Historias de Ultratumba/Una Visión Cristiana – Parte 4

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Dr. Alvaro Pandiani

Aunque las consideraciones vertidas en la Parte 1 puedan parecer un ejercicio de pensamiento medieval, los temas relacionados a la vida después de la muerte, y la supervivencia de la personalidad humana tras la última frontera, siguen teniendo vigencia; una vigencia cada vez mayor en esta época posmoderna, de desencanto y desesperanza, pero a la vez de búsqueda de una respuesta a los enigmas de la vida, respuesta que la ciencia y el racionalismo en sus diversas formas no pudo dar. Ahí salen las llamadas historias de ultratumba.

Las historias de ultratumba forman parte de la cultura popular de muchas naciones, y aún dentro de un mismo país toman forma diversa según a qué estrato social pertenecen y qué nivel cultural tienen quienes las cuentan, quienes las escuchan, y quienes las creen. En una sociedad fuertemente secularizada y mayormente agnóstica, con un agnosticismo práctico que se ocupa del aquí y ahora, sin preocuparse por el momento de lo trascendente ni del más allá, pero que se aleja de una minoría atea rabiosamente militante, las historias de ultratumba, que se inscriben dentro de lo que se ha dado en llamar por estas latitudes “historias mágicas”, representan un alto momentáneo en una existencia vertiginosa, superficial, groseramente materialista; significan detenerse un instante frente a una puerta entreabierta, y atisbar otro universo posible, la eventualidad de que la vida del hombre sobre la tierra sea algo más que el ciclo que se inicia en el vientre materno y finaliza en la tumba.

En un mundo que ha perdido la fe en la religión, pero que busca desesperadamente recuperar la espiritualidad como dimensión legítima de la existencia humana, las historias de ultratumba constituyen un sucedáneo de las viejas creencias religiosas; dan la oportunidad de creer en algo, de creer que hay algo más, de contactarse con lo místico, de tener esperanza ante la muerte de un ser amado que se ha llevado un fragmento de nosotros, o ante la perspectiva de nuestro propio fin. Vistas por algunas como reivindicación de las clases oprimidas, denuncias de antiguas injusticias impunes, o persistencia en la memoria de personajes que no lograron mayor trascendencia (resumen demasiado escueto, y por ende injusto, por lo extenso y profundo del estudio que de este fenómeno han hecho algunos autores), destacan en estas “historias mágicas” la característica que les da su nombre: la presencia constante de la sobrenaturalidad. Nada es normal, todo es inexplicable, en estas historias; lo que podría ser visto como superstición e ignorancia por los sectores “cultos” y “académicos”, es defendido por los estudiosos de los relatos populares como expresión de las clases despreciadas, que crean sus propios códigos para conservar la memoria de sus experiencias de vida.

Dice el psicólogo social Néstor Ganduglia: “… puede que en las páginas de este libro, apenas una sombra de la fascinante tradición oral viva que lo motiva, usted sólo pueda ver un montón de creencias absurdas, supersticiones y pintoresquismos folklóricos. No se preocupe: la mayoría de los académicos también piensa lo mismo. El que no sabe, no ve. Yo tuve que aprender muchísimas cosas para poder ver más allá del pasto y el árbol, dejar que la palabra de la gente me fuera armando lentes nuevos con los que empezar a mirar el mundo mágico, y comprender las razones y contenidos de la memoria colectiva que late en cada relato de aparecidos, brujas y lugares encantados”. 1

Más allá de las elucubraciones de tipo psicológico, o aún filosófico, a nosotros nos interesa sobre todo el aspecto espiritual de estas historias, su relación con lo religioso, y contrastar uno de los tipos más populares de historias mágicas, las historias de ultratumba, con el basamento de la Palabra de Dios que establecimos extensamente en la Parte 1 de este ensayo. Las historias de ultratumba toman múltiples formas, y sus detalles pueden variar y multiplicarse, pero todas parten de un hecho básico común: la presencia persistente del alma de un difunto en una casa o edificio, o en las inmediaciones del lugar donde murió, que aparece fundamentalmente por las noches, en forma fantasmal, generando un sobrecogimiento de terror en el mortal que tiene la dudosa fortuna de ser testigo de su aparición.

Las leyendas populares acerca de apariciones espectrales provenientes del Otro Mundo tienen siglos (o milenios) de ser contadas en las ruedas de relatos y fogones; dinámicas, se van modificando con el paso del tiempo y según los rasgos culturales de las comunidades en las que son contadas, incluidas sus creencias religiosas. También es cierto que antiguas creencias sobreviven al cambio cultural y hallan su lugar en el nuevo orden de ideas, una y otra vez. El cristianismo no es ajeno a esto; dice Philippe Walter:

“En la periferia del cristianismo bíblico existe, en efecto, una memoria arcaica de tradiciones, de “supersticiones” y de leyendas que forman una auténtica mitología y que no poseen ninguna justificación bíblica. En la Edad Media, esos ritos y esas creencias constituían el lenguaje natural de un pueblo que no leía la Biblia. Integraban un marco que le permitían concebir el mundo y lo sagrado. Lo esencial de esta materia mítica procedía en realidad de la memoria “salvaje” de los pueblos europeos y, gracias a la Iglesia, pudo incorporarse en la letra y el espíritu de la Biblia. Así fue como, en el interior mismo del cristianismo medieval (que no debe confundirse con una mitología), se elaboró una auténtica mitología cristiana”.2

Puede criticarse a este autor que diga pudo incorporarse en la letra y el espíritu de la Biblia, al referirse a la memoria de los pueblos europeos paganos, a sus mitos y supersticiones precristianas, pero debe interpretarse la expresión como diciéndonos que esos mitos y supersticiones se incorporaron en realidad a la práctica religiosa cotidiana de los pueblos ahora “cristianos”. En el curso de su libro, el autor mencionado se refiere sobre todo a la mitología celta, procurando demostrar la gran medida en que ésta permeó la cultura cristiana medieval, mediante la introducción de sus mitos y personajes legendarios, a menudo bajo el disfraz de figuras sagradas para la cristiandad. En relación a esta mitología, y viniendo al tema de las historias de ultratumba, cabe destacar una celebración pagana, vinculada a una fiesta que persiste hasta nuestros días: la festividad de Samain, la noche del 1º de noviembre de nuestro calendario, combatida por la Iglesia mediante la implantación del All Hallows Day (Día de Todos los Santos); la víspera del Día de Todos los Santos (All Hallows Evening) deriva en el Halloween moderno, fiesta de disfraces, pretendidamente inocente e infantil, en la que no obstante los motivos de los adornos y disfraces tienen que ver exclusivamente con la brujería, la muerte y las apariciones espectrales de ultratumba.

Al respecto dice Walter: “En el antiguo calendario irlandés, la fiesta del 1º de noviembre lleva el nombre de Samain… Es el momento en que los seres del Otro Mundo tienen permiso, transitoriamente, para visitar a los vivos, pero es también el momento en que los vivos pueden tener acceso, furtivamente al Otro Mundo”; y agrega luego: “Samain y Halloween postulan ante todo la existencia de Otro Mundo (que no debe confundirse, de manera precipitada, con el mundo de los muertos, ni siquiera con el paraíso o el infierno). Éste es el mundo donde habitan las hadas y los aparecidos… Samain y Halloween permiten el diálogo con el Otro Mundo. Autorizan la aparición de una magia más o menos peligrosa, vinculada con una transformación de las estaciones y una especie de fractura en el tiempo”.3

Pero el fenómeno de las historias de ultratumba trasciende fechas del calendario. Uno de los medios que es moldeado y a su vez moldea las creencias de las personas que no tienen una posición filosófica y/o religiosa o doctrinal definida ante la vida, es el arte; fundamentalmente, el cine. Con su innegable poder para impactar mediante la imagen, el cine ha tomado argumentos de la literatura, de narraciones creadas por escritores que recogen las creencias y supersticiones populares y les dan forma, o directamente de esas creencias y supersticiones, surgiendo así guiones sazonados con elementos antiguos e ideas nuevas sobre el tema. Entre estas producciones, muchísimas, que encajan en los géneros relacionados de terror y suspenso sobrenatural, además de las clásicas historias de vampiros, demonios y monstruos venidos de una dimensión paralela, destacan las siempre presentes historias de ultratumba.

Para comentar, a modo de ejemplo, vamos a tomar un título del género terror; un clásico, por lo retorcido y extraño del argumento, y por lo grotescamente sangriento de los asesinatos cometidos por el fantasma de turno. Nos referimos a “Superstición”. En esta película de 1982, el espectro de una bruja ejecutada tres siglos antes de manera “incorrecta” (ahogada en un lago en vez de quemada en la hoguera), azota una familia, establecida en una casa junto al lago en cuestión. Lo interesante es que, aún hace un cuarto de siglo, los guionistas contemplaban la introducción de símbolos cristianos como defensa frente al espectro, el cual se disolvía y alejaba cuando alguien enarbolaba una cruz (al mejor estilo vampiresco). No obstante esto, el fantasma homicida se ceba en un pequeño grupo de pastores protestantes (¡!), personajes principales de la película, todos los cuales, pese a las cruces y a la supuesta fe que profesan, terminan pasando a “mejor vida”, asesinados por el espíritu desbocado de la vieja bruja.

Este recurso a la defensa basado en símbolos cristianos desaparece en producciones más recientes, notoria (y obviamente) en películas basadas en leyendas populares japonesas. En el terror japonés destaca la figura del onryo, un “espíritu que permanece en este mundo por venganza”4. Sea en las versiones originales japonesas, o en las copias hechas en Estados Unidos, el núcleo argumental es siempre el mismo: el onryo, alma de un muerto que persiste en un sitio, por ejemplo una casa, como “maldición” del lugar, se ha transformado en un fantasma revanchista, que “venga” su muerte, asesinando injustificadamente a cuantos se le crucen delante. “El concepto no debe entenderse a la manera occidental. La venganza de un fantasma japonés no va necesariamente dirigida al sujeto que la provoca. Esto explica por qué muere un inocente tras otro cuando el onryo comienza a hacer de las suyas en la película”4. Así, se trate de El Grito, Agua Turbia, La Llamada (en realidad The Ring: El Anillo), cuando uno ha visto alguna de estas, parece que las ha visto todas. Merece destacarse el hecho de que en El Grito 1, el hombre de la policía de Tokio que investiga las muertes en la casa maldita, y reconoce la presencia del onryo, afirma que contra esa maldición no hay nada que se pueda hacer; mientras, en La Llamada 2, de manufactura norteamericana, los guionistas encuentran un método para que, al final, los protagonistas se libren definitivamente del agresivo espectro. Culturas distintas con diferente enfoque de la vida, sin duda.

Y en nuestra visión cristiana del asunto, vienen otra vez a la mente aquellas almas que clamaban venganza contra sus asesinos, según Apocalipsis 6:9-11. En lugar de ser enviadas en procura del desquite, estas almas reciben de Dios vestiduras blancas, y la orden de continuar su descanso, hasta que un plan superior se consume. Sin duda, una visión mucho muy diferente.

3 Comments

  1. Carolina Vallejo dice:

    “Culturas distintas con diferente enfoque de la vida, sin duda”.
    Esta pequeña frase es riquísima y con diferentes niveles de lectura que vale la pena poner sobre la mesa.
    Por un lado encierra una realidad que no podemos tapar. LA CULTURA ES UN BIEN aunque parezca raro. Está formada por la pintura , música, arte popular y arte clásico, buenas costumbres,formas de vida , etc. sería una lista interminable. Nosotros somos parte de un pueblo, nación y parte de la cultura. La cultura debe ser estudiada, interpretada y querida.
    El columnista deja bien en claro el respeto hacia la cultura PERO cuidado una cosa es conocer , interpretar y otra es tomar esto como credo como motivo de fe.
    Su ardua y profunda tarea es separar la verdadera base de la Fe en Cristo de lo otro de lo que es una cuestión cultural y nada más muchas veces fruto de creencias milenarias.

    Y también deja una enseñanza muy oportuna al mundo cristiano evangélico la cultura debe ser conocida y como digo yo no la debemos “mirar de reojo” sino valorarla en su justa dimensión ; escudriñar todo y retener lo bueno.

  2. Carolina Vallejo dice:

    Excelente ensayo ,acorde con el espacio. Permite informar y formar al lector,gracias.

    El conocimiento popular o doxa debe ser rescatado forma parte (muchas veces ) de nuestra identidad nacional y es rescatado por los cientistas(hoy es la tendencia). La comunidad científica crea su conocimiento científico o episteme pero tb. toma el doxa.

    No todo conoc. popular pasa por historias de ultratumba o mágicas. Este conocimiento analizado por el columnista es peligroso ¿en qué sentido? cuando la gente comienza a creer , comienza a tener fe en el y eso es lo perjudicial y lo que lleva al error y a la confusión..

    Tb. se debe tener en cuenta que hay otro conocimiento popular relativo a la salud, al clima,etc con base en la experiencia y en la observación . que el cientista analiza y le da base científica.

    Creo que debe escucharse con respeto al que plantea éste conocimiento pero que el otro me escuche a mi con lo que yo creo es la Verdad.

    Me pareció muy interesante tomar el tema en la literatura y en la pantalla grande. Tb. en los últimos tiempos he visto propaganda en la pantalla chica.

    sin lugar a dudas seguir predicando la Verdad y la Verdad nos hace libres.
    Sigamos construyendo el espacio democrático y de resistencia.

  3. Leonel dice:

    Les felicito y agradezco a la vez por producir un material sobre este tema escabroso y delicado, con una optica cristiana, para sacarle al tema un poco del temor que encierra, y mostrarnos que nuestro Dios, el Señor Jesus es mucho mas poderoso que todo poder creado.

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