Historias de Ultratumba/Una Visión Cristiana – Parte 3

“A través de la Biblia”
20 agosto 2013
Un mensaje de excelencia Taylor Moore
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Dr. Alvaro Pandiani

Si nosotros buscamos información sobre el Hades, encontramos autores que lo identifican con el infierno, mientras que otros arguyen académicamente que no es equiparable, pues Hades en realidad se refiere al lugar de los muertos de la mitología griega, el cual, como vimos, estaba dividido en distintas regiones, según el tipo de almas que allí iban. Ahora bien, según la Biblia, en el Hades neotestamentario pasó algo que los antiguos griegos nunca imaginaron.

Dice el apóstol Pedro: “Cristo… en espíritu fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otros tiempos desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé” (1 Pedro 3:18-20). El apóstol Pablo habla de algo parecido: “Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres. Y eso de que subió, ¿qué es sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra” (Efesios 4:8,9).

Cuando el apóstol Pedro, en su primer sermón del día de Pentecostés, aplica el pasaje del Salmo 16:10 al Señor, indirectamente nos informa que el alma de Jesucristo, tras su muerte en la cruz, “descendió” al Hades. Pablo dice que Jesús descendió “a las partes más bajas de la tierra”; algunos opinan que se refiere a su descenso del cielo a la tierra; otros, que habla de lo que se conoce como el descenso al Hades del espíritu de Jesús. Incluso, no parece haber diferencia si la expresión “a las partes más bajas de la tierra” la cambiamos por “a las partes inferiores de la tierra” (aunque esto es, obviamente, una trampa para apoyar una doctrina no aceptada universalmente; pues inferior, en latín, es infernum).

Según lo que dice el apóstol Pedro, Jesús, tras su muerte y antes de la resurrección, ingresó a un lugar donde estaban confinados los espíritus de seres humanos que habían desobedecido a Dios, miles de años antes (“en los días de Noé”); en otras palabras, mientras el cuerpo de Jesucristo estaba en la tumba, su espíritu estaba en el reino de los muertos, predicando el evangelio a las almas de los pecadores.

Imaginemos lo que fue eso; el espíritu de Jesús ingresando a las tenebrosas regiones inferiores, el Autor de la Vida entrando en el reino de la muerte, “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14,15). ¡Que terremoto! El averno entero temblando, las sombras perpetuas de pronto llenas de luz, rocas partiéndose y rodando con estruendo hacia los oscuros y profundos abismos, demonios huyendo despavoridos, querubines malignos paralizados con la copa en la mano, a punto de brindar para festejar la muerte del Hijo de Dios, y el mismísimo diablo, con la sonrisa congelada en el rostro y una expresión de incredulidad indescriptible, girando la cabeza para mirar a ese que entraba como vencedor. El espíritu de Jesús venció al que tenía el imperio de la muerte, y libró a los que estaban en servidumbre; y subiendo luego a lo alto, a los cielos, se llevó a los cautivos, las almas de los justos que habían estado prisioneras en el lugar de los muertos.

Aunque no todos aceptan esta interpretación con cada uno de sus detalles, es artículo de fe de la Iglesia que Jesús, entre su muerte y su resurrección, descendió a los infiernos, predicó a las almas encarceladas, y liberó a los justos de tiempos del Antiguo Testamento, llevándose consigo sus almas hacia el cielo. Porque Jesús, con su muerte en la cruz, hizo posible el acceso a la casa del Padre, “por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne” (Hebreos 10:20). Por lo tanto, esta sería otra auténtica historia de ultratumba; tras la fulgurante y épica incursión del Hijo de Dios, esa región del Hades donde estaban los justos quedó vacía. Las almas de los justos están con Cristo en el cielo, y el otrora llamado “Seno de Abraham”, ese lugar de reposo y consuelo, ahora está deshabitado, cada vez más lleno de polvo y telarañas. Y en el Hades solo quedan los condenados.

Un infierno.

El rasgo que indudablemente comparten el Seol antiguotestamentario y el Hades neotestamentario es su carácter de lugar de confinamiento para las almas de los que han partido. Aquí, otra vez, vemos que los espíritus de los que van a condenación son recluidos en los infiernos; las Escrituras dicen que los pecadores son “echados” o “arrojados” al infierno (Mateo 5:29,30; y otro pasaje en que aparece enseñanza similar: Mateo 18:8,9); en Lucas 12:5 sale “echar” en el infierno; en Mateo 23:33 Jesús exclama furibundo contra los fariseos y escribas, hipócritas que se le oponían constantemente: “¡Serpientes, generación de víboras!, ¿cómo escaparéis de la condenación del infierno?”, dando una pauta de escalofriante claridad: quién rechaza a Jesús, no tiene manera de escapar de la condenación y de ser arrojado al infierno. De modo que el Nuevo Testamento mantiene esta premisa, que ya vimos en el Antiguo Testamento: los espíritus descarnados de humanos fallecidos no tienen la facultad de “rodear la tierra y andar por ella”. Por lo menos en lo que concierne a las almas de los condenados, estas están confinadas en los infiernos.

¿Y los bienaventurados? ¿Qué de aquellos a quienes su fe y fidelidad a Jesucristo condujo a la redención, a la salvación eterna? Un elemento a destacar es la forma en que Jesús se refiere a la eterna bienaventuranza en pasajes tales como Mateo 7:13,14 (“… ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición… pero angosta es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”), y Marcos 9:43 (“Si tu mano te es ocasión de caer, córtala, porque mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ira al infierno, al fuego que no puede ser apagado”). Jesús llama a la eterna bienaventuranza “vida”; en ambos pasajes el término sale en contraposición a “perdición” e “infierno”, que podemos tomar como equivalentes, y que también son descritos en el Nuevo Testamento como “muerte”. Esto parece reducir nuestra existencia actual a un sueño, un suspiro transitorio, la sala de espera de un aeropuerto, antes de tomar el vuelo definitivo; una sala de espera en la que tenemos la potestad de elegir cuál vuelo tomar, si el que nos llevará a vivir para siempre, o el que nos hará morir eternamente. También nos parece decir Jesús, indirectamente, que la verdadera vida no está en este mundo; en realidad, no conocemos la verdadera vida, aquella para la cual Dios nos creó. Una vida de comunión con Dios, en santidad y amor, y sin la terrible perspectiva dada por la presencia de la maldad, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte.

El apóstol Pablo dice dos cosas que son terminantes en este asunto. En 2 Corintios 5:1 leemos: “Sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna, en los cielos”; más adelante, en los versículo 6 al 8, agrega: “Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista). Pero estamos confiados, y más aún queremos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor”. Otra vez, las interpretaciones discrepan frente a aquellos que, a priori, niegan la existencia consciente del alma tras la muerte; sin embargo, el hecho de que tras la muerte, el redimido pasa de inmediato a la presencia del Señor, parece difícil de rebatir al leer pasajes bíblicos como el precedente. El “tabernáculo” puede entenderse como una metáfora de la vida presente, pero más probablemente se refiere al cuerpo biológico, el que muere y se transforma en cadáver; cuando eso sucede, el cristiano tiene una “casa”, no una tienda o carpa (tabernáculo), “no hecha de manos” (es decir, que es obra de Dios), que Pablo aclara está “en los cielos”, por lo que no parece estar refiriéndose a la futura resurrección. Si alguna duda queda, en los siguientes versículos el apóstol lo expresa con claridad meridiana: mientras “estamos en el cuerpo”, no estamos en la presencia del Señor (“ausentes al Señor”) y andamos por la fe, no viendo su rostro y su gloria. Pero llegará el día, continúa, en que estaremos fuera del cuerpo (“ausentes del cuerpo”), cuando el cuerpo biológico muera y el espíritu lo abandone, y entonces estaremos en la presencia del Señor (“presentes al Señor”).

Y por si alguna duda queda, cuando el apóstol Pablo escribe a los Filipenses, estando en prisión (probablemente en Roma, durante su primer encarcelamiento), y en la incertidumbre acerca de si lo que le aguarda en el corto plazo es la vida o la muerte, expresa lo siguiente “ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, tanto si vivo como si muero, porque para mí el vivir es Cristo y el morir, ganancia. Pero si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger: De ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (1:20b-23). De estas palabras lo que se desprende no es que Pablo tuviera deseos de morir, como puede tenerlos un individuo abrumado por los problemas, un enfermo de depresión, o un suicida. Pablo expresa su absoluta seguridad de que al morir, inmediatamente irá a la presencia del Señor, “lo cual es muchísimo mejor”, y manifiesta sus deseos de alcanzar esa feliz reunión.

Para finalizar esta parte, demos una mirada a lo escrito por el apóstol Juan en Apocalipsis 6:9-11, un pasaje revelador de la condición de los creyentes tras la muerte, en este caso concreto, de una muerte violenta por causa de la fe: “Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían muerto por causa de la palabra de Dios y del testimonio que tenían. Clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuando Señor, santo y verdadero, vas a tardar en juzgar y vengar nuestra sangre de los que habitan sobre la tierra? Entonces se les dio vestiduras blancas y se les dijo que descansaran todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos que también habían de ser muertos como ellos”. Este pasaje, difícilmente alegórico y más comprensible si se interpreta en forma literal, nos muestra las almas de los que murieron por su fe “debajo del altar”, que en el contexto del capítulo es equivalente a la presencia de Dios. A estos mártires se les indica que descansen, lo cual nos evoca aquel lugar de reposo y consuelo para las almas de los justos, que antes estaba en el Hades, y tras la muerte y resurrección de Cristo, pasó a estar en el cielo.

En suma, luego de la muerte del cuerpo, las almas de los que han rechazado a Jesús como Salvador, pasan a estar confinadas en el infierno; no pueden volver a este mundo como espíritus, fantasmas, ánimas en pena, o de alguna otra espectral forma. Y las almas de los bienaventurados, aquellos que fueron salvos por la fe en Jesucristo, pasan a estar en la presencia de Dios, en el cielo; tampoco pueden volver, y es probable que no tengan ganas de regresar, bajo ninguna forma, hasta el día de la resurrección.

Y si alguna duda queda aún, leamos lo que Jesús dice en Apocalipsis 1:17b,18: “Yo soy el primero y el último, el que vive. Estuve muerto, pero vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muertes y del Hades”. Las llaves de la muerte y del Hades están en poder de Jesús. Por lo tanto, lo que pasa del otro lado del temible umbral de la muerte, está bajo la absoluta autoridad del Señor Jesucristo.

Bibliografía consultada.

Las citas bíblicas fueron tomadas de la Santa Biblia, Versión Reina Valera, Revisión 1995.

1. www.sappiens.com/castellano/articulos.nsf/0/8821e7311c06bae8c125742d0069a59

2. Hades; es.wikipedia.org/wiki/Aides

3. Inframundo griego; es.wikipedia.org/wiki/Inframundo_griego

4. Parábola; Diccionario Salvat Editores – 1992. Barcelona. Pág. 1034.

5. Seol; Nuevo Diccionario Bíblico, Ediciones Certeza – 1991. USA. Pág. 1277.

6. www.1bread.org/bethlechem/Teachings/jerusalen.html

7. www.waynepartain.com/Sermones/s4123.html

8. Harrison E.F.; Comentario sobre Mateo 5:22; Comentario Bíblico Moody, Nuevo Testamento; Editorial Portavoz; Pág. 9.

4 Comments

  1. Álvaro Pandiani dice:

    Los próximos programas de este ciclo “Historias de Ultratumba”, como dijimos en la última entrega, cambian por completo el enfoque. Además, ya están casi todos grabados. No sé si podremos incluir una explicación de 1 Corintios 15:29. Pero lo tendremos en cuenta para el futuro.

  2. Carolina Vallejo dice:

    Agradezco se explique el versículo de 1ª Corintios 15:29.

    Me parece pertinente se aclare. Gracias

  3. Carolina Vallejo dice:

    Aclaración: Cuando digo que el párrafo “En suma…” es hermoso quiero decir lo que sigue: allí se plantean las dos únicas posibilidades de acuerdo a lo que cada persona decida y no hay otra alternativa.

  4. Carolina Vallejo dice:

    Gracias por seguir enseñándonos a todos. El tratamiento de éstos temas nos permite crecer a ; los que tenemos años en la fe, los nuevos en la fe.También esto es muy importante para aquellos que aún no comparten nuestros principios.

    Siempre aprendemos algo nuevo o aclararnos algo que nos permite seguir creciendo en la FE y en la ESPERANZA.
    Que todos tengamos la misma convicción que tenía Pablo. Tener ésta certeza es algo maravilloso. Hermoso el párrafo que comienza :”En suma…” Bendiciones y gracias. Seguimos creciendo en éste espacio dmocrático y de resistencia .Amén

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