasmo que el juego de esta selección despertó, aún en personas habitualmente indiferentes al fútbol. En el blog de una nota del diario El País de julio pasado (durante la Copa América), un lector confesaba no tener un particular interés por el fútbol, hasta que la celeste jugó en Sudáfrica 2010; entonces, cuenta, le había sucedido algo con el fútbol de la selección que describe muy gráficamente diciendo “me enfermé”. Otro lector, éste en el blog del artículo “Uruguay que no ni no”, el cual publicamos en iglesiaenmarcha.net la misma noche de la final de la Copa América (estando, yo también, algo arrebatado por el fervor futbolero), decía: “que belleza la celeste!!!!! No sé exactamente qué es, pero se siente muy bien de verdad. El fútbol nos puede!!!! Vi gente que ni ahí con el fútbol, pero la celeste juega y ahhhhhhhhhhhhhh la emoción aflora”. Esta “enfermedad” por el fútbol de la celeste, que es amor, alegría y felicidad cuando gana, es bronca, tristeza y dolor cuando pierde; y es esperanza y anhelo de gloria siempre proyectados hacia el futuro; es inspiración de músicos y poetas del pueblo, y prueba de ello es la gran cantidad de canciones dedicadas a la celeste. Es también tema de conversación obligado en las charlas, no solo de hombres, en todos los ambientes, aunque sin uniformizar las opiniones; antes bien, encuentra en el desacuerdo y el debate la vía de salida para la pasión contenida que despierta el deporte.

Inolvidables fueron las portadas de los diarios, no solo la mañana siguiente a la final, sino también la mañana del domingo 17 de julio, al día siguiente de eliminar a Argentina por penales. Todo era festejo en esas enormes fotos de los jugadores celestes celebrando el triunfo, tras el partido con los clásicos rivales del otro lado del río. Como si ni en Uruguay ni en el mundo hubiera sucedido nada más importante. Así somos. ¿Es el fútbol tan importante por sí mismo, como espectáculo y como deporte? ¿O es también una válvula de escape frente a otros problemas, ausentes de las portadas de los diarios ese día, problemas no tan fácil ni rápidamente solucionables? Casi con certeza podríamos decir que, en parte, sí es una válvula de escape, que este año trajo la alegría de la coronación como campeón de América para Uruguay. Y no vamos a hacer juicios de valor sobre esto; simplemente, no creemos que corresponda hacerlos.

Además de todo lo dicho, asimismo hay que hablar de otro aspecto trascendente en relación a esta selección uruguaya: los valores. Los tan mentados valores, repetidos hasta el cansancio por jugadores y cuerpo técnico primero, luego por los periodistas, y después por la gente; esos valores que desde Sudáfrica 2010 vienen destacándose en este grupo humano: humildad, solidaridad, amistad; anteponer los intereses del colectivo a los individuales (es decir, ausencia de egoísmo); la entrega, el sacrificio, el dejar todo en la cancha (es decir, el esfuerzo y el tesón en el trabajo). No podemos dejar de resaltar algo que, para nosotros al menos, salta a la vista: son valores cristianos. Tal vez esto no sea voluntario, y una persona como el maestro Tabárez, director técnico de la selección uruguaya, procure comunicar a sus jugadores los valores tradicionales conocidos por él como los mejores y más adecuados para construir una sociedad civilizada, pacífica y solidaria. Pero es innegable que los mencionados son valores de la cultura cristiana tradicional.

Esto es sumamente interesante para nosotros, desde el momento que nos muestra cómo estos valores siguen siendo apreciados por nuestra gente. Se tiene en alta estima a la persona humilde, solidaria, no egoísta, sacrificada, que pone todo su esfuerzo en la obtención de un bien para la comunidad. Ahora bien, nosotros realmente no necesitamos que un equipo de fútbol profesional nos demuestre que tales valores, que reafirmamos son valores cristianos, siguen presentes en nuestra sociedad; pero sí es positivo que el enorme fenómeno mediático generado por esta selección nos muestre estos valores, al tiempo que nos muestra que los mismos siguen considerándose mejores. Y lo contrario, los antivalores, se muestran como algo negativo, no recomendable, un antiejemplo, el modelo de conducta a no seguir. Inclusive, el director técnico de la selección habló en una conferencia de prensa de estos mismos valores que caracterizan a esta selección, y su expectativa (¿objetivo?) de que los mismos se propaguen, de modo de tener una mejor sociedad. Esto implicaría, entonces, que el tan mentado proceso que el maestro Tabárez y su equipo están llevando adelante con la selección uruguaya de fútbol, apunta a la sociedad toda. Reuniendo lo que se dice, se habla, se comenta y escucha acerca del proyecto que cristalizó en el cuarto puesto en Sudáfrica 2010 y en la obtención de la Copa América, y dándole un orden coherente, quedaría algo como lo siguiente: Uruguay es conocido en el mundo por el fútbol, o preponderantemente por su fútbol; el fútbol uruguayo entró en un proceso; en ese proceso son incluidos, no los “amigos”, como sucedía en otros tiempos y no hace tanto, sino aquellos que hacen las cosas bien; aquellos que hacen las cosas bien serán los referentes de la sociedad (los “ídolos”, los “héroes”); como parte del proceso, se imparten valores a esos referentes, actuales o futuros, con el fin de permear la sociedad con tales valores.

Y llegados a este punto nos preguntamos: permear la sociedad con valores, ¿no es también nuestro objetivo? Con valores a los que nosotros llamamos valores cristianos, sin tapujos y reconociendo su fundamento en la Biblia como Palabra de Dios; con valores como los mencionados, y otros tales como la pureza, la honestidad, la fidelidad, la fe. Entonces, también nos preguntamos, respecto a este suceso de la selección de fútbol, a este increíble momento de la celeste, y las increíbles emociones que nos hicieron vivir hace menos de un mes, en Argentina 2011, pero también respecto a las sorprendentes aspiraciones y objetivos del proceso tan nombrado e invocado por los dirigentes, ¿qué hacemos? Las opciones son dos: nos distanciamos, criticando desde lejos; o participamos del mismo, como aficionados y como hinchas, pero también como ciudadanos y como cristianos; como parte de ese esfuerzo por impregnar a nuestra sociedad con valores que la rescaten de su actual declive y decadencia.

* Dr. Álvaro Pandiani: Columnista de la programación de RTM en el espacio “Diálogos a Contramano” que se emite los días martes, 21:00 hs. por el 610 AM. Además, es escritor, médico internista y profesor universitario.

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