Por: Dr. Álvaro Pandiani*
Retomamos hoy este tema de la tolerancia dentro de la religión, y más concretamente, de parte de los cristianos. En la entrega previa terminábamos diciendo que comentaríamos un ejemplo actual de intolerancia, y eso vamos a hacer ahora. El ejemplo viene en una noticia publicada en la prensa escrita de Montevideo hace tres meses, titulada: Brasileños marchan por “intolerancia religiosa” (www.elpais.com.uy/…/brasilenos-marchan-por-intolerancia-religiosa-… -).
En esta nota, cuyo subtítulo es: “Protesta. Católicos denuncian persecución de evangelistas”, se informa que el domingo 18 de setiembre pasado miles de personas pertenecientes fundamentalmente a cultos afrobrasileños marcharon en la playa de Copacabana para denunciar la persecución propiciada por los evangélicos. En dicha marcha, siempre según el artículo de prensa, habrían estado presentes también católicos, judíos, musulmanes, espiritistas, baha`i, hare krishna y hasta “protestantes”. Según las declaraciones de un antropólogo de la Universidad Federal de Río de Janeiro, citadas en la nota, “las iglesias evangélicas proliferan entre los más pobres y demonizan los cultos de origen africano con el objetivo de ganar adeptos”. Un poco más adelante se lee: “Los organizadores afirman que con el crecimiento de estas iglesias, la intolerancia ha aumentado contra las religiones de origen africano”. Y claro, a uno no le gusta leer tal cosa. Uno es cristiano evangélico, y ha leído algo de historia eclesiástica; sabe que si hay una confesión dentro del cristianismo que ha perseguido, y perseguido a muerte, es la Iglesia Católica Romana, Inquisición y cosas por el estilo mediante. Y que aún hoy, en diversos países de Latinoamérica, creyentes evangélicos continúan quejándose de la persecución llevada adelante por el catolicismo romano; una persecución ya no oficial y haciendo uso del poder civil, una persecución más solapada, no tan truculenta y brutal como en siglos anteriores, pero persecución al fin. Recordando los sufrimientos que debieron apurar nuestros hermanos protestantes en los primeros siglos de la Reforma a manos de los católicos, uno puede tender a creer, ingenuamente, que los evangélicos somos todos redimidos, nacidos de nuevo, llenos de amor y paciencia, que damos pacíficamente la mejilla a nuestros enemigos, como mandó Jesús. Por eso noticias como estas perturban; y avergüenzan. Y preocupan, cuando leemos cosas como las siguientes: “En los últimos años, varios lugares de culto afrobrasileño fueron saqueados y sus dirigentes atacados, así como en 1995 un video sorprendió al país con más católicos en el mundo en el que aparecía un pastor que gritaba y le daba patadas a una estatua de la Virgen.”.
Sin embargo los libros de historia, incluso los escritos por historiadores evangélicos honestos, nos dicen que los protestantes, cuando tuvieron el poder civil, también fueron intolerantes y procedieron contra los disidentes. Es imposible, en este contexto, no recordar que uno de los grandes adalides de la Reforma Protestante del siglo 16, Juan Calvino, condenó a muerte en la hoguera al médico español Miguel Serveto por negar la Trinidad. Y aunque leamos a continuación que “la principal congregación evangélica es la de la Iglesia Universal del Reino de Dios, que posee radios, televisoras y un influyente partido político”, eso no implica que sacudamos la cabeza, sintiéndonos exculpados y diciendo: “ah, son los pare de sufrir; pero esos no son evangélicos, no tienen nada que ver con nosotros, este periodista no sabe de lo que escribe, mete todo en la misma bolsa”. Porque si bien es verdad que el periodista mete todo en la misma bolsa, y nos emparenta con la Iglesia Universal del Reino de Dios, respecto a la cual los principales líderes evangélicos uruguayos hace varios años que emitieron un comunicado a la población deslindando todo vínculo, y responsabilidad por sus actividades, el artículo dice la principal congregación evangélica es… Tal parece que otras congregaciones, iglesias o ministerios evangélicos también están en el asunto. A decir verdad, lo de que los evangélicos “demonizan” los cultos africanos no nos debe sonar tan exótico a los evangélicos uruguayos, pues acá sucede lo mismo. Tal vez alguno dirá que los cultos africanos se demonizan solos, por sus prácticas de magia, incluyendo magia negra, su politeísmo e idolatría al adorar dioses traídos del África no cristiana, y su invocación, contacto e incorporación de espíritus; y quizás otro agregará que varios de estos puntos son perfectamente aplicables a los otros cultos mencionados en el artículo que comentamos. Pero la cuestión aquí es que estamos en una época en la cual no está bien visto ni es políticamente correcto pararnos en nuestro cristianismo tradicional, y tildar despectivamente de “paganos” a quienes no creen en Dios, en Jesucristo y en la Biblia como Palabra de Dios, según y cómo nosotros creemos. Hoy por hoy, eso es intolerancia y discriminación.
Entonces, ¿qué debemos hacer? ¿Afirmarnos en nuestra fe exclusiva y exclusivista en Jesucristo, y satanizar al resto de los cultos como paganos y diabólicos, y por lo tanto camino de perdición para los hombres? ¿O diluir nuestra profesión de fe y nuestro compromiso con Cristo, en aras de la coexistencia pacífica y la democracia mencionadas en el artículo, aunque eso implique traicionar principios bíblicos irrenunciables?
En primer lugar, necesariamente debemos definir tales principios irrenunciables de nuestra fe y doctrina cristiana. No hacerlo implicaría dejar de ser quienes somos; en este contexto, no solo dejar de ser evangélicos, sino aún dejar de ser cristianos. No podemos diluir nuestra profesión de fe en Jesucristo, como tampoco los seguidores de los otros cultos mencionados la diluyen, por más que “tolerancia”, “coexistencia pacífica” y “diálogo” formen parte del discurso más aceptable para los democráticos y pluralistas oídos posmodernos. Es verdad que mucho de esos cultos son sincréticos, y no tienen problema en incluir a Jesús de Nazaret como otro gran maestro de la humanidad, etc.; incluso los musulmanes consideran a Jesús como un gran profeta. Pero ese sincretismo o mezcla de doctrinas tomadas de diversos cultos y religiones es la forma de su fe, y muchos no parecen dispuestos a renunciar al mismo. He ahí un punto de difícil contacto; los cristianos no podemos ni nunca podremos aceptar que Jesús de Nazaret sea entreverado con otros supuestos maestros, profetas y salvadores, ni así sea como líder de tal grupo. No, si hemos de ser fieles a la Santa Biblia como Palabra de Dios, la que ha demostrado sobradamente ser el Mensaje de Dios para la humanidad, mal que le pese a unos pocos ateos radicales y creyentes de otras religiones, por su vigencia a través de las edades, por la profecía cumplida, por su capacidad de transformar, aún hoy, vidas perdidas, etc. Nuestra fe está puesta exclusivamente en Jesucristo de Nazaret, en el Jesús de los evangelios del Nuevo Testamento, en Aquel del cual la Biblia nos dice que es el único Camino a Dios (Juan 14:6), el único Nombre en el que los seres humanos pueden ser salvos (Hechos 4:12), y el único mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5). La reiteración del carácter único de Jesucristo como puente entre Dios y la humanidad, como Aquel al cual todos los seres humanos deben dirigir los ojos para ser salvos con salvación eterna (Hebreos 12:1-2), excluye definitivamente cualquier negociación sobre este punto. Y no valen en relación a este aspecto las críticas y ataques gratuitos y desprovistos de evidencia histórica o arqueológica, como por ejemplo los ya conocidos argumentos codigodavinchescos acerca de que el apóstol Pablo, o los obispos reunidos en el Concilio de Nicea, dieron forma a una religión exclusivista, con el propósito de dominar y subyugar a las masas, etc., etc., etc. Tales argumentos, gratuitamente agresivos y malintencionados, son la peor receta para un diálogo.
Entonces, si por declarar públicamente que Jesús es el único Camino que nos lleva al Dios verdadero, Creador de todo lo que existe, nos consideran intolerantes y somos condenados al ostracismo, pues que así sea. Pero seguiremos proclamando a Jesucristo como el único y suficiente Salvador, en beneficio de aquellos que se atreverán a creer en Él, y hallarán así la eterna salvación de sus almas.
La otra pata de esta sota está dada por nuestra actitud, nuestra conducta y la forma en que reaccionamos y respondemos ante quién discrepa. Por supuesto que la discrepancia en relación a la fe es incómoda; y aunque no sea agresiva en la forma o modo de ser expresada por quién disiente, en sí misma lo es, pues pone en duda la legitimidad de un principio que consideramos sagrado, una verdad absoluta que da sentido a nuestra existencia. De ahí que la reacción visceral sea, la mayoría de las veces, agresiva. Además, si estamos decididamente persuadidos de poseer tal verdad absoluta, así como de lo bueno que esta verdad resultará para todos nuestros semejantes, esto redundará no solo en el evangelismo, es decir, en el esfuerzo por compartir tal verdad fundamental con la mayor cantidad de gente posible (lo que el mundo llamará despectivamente “proselitismo”), sino también en el rechazo hacia quién pone en duda la veracidad de nuestro mensaje, por considerar que el tal pone en riesgo el bienestar de otros, al socavar las bases de lo que podría llegar a ser su fe. En tercer lugar, y esto es lo peor de todo, si el principio absoluto que sustentamos nos otorga un cierto poder o ascendencia sobre otros, del cual además obtenemos prestigio y ganancia económica, cualquier disidencia que amenace nuestra hegemonía probablemente obtenga una reacción violenta. Eso ha sucedido innumerables veces a lo largo de los siglos. Esa es la que podríamos considerar la reacción “natural”. El punto es que reaccionar “naturalmente” no es suficiente para un verdadero cristiano (y aquí recordamos la distinción que hicimos antes, entre iglesia institucional y comunidad de creyentes auténticamente nacidos de nuevo). El verdadero seguidor de Jesús ha de reaccionar de otra manera.
En primer lugar, en cuanto a la violencia y el uso de la fuerza, cabe recordar lo dicho por el Señor en el momento de su arresto, en el jardín de Getsemaní. Cuando Pedro salió en defensa del Maestro y arremetió espada en mano contra los soldados (un verdadero loco, atacar él solo a tantos hombres entrenados para luchar y matar), Jesús le dijo: “¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que Él no me daría más de doce legiones de ángeles?”(Mateo 26:53). Seguramente los discípulos entendieron a qué se refería, pues formaban parte de una nación sometida por Roma. En el ejército romano, una legión estaba integrada por seis mil tropas; doce legiones de seres sobrenaturales más poderosos que el hombre representaban una capacidad abrumadora, impensable, no solo de resistir la agresión, sino también de imponer el reino de Dios ahí mismo. Parafraseando libremente a Jesús, Él afirmó tener a su disposición fuerzas capaces de aplastar en un instante a esos seres inferiores (los humanos). Pero enseguida agregó: “¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?” (v. 54). Es decir, que el plan de Dios era otro; ese plan pasaba por la paciencia, la sumisión y el sacrificio, todo por amor.
Segundo, y hablando del amor, también merece tenerse en cuenta algo peculiar expresado por el apóstol Pablo en una carta personal dirigida a un amigo suyo, pastor de la iglesia de Colosas, llamado Filemón. Esa carta ha sido conservada en el Nuevo Testamento como parte de la Palabra de Dios; porque la Iglesia la incluyó en el Canon, porque, como escribieran los apóstoles luego del Concilio de Jerusalén “pareció bien al Espíritu Santo” que esta carta llegara a todas las generaciones de creyentes en Cristo. En relación a la situación de Onésimo, un esclavo fugado y ladrón que luego se convirtió a Cristo, Pablo sabía que podía imponer su decisión; él dice: “tengo mucha libertad en Cristo para mandarte lo que conviene” (v. 8). Pablo sabía que, si él le daba una orden, Filemón obedecería. Y no lo haría por obligación, ni por coerción; tampoco por temor a represalias. Filemón obedecería porque veía en Pablo un modelo, un referente, alguien cuya experiencia y saber debían ser respetados y obedecidos. Pero Pablo no le da una orden, sino que dice: “prefiero rogártelo apelando a tu amor” (v. 9). Es interesante que, a diferencia de cómo está expresado en la Revisión de 1995 de la Versión de Reina Valera de la Biblia, la Revisión de 1960 dice: “más bien te ruego por amor”. Ese “más bien” (tan usado en nuestro lenguaje actual), ¿no podemos parafrasearlo como “el mayor bien”? Porque eso significaría que el mayor bien vendrá al actuar libremente por amor.
Quede esto como una opinión. A diferencia de la triste y turbulenta historia que ha desprestigiado a la Iglesia en cuanto institución religiosa oficial, a lo largo de los siglos y en todas partes del mundo, el verdadero discípulo de Jesús predicará el evangelio de salvación solo por la fe en Cristo, a los que acepten y a los que no, a los que reciban la fe y a los que discrepen con ella, sin violencia, sin agresión, sin gruñidos de amenaza, sin imposición, con paciencia, con sacrificio, con amor, procurando el mayor bien para todos.
Que Dios y el mundo nos vean siendo tales cristianos.
* Dr. Alvaro Pandiani: Columnista de la programación de RTM en el espacio “Diálogos a Contramano” que se emite los días martes, 21:00 hs. por el 610 AM. Además, es escritor, médico internista y profesor universitario. Material adaptado del artículo homónimo publicado en iglesiaenmarcha.net, en octubre de 2011. (Adaptado del artículo homónimo publicado en iglesiaenmarcha.net, en octubre de 2011)
4 Comments
No se el tema es dificil, supongo que un nivel de dialogo es asi los catolicos, quienes tienen errores graves pero también elementos en común, otro con los musulmanes y judíos, y otro con todos los cultos de posesión, espiritistas, mormones, testigos, y seudo evangelicos como pare de sufrir. Son situaciones diferentes y con las dos primeras categorias hay lugar para el dialogo con los otros solo para la denuncia, concuerdo con el autor en el resto.
Gracias por el artículo, totalmente de acuerdo con el mismo, y ciertamente para el Cristiano son puntos no negociables por lo tanto irrenunciables. Dios nos dio el libre albedrio y por eso somos respetuosos de la conducta de los hombres, pero jamás deberíamos aceptarlas si ciertamente son malas y si son anticristianas responden a (Jn.8.43-44) demonizadas (u otro sinónimo, demonizar ver DRAE avance 23 Edic.). Es trampa común decir que como Cristianos no debemos Juzgar y ciertamente el verdadero Cristiano no juzga lo que hace es Denunciar, lo que causa confusión en el hombre natural aquel que quiere imponer su voluntad y su propia gloria, el Cristiano Denuncia el Pecado es decir Predica la Palabra, si hablamos de las jotas y tildes de la Ley, Revisen los libros del Pentateuco, claro es que la paga del pecado es la muerte (Rom.6.1-23), eso no es para asustar, sólo es la Palabra de Dios, para Restaurar (escoger con quien morir para que sea ganancia). Entonces hoy los Cristianos como Israel padre de José, cuando era Jacob con la promesa de Dios de la primogenitura y con el muslo descoyuntado reconocemos y nos aferramos al Varón (al Señor – Teofanía Gn.35.1 de Gn.32.26-30) para conseguir la justificación. Desde la Buena Nueva el cristiano no puede dejar de proclamar a cada instante el Señorío de Jesús de Nazaret y su Nombre Alabar, único Salvador. No hay dioses.- Los Cristianos somos hijos de Dios por la gracia y a través del Señor Jesucristo. No hay imitadores.- Los Cristianos sólo somos Ovejas que siguen el camino y la voluntad de su Pastor o Señor nuestro Salvador Jesús de Nazaret. No hay Ira.- Los Cristianos sólo evangelizamos Predicando la Palabra ( el Verbo, aquel que fue suficiente para crear Todo incluyendo nuestra pequeña existencia en un Instante, sin ningún trabajo sólo por el Poder de Dios). Que nuestra reafirmación como Cristianos permita darnos un fuerte y feliz abrazo de Navidad en este día 25 de diciembre que los hombres hemos escogido para recordar aquel hermoso Día donde los ángeles y huestes celestiales alabaron ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!. Dios nos Bendiga.
Carlos, yo también humildemente creo que usted le está errando al no citar en forma completa el “falso dilema”, como usted le llama. Porque a la pregunta que figura en el texto y usted reproduce, le sigue otra: “¿O diluir nuestra profesión de fe y nuestro compromiso con Cristo, en aras de la coexistencia pacífica y la democracia mencionadas en el artículo, aunque eso implique traicionar principios bíblicos irrenunciables?”. Y luego se explica que debemos (los cristianos), afirmarnos en nuestra convicción de que Cristo es el único camino y Señor, pero dando siempre preeminencia al amor en nuestro relacionamiento con las demás personas, sean de la creencia que sean. Flaco favor le hace usted al autor del artículo y a los lectores; corrige lo que no necesita ser corregido para luego dar su opinión personal. Opinión personal que parece encuadrarse justamente en lo que propone la segunda pregunta del “dilema”, que yo sí cito. Al decir: “debemos aceptar que tenemos hermanos humanos que piensan distinto y que tienen depositada su fe en otros lugares”, ¿está queriendo decir que debemos renunciar a anunciarles a Jesucristo como el único Salvador, y el único camino al cielo? ¿Qué debemos decir: allá tú con tu Buda, o con tu Alá, y aquí yo con mi Cristo? ¿El mandato a evangelizar todo el mundo que Cristo dio a los discípulos decía eso? Usted diluye, Carlos; usted diluye.
Y otra cosa: yo no tengo las manos manchadas de ninguna sangre. Yo soy cristiano, pero a mí nadie me puede venir a pedir cuentas por las atrocidades que haya hecho la Santa Inquisición, o Calvino. Recuerde: “el hijo no llevará el pecado del padre ni el padre llevará el pecado del hijo” (Ezequiel 18:20).
Creo que debemos aprender a aceptar y fundamentalmente a respetar las creencias de los demás. Si en efecto, debemos aprender a conjugar con humildad estos verbos. Debemos aceptar y respetar el hecho que existan otras comunidades que consideren a Jesús de Nazaret como un gran profeta, debemos respetar esa postura, no debemos menoscabarla ni menos aún satanizarla a pesar de nuestra respetable discrepancia. Quien nos creemos que somos! Los cristianos no somos Dios, no somos Jesús, a duras penas a diario intentamos (sin éxito) ser como fue él y ni siquiera llegamos a atarle las sandalias.
Humildemente pienso que aquí se está planteando un falso dilema cuando se expresa: “¿qué debemos hacer? ¿Afirmarnos en nuestra fe exclusiva y exclusivista en Jesucristo, y satanizar al resto de los cultos como paganos y diabólicos, y por lo tanto camino de perdición para los hombres? “
Creo que los cristianos debemos afianzar la fe en Cristo y en Dios, pero SIN satanizar nada y a nadie que discrepe con nuestra fe porque, entre otras cosas, ni siquiera tenemos la mínima capacidad de discernir cuando un evento es obra de Satán o es una lección de Dios. Debemos aprender a afinar la visión para no observar en forma permanente la cosa diabólica así como otras otras formas que no nos gusten. Sin embargo, ello no significa que debemos diluir nuestra profesión de fe y nuestro compromiso con Cristo en aras de una convivencia pacífica; el compromiso con Cristo nos debería llevar a una convivencia armoniosa, al menos desde nuestro lado cristiano. Creo que simplemente debemos aceptar que tenemos hermanos humanos que piensan distinto y que tienen depositada su fe en otros lugares. Así como nuestros hijos tienen diferentes visiones sobre algunos temas de la vida y no los satanizamos por ello, así debemos comportarnos con el prójimo, debemos ser humildes en el concepto así como en su transmisión. Pero por favor estimados: Sin satanizar a nadie. Los cristianos no tenemos autoridad moral ni autoridad divina para señalar con el dedo a alguien en este mundo, tenemos las manos sucias de sangre. El Tribunal del Santo Oficio y la Santa Inquisición, o la cruenta e infame persecución llevada adelante por Calvino, nos recuerda lo crueles que podemos llegar a ser cuando tenemos el poder. Que hubiera pasado si alguien durante esos episodios nos hubiera dicho que los cristianos estábamos satanizados.?
Asumamos que quizá la estrategia de comunicación no fue la mejor. Quizá la estructura no es la mejor. Y muchos tantos quizás.