“A través de la Biblia”
16 agosto 2011El que guarda… ¿Siempre tiene?
16 agosto 2011Por segundo año consecutivo, la selección de futbol regaló a los uruguayos un motivo para la alegría y la celebración y la reacción popular no se hizo esperar, en un pueblo nostálgico de repetir la hazaña de Maracaná. Los logros en Sudáfrica 2010 y Copa América 2011 dieron pie a la algarabía, la euforia, festejos, cánticos y el uso masivo de la bandera nacional, movilizando a casi toda la sociedad.
Ricos y pobres, jóvenes y adultos, corearon de modo unánime “soy celeste”, afirmando así una identidad compartida con los ganadores.
En Psicología denominamos “identificación” al proceso mediante el cual un individuo asimila atributos de otro y tiende a representar el papel de ese otro. Así puede interpretarse la conducta de sentirnos ganadores, apropiándonos del logro obtenido por nuestros jugadores y festejar como si el triunfo fuera obtenido por nosotros mismos.
El proceso de identificarse con otros es natural a la especie humana, ya que de hecho en la infancia construimos nuestra personalidad mediante una serie de identificaciones con nuestros padres, maestros u otros referentes adultos (hermanos mayores, tíos, abuelos u otra persona que nos genere admiración).
Es como si en el ser humano estuviera subyacente la necesidad innata de modelos exitosos para la vida, para construir nuestra identidad.
La inmensa mayoría de los uruguayos –al identificarse con el triunfo de nuestra selección- satisfizo la necesidad de sentirse vencedor.
Pero el logro obtenido por nuestra selección tuvo su secreto: se obtuvo en base a valores como el trabajo, sacrificio, disciplina y espíritu de equipo. Según su director técnico, para el grupo de jugadores la recompensa estuvo en el proceso, más que en el resultado.
¿Nos identificamos los uruguayos también con tales valores?
¿Nos enorgullecemos al sacrificarnos, trabajar, disciplinarnos y actuar mancomunadamente?
A juzgar por los problemas sociales que tenemos –cárceles saturadas, avance incesante de la venta y consumo de drogas, jóvenes que no estudian ni trabajan-, tales valores parecen estar en retroceso.
Nuestro Presidente de la República afirmó que esta sociedad estaría fallando en la trasmisión de valores a las nuevas generaciones.
Una encuesta juvenil reciente pareció confirmarlo, al dar cuenta que algunos jóvenes expresaron que escogerían para su futuro ser narcotraficantes.
Sin dudas, tales jóvenes no hallaron en su entorno otros modelos consistentes que encarnaran mejores valores. Y los adultos no supimos proponerles otra alternativa de vida convincente.
Quizá la mayoría de estos chicos estuvieron en los festejos por la victoria futbolera uruguaya, pues en su fracaso de vida habrán querido sentirse por un momento ganadores.
Pero los héroes de la gesta futbolística emigran a los pocos días de finalizar el campeonato, y los ciudadanos quedamos huérfanos de modelos victoriosos para enfrentar el día a día.
A veces los padres, los educadores o los líderes políticos fracasan como modelos de éxito creíble, pues no llegan a vivir de modo consistente con lo que dicen creer.
El apóstol Pablo habló de Jesucristo como el hombre perfecto (La Biblia – Efesios 4:13), quien encarnó los valores supremos para la vida humana. Sufrió y murió por ellos y conquistó para nosotros la victoria sobre nuestros enemigos implacables –el pecado, la enfermedad y la muerte- y en breve cosechará el premio por la batalla que libró. Todo ser creado se inclinará a rendirle homenaje (Filipenses 2:10).
Cristo nos ofrece apropiarnos de su victoria, transferirnos su poder e identificarnos con Él para vivir cada día vidas de éxito y no de fracaso.
Cualquiera que se hace amigo de Él, reconciliándose así con Dios, se convierte en un vencedor sobre cada circunstancia de vida que le toque vivir.
Cristo es el modelo de vida, líder victorioso y salvador que quizá tú estés hoy buscando.
* Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 hs.