“A través de la Biblia”
6 junio 2014“Jungla Semántica”
7 junio 2014“A través de la Biblia”
6 junio 2014“Jungla Semántica”
7 junio 2014Por: Dr. Álvaro Pandiani*
El desaparecido cantautor uruguayo Alfredo Zitarrosa rememora en su canción Del Cardal las invasiones inglesas del Río de la Plata en 1807, desde la visión de un habitante de la Banda Oriental. El Combate del Cardal fue la única batalla librada por los patriotas orientales extramuros de la ciudad de Montevideo, y fue un desastre para las fuerzas defensoras, que no pudieron con la disciplina, armamento y estrategia de los ingleses; menos de dos semanas después, Montevideo caía ante los invasores. Más allá de interpretaciones políticas contemporáneas, algunos conceptos vertidos en la breve letra de la canción de Zitarrosa reflejan lo que seguramente serían las impresiones, sentimientos e interrogantes de aquellos que veían su tierra repentinamente invadida por una fuerza militar extranjera. La alarma ante la llegada de los invasores (Ahijuna, vienen llegando), lo extraño que resultan (un idioma que nadie entiende; gritan como descosidos, quién los entiende), la premura por prepararse para la defensa (apronten bien esos fierros), y la resignación ante la nueva situación planteada por la invasión (qué los parió a los gringos, que se nos vienen). Si para los criollos españoles de estas tierras, con una civilización heredera de costumbres, forma de gobierno y religión traídas de Europa, resultó extraña la llegada de los ingleses, cuánto más habrá sido la llegada de los europeos para los indígenas americanos; y cuán azaroso cuando comprobaron que venían con ánimo de conquista, dominio y esclavización de la población nativa.
Vale el ejemplo para pensar qué habrá significado para pueblos que desarrollaban su vida y cuya cultura florecía en paz, sin entrometerse con otras naciones, cuando repentinamente las fronteras de su país eran violadas por el ataque de un ejército extranjero. Sólo podemos imaginar el desfallecimiento y el terror absoluto que habrán experimentado tantos pueblos a lo largo de la historia, ante la incomprensible situación de ver sus países penetrados por hordas de guerreros para los cuales nada era importante – ni trabajo, familia, relaciones, artes, ciencias, progreso, civilización – sino sólo conquistar, esclavizar a la población para explotar su trabajo, o aniquilarla, para quedarse con sus tierras, riquezas y recursos. Todas estas situaciones límite de enfrentamiento y guerra entre pueblos y naciones fueron protagonizadas por seres humanos cuya naturaleza, caída y pecaminosa en términos teológicos, corrupta, ambiciosa, indiferente y cruel en palabras cotidianas, sigue presente en cada hombre y mujer, y sólo puede cambiar cuando hay una verdadera entrega a le fe en Jesucristo. Fuera de la experiencia transformadora de fe en Cristo, todos los intentos humanos por lograr la paz y la concordia entre las naciones, sea el desarrollo de filosofías, religiones, ideologías políticas, asociaciones, uniones, ligas de naciones, derecho internacional, etc., han fracasado sistemáticamente, y la realidad es que nada nos asegura que un buen día un conflicto de intereses con un país, fronterizo o lejano, no termine de la peor manera, y que al despertar y salir a la calle, veamos desfilar ante nuestros ojos soldados y vehículos de otra bandera, adueñándose de nuestra patria y nuestras vidas, porque hemos sido invadidos.
Pero, ¿y si la próxima invasión no fuera perpetrada por seres humanos, sino por una raza de seres inteligentes venidos de un mundo diferente a nuestra Tierra, y dotados de mayor desarrollo científico y mayor poderío bélico, cuya naturaleza, cultura e intereses fueran tan extraños a nosotros, que no les importara en absoluto aniquilar la humanidad, en beneficio de sus propios objetivos?
¿Por qué hablar de esto? Porque es un tema que muy pocos en la literatura evangélica abordan, mientras a nuestro alrededor está presente permanentemente en la cultura y sus múltiples manifestaciones: literatura, cine, televisión y habla cotidiana. Y si bien es un tema subsidiario a otros más urgentes o “serios” – política, economía, salud, deportes – y es uno de esos temas en los que se piensa como entretenimiento, y de los cuales se habla con una media sonrisa, aún así es un tema que llena los cines de películas – superproducciones con efectos especiales dignos del Oscar – la televisión de documentales – basta ver los ciclos de algunos canales de cable “serios”: Encuentros Extraterrestres, Cazadores de Ovnis, Alienígenas Ancestrales, y otros – llena de libros las estanterías de las librerías – y no sólo las esotéricas – y hasta ha provocado el desarrollo de una ciencia, o seudociencia, según la seriedad con que la encaren sus representantes: la ufología. Y los evangélicos, salvo muy pocas excepciones, lo desestimamos sistemáticamente; y eso pese a que, aún si jamás se encontrara vida en otro planeta, la presencia de los extraterrestres en nuestra cultura es tal, que bien podría decirse que ya nos han invadido. En cuanto a nuestra indolencia acerca de abordar el tema y tomar posición sobre el mismo, habla claramente el siguiente post, aparecido en un artículo de una página cristiana hermana, Iglesia en Marcha, hace un tiempo: “Estimados hermanos, Dios los bendiga. Soy cristiano evangélico hace 30 años, quisiera preguntarles cuál es nuestra posición como cristianos sobre el tema de que dicen que existe vida extraterrestre en otras galaxias y que los alienígenas han poblado el globo terráqueo siglos atrás, según algunos arqueólogos dicen que las construcciones antiguas que todavía están en pie, fueron construidas por alienígenas, ya que tenían herramientas que aún en este siglo no las tenemos para construir tales grandes obras de ingeniería, como las pirámides que están repartidas por todos los continentes. Agradezco vuestra repuesta”. Después de leer esto, me pareció pertinente ofrecerle al hermano una respuesta.
Hace algunos años abordé el tema del eventual hallazgo de vida extraterrestre en el breve ensayo El Magnífico Derrumbe, algunos de cuyos capítulos los comentamos en esta columna. En ese ensayo cité algunos conceptos vertidos por el ingeniero estadounidense James Reid en su libro Dios, el Átomo y el Universo. Reid, quién estuvo involucrado con la NASA en la década del sesenta del siglo 20 – en plena carrera a la Luna – escribió en un capítulo de su libro, titulado Dios creó otros seres, que había creyentes temerosos por los resultados de la exploración espacial, específicamente, por el eventual hallazgo de una civilización extraterrestre. Al parecer, la noción popular de que el descubrimiento de vida fuera de la Tierra significaría un tiro de gracia para las religiones humanas, y obligaría a replantear todos los esquemas filosóficos de la humanidad – y más si se encontrara vida inteligente – es bastante antigua. Esa noción se ve alimentada permanentemente no sólo por la literatura y cinematografía de ciencia ficción, sino también por el abordaje del tema por parte de los documentalistas, no solamente en producciones que intentan analizar la investigación “seria” sobre los ovnis, sino también en la presentación del estado de la exploración del Sistema Solar por la NASA y otras agencias espaciales, a través de sondas automáticas enviadas a Marte y otros planetas en la búsqueda de indicios de vida – así sea microbiana, así sea fósil. Nunca falta tal afirmación, nunca falta; la aseveración acerca de la necesidad de reformular los postulados de la filosofía y la religión, si tan sólo apareciera un solitario virus en Marte, o en una luna de Júpiter, o en un asteroide, es reiterada una y otra vez, y ejerce una influencia indiscutible sobre las opiniones, pensamientos y puntos de vista de aquellas personas que no adhieren en forma sólida a una fe ni filosofía de vida estructurada. Respecto a esto, y contrario a la opinión aún generalizada, Reid aducía que “El día en que un ojo electrónico envíe de regreso a la tierra una fotografía que demuestre que hay vida en otro mundo no será éste un día de luto para los cristianos. Constituirá sin duda un día de triunfo. Demostrará de nuevo que el hombre le ha fijado un límite demasiado reducido a Dios” (Reid J. Dios creó otros seres. Dios, el átomo y el universo. Editorial Caribe. San José, Costa Rica. 1976. Págs. 214-27.). Una posición curiosa, que no coincide con la popularmente aceptada, pero que merece considerarse.
Es que la mencionada noción sobre el inevitable derrumbe de los esquemas filosóficos y religiosos humanos, en caso de que algún día la humanidad descubra y entre en contacto con una civilización extraterrestre, podrá confirmarse o no; pero de lo que no cabe duda es de que, en el momento actual, sirve a los fines de propaganda antirreligiosa – y específicamente anticristiana, pues es un producto cultural de fuente occidental – de un lobby ateo, humanista, evolucionista y cientificista, con el cual los medios de comunicación, así como los autores y realizadores cinematográficos y de televisión, ven conveniente y políticamente correcto concordar. Esta concordancia se da en detrimento de la postura religiosa, creacionista y espiritualista, cuya visión del mundo y la vida humana en el universo tal lobby considera perimido en función del mencionado cientificismo, entendiendo por tal la “tendencia a darle demasiada importancia a las ciencias positivas y al conocimiento que se adquiere a través de ellas y con sus métodos, considerados los únicos válidos para llegar a la realidad de las cosas” (www.wordreference.com/definicion/cientificismo). Es decir que, en la actualidad y siguiendo estas tendencias, prácticamente no hay lugar para la consideración de una visión espiritualista del universo, tal como la propugnada por los antiguos esquemas religiosos, siquiera como hipótesis de trabajo aceptable para explicar la realidad, o parte de la misma. Por eso vemos que en las obras de ficción las creencias religiosas son cubiertas por el manto del absurdo, o tratadas con indiferencia o como simple convencionalismo social, y en la no ficción – léase documental de divulgación científica – sólo registran, en el mejor de los casos, una presencia marginal. De esto se sigue como consecuencia que, en la divulgación de los detalles de la exploración científica “seria” en busca de vida extraterrestre – la que realizan las agencias espaciales procurando identificar evidencias de vida microbiana en el Sistema Solar – surja, de cuando en cuando, la alusión al cambio revolucionario que experimentaría el pensamiento humano, y todo lo ya mencionado. Ahora, en la consideración – mucho más mediática – de aquellos que medran produciendo obras de ficción o de no ficción sobre la investigación ovni y el contacto con seres extraterrestres, comienzan a aparecer los tales visitantes de otros planetas como los constructores de las pirámides, los antiguos dioses que enseñaron a la humanidad desde el dominio del fuego, técnicas de agricultura, metalurgia, medicina, las primitivas ciencias y el arte, hasta llegar a afirmarse que son nuestros auténticos creadores, al habernos dado la vida, o donado su ADN, sucedáneo moderno y científico de aquello.
Y por supuesto, la Biblia no escapa a esta moderna reinterpretación cósmica de los antiguos libros sagrados. Dios es un extraterrestre, seguramente uno muy importante y encumbrado, una especie de emperador o presidente galáctico; la columna de nube y fuego que guió a los israelitas en su salida de Egipto era en realidad el escape de los cohetes de una nave alienígena descomunal; los extraños seres vivientes que vio el profeta Ezequiel – los querubines, guardianes del trono de Dios – eran en realidad animales o seres de otros planetas, o naves espaciales de avanzado diseño; los ángeles, de apariencia humana, eran tripulantes de esas naves, capacitados para contactarnos; y por supuesto, Jesucristo en realidad fue un emisario galáctico, enviado para traer la paz y la concordia fraternal al planeta Tierra, y resultó asesinado por no ser comprendido. Por supuesto, nada de esto puede ser probado, y algunas explicaciones e interpretaciones requieren tanta o más fe para ser creídas, que la necesaria para creer en la interpretación tradicional: que Dios es Dios, el Creador Todopoderoso del universo, y Jesucristo es su Hijo, enviado a este mundo en virtud de un amor incomprensible, para ser nuestro Salvador.
Y esto último es una conclusión que trae paz y esperanza a quienes se preguntan si estaremos solos en el universo, y temen que algún día las pesadillas de ciencia ficción acerca de invasiones extraterrestres contra las cuales no hay defensa posible se hagan realidad. Que sepamos, hasta ahora la única forma de vida inteligente llegada desde fuera de este mundo, vino para hablarnos del amor del Creador, y dar su vida por nuestra eterna salvación. “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (Juan 17:16); “He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6:38). Esto dijo Jesús de Nazaret, ese ser que no era de este mundo, pero descendió del cielo y se hizo humano para demostrarnos el amor del Padre.
* Dr. Alvaro Pandiani: Columnista de la programación de RTM en el espacio “Diálogos a Contramano” que se emite los días martes, 21:00 hs. por el 610 AM. Además, es escritor, médico internista y profesor universitario.
(Adaptado del artículo homónimo publicado en iglesiaenmarcha.net, en marzo de 2014)
3 Comments
He leído con detenimiento el artículo publicado por el Dr. Álvaro Pandiani y me pareció muy interesante y coincido plenamente ya por la naturaleza en la que se ven involucrada la humanidad con seres divinos que llamamos extraterrestres en nuestros tiempos. En estos momentos de nuestra historia nos intriga en pensar que nos pueden invadir en un futuro y pueden someternos con su tecnologías, imponiendo su manera de pensar y sustrayendo las requizas naturales y minerales tal como lo hicieron los conquistadores con los indígenas Americanos, pero viendo y escudriñando en la historia nos podemos preguntar ¿no será que ya nos han conquistado y de la forma mas sutil, ya sea por las ideas, imágenes o mensajes y no por la fuerza? acaso no nos habremos dado ni cuenta siguiera me parece que ya lo han hecho, los avances los escritos que han encontrado los investigadores en culturas como La Mayas, Las Aztecas, Toltecas, Egipcias entre otras, Cabe decir entonases que no se explican de donde proceden tales conocimientos será que ya fuimos colonizados por varios seres benignos con diferentes culturas de otros mundos que nos enseñan como comportarnos en el universo y pueden que hayan otros con intereses mas oscuros que piensen en otros propósitos. Lo cierto es que estos seres estuvieron allanando el camino en la historia de la humanidad para un eminente contacto en el futuro.
La del estribo…
El famoso astro físico británico Stephen Hawking que hoy ocupa la cátedra de Newton en la Universidad de Cambridge, declaró hace muy poco tiempo que, si los extraterrestres visitaran la Tierra el resultado sería similar a cuando Cristóbal Colón llegó a América, un encuentro en el cual los nativos del continente americano no fueron los más beneficiados. Interesante reflexión….
Un muy interesante artículo del Dr. Pandiani que me toca muy de cerca, especialmente el pasaje dónde cita a James Reid autor del libro Dios, el Átomo y el Universo. Debo confesar que para mí ha sido y es una batalla permanente y extremadamente dura intentar dialogar con personas (Evangélicos, Católicos, Judíos) que conscientemente o no, limitan o acotan el terreno de acción del Señor. Efectivamente, soy de los que impulsan el concepto que la ingeniería divina de nuestro creador es tan magnífica e inmensa que abarca a todo el universo y sus leyes, las matemáticas, las leyes de la física y la química. Su “mano” es en verdad infinita y maravillosa, y precisamente por ello es que ningún humano, del siglo XXI, debería atreverse a desechar la posibilidad de que nuestro Dios crease vida en otros puntos de la infinitud universal. Desconozco si algún día haremos contacto con ellos o si alguna vez ya lo hicimos, algunos sostienen que sí, pero lo que sí digo es que no podemos achicar, comprimir o encorsetar el rango de acción del señor, no podemos dejar de visualizar que su impresionante y abrumadora creación va más allá de nuestra especie y de nuestro planeta.
Hace ya un tiempo leí un artículo cuyo título era: “La Evolución de la Idea de Dios en la Biblia”. Y eso es precisamente lo ocurre con nosotros. Creo que la evolución no es ni más ni menos que otra expresión de la infinita genialidad de su obra. Podría usar una metáfora informática diciendo: El nos ha instalado un Sistema Operativo tan inteligente que se va auto programando y renovando “on demand”.