El derecho al buen morir

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amourPor: Ps. Graciela Gares*

En una cultura que enfatiza fundamentalmente los derechos de la persona humana, hace ya tiempo comenzó a hablarse del derecho al buen morir.

Por casualidad llegó a mis manos un film europeo en el que se aborda el tema de la eutanasia. Un tema sensible, polémico, controversial. El título de la película engaña o despista un poco: “Amor” (originalmente Amour).

Se trata de un film premiado con la Palma de Oro en Cannes 2013, con una impecable actuación de sus protagonistas.

No es la única ocasión en que el cine se ha ocupado del tema de la eutanasia, ni es la única vez que películas que abordan esta temática resultan premiadas. Otro film uruguayo “Monstruo” (el cual no vimos) abordó este asunto el pasado año.

Es difícil discernir el rol del cine en el abordaje de temas sociales críticos. ¿Intenta ser un reflejo meramente testimonial de realidades sociales o supone una contribución a naturalizar conductas muy controversiales y difíciles de abordar explícitamente en otros contextos? No sabemos; quizá coexistan ambas intenciones, amén de la función artística.

El productor de la película “Amour” se habría inspirado en un episodio familiar que le tocó vivir por la enfermedad y el inesperado suicidio de una tía suya nonagenaria.

La película tiene como protagonista a una pareja de ancianos que comparten un apartamento. Son profesores de música retirados, personas cultas, educadas. Tienen una hija ya grande, que mantiene un vínculo algo distante con sus padres, mientras desarrolla su propio proyecto de vida.

Los ancianos aparentan llevar una tranquila vejez en una convivencia armoniosa, asistiendo a conciertos de música. Sorpresivamente, la señora sufre un accidente vascular que afecta su memoria generándole lagunas y fallas de coordinación motriz.

La ciencia médica le plantea la necesidad de una intervención quirúrgica, pero la operación empeora el estado de la enferma pues le ocasiona hemiplejia, obligándola a usar silla de ruedas. Sucesivos accidentes vasculares desembocan en la pérdida de facultades psíquicas, luego pérdida del habla y de la conciencia, sumiendo a la anciana en situación de total dependencia.

La hija propone internarla en alguna institución, pero el anciano se niega aduciendo que ello sería cruel. Decide cuidarla él, pero las demandas de la situación llegan a desbordarlo. Contrata gente para ayudarle con la higiene de la enferma y de la casa, recibe ayuda de vecinos y cuestionamientos de su hija que critica sus decisiones pero sin brindar ninguna ayuda real y práctica. Ante el deterioro que va sufriendo la esposa, el anciano intenta protegerla de la mirada de los otros alejando visitas, incluso de su propia hija.

La atención a la esposa enferma impiden al anciano cumplir rutinas básicas como comer, dormir o descansar adecuadamente, problematizando mucho la existencia de este esposo agotado y sufriente ante el deterioro de su compañera de vida. El sufrimiento es mayor dado que nada parece aliviar el padecimiento de ella.

Mientras la película transcurre, el espectador tiene la sensación de que tanto la persona enferma como quien la cuida van llegando al límite de su resistencia física y anímica frente al sufrimiento. Parece encomiable toda la dedicación, esmero y cuidado que ese marido anciano le brinda.

Cuando el espectador comienza a preguntarse hasta dónde alcanzarán las energías del esposo para abordar tal situación, la película da un giro inesperado. Luego de un episodio en el que la enferma en medio de su sufrimiento físico y psíquico solloza continuamente durante largo rato, el anciano le habla hasta calmarla y luego que ella casi se adormece, él la asfixia con una almohada. A continuación sale, sella la habitación y comienza a escribir una carta en la cual aparentemente explica su proceder. ¿Una carta para su hija?

A posteriori, el anciano que en todo momento pareció gozar de buena cordura mental, comienza a sufrir alucinaciones en las que cree ver a su esposa sana, en tareas en la cocina; es decir, él acaba cayendo en un desequilibrio mental.

Como suele ocurrir, este tema difícil se nos presenta bajo el eufemismo de una muerte piadosa, justificada porque la enfermedad y el repertorio de complicaciones que ella genera, pusieron contra las cuerdas tanto al enfermo como a quien se ocupaba de él.

La crítica cinematográfica plantea reflexiones como la que sigue:

“Cuando todo lo que había contribuido a construir y fortificar un amor se desvanece, la agonía acaba haciéndose insoportable. ¿Cómo permitir que el tiempo se lleve los últimos recuerdos hermosos? ¿Tenemos derecho a protegerlos?”. Y se pregunta qué hacer ante la incapacidad para aliviar el sufrimiento de quienes amamos.

A propósito del tema, en Francia mientras debaten sobre la eutanasia, acaban de absolver de cargos a un médico acusado de acortar la vida de 7 de sus pacientes ancianos, envenenándolos. Es decir, no trató de interrumpir tratamientos irrazonables sino que expresamente puso fin a la vida de ellos.

Tenemos el pálpito que probablemente en más de un parlamento del mundo se estén elaborando proyectos a favor de la llamada muerte por piedad.

Defensores de la eutanasia sostienen que vivir es un privilegio, no una obligación, por tanto nadie estaría obligado a vivir cuando ello implique sufrimiento sin esperanza.

Eutanasia significa EU: buena, THANATOS: muerte.

La eutanasia no tiene regulación jurídica en Uruguay. El art. 37 del Código Penal regula el homicidio piadoso:

“Los jueces tienen la facultad de exonerar de castigo al sujeto de antecedentes honorables, autor de un homicidio, efectuado por móviles de piedad, mediante súplicas reiteradas de la víctima”.

Por nuestra parte creemos que aquí se nos plantea un falso dilema, ya que la única opción frente a una situación como la que formula el film no es recurrir a una muerte “por piedad”.

Mirando la película era dable pensar: este anciano solo, sin Dios, no va a poder llevar a buen término este desafío. Necesita en primer lugar la ayuda y fortaleza de Dios. Luego, el apoyo de un grupo humano que le sostenga y le aporte soluciones prácticas para el cuidado de la enferma, por ejemplo, una comunidad cristiana que participe activamente mediante ayudas prácticas (cocinarle, reemplazar al esposo en la atención de la enferma y el cuidado de la casa, orar por el alivio de la paciente, etc.).

El término “monstruoso” sobrevuela ambos films. En “Amour” la esposa antes de enfermar utiliza el término bromeando sobre un sesgo de la relación de su esposo con ella. En el film uruguayo “Monstruo” el concepto está inserto desde el título de la película que aborda la muerte por piedad. Creemos que es la expresión que naturalmente nos brota ante la práctica de la eutanasia.

Oponernos a la eutanasia no supone consentir con el ensañamiento terapéutico que pretende mantener a un ser humano conectado indefinidamente a una máquina o extendiendo artificialmente los signos vitales.

Significa permitir que la vida se extienda naturalmente el tiempo que Dios disponga, sin que el hombre intervenga interrumpiéndola. Obviamente, actuando para aliviar en el enfermo todo dolor físico, psicológico, moral o por falta de paz espiritual.

El tema nos desafía a reformular el concepto del buen morir. Y pensamos que cada uno de nosotros podría y debería trabajar activamente mientras estamos sano, para alcanzar un buen morir al final de nuestros días sobre la tierra. He aquí algunas ideas:

–          Aceptar la muerte como el final esperable de nuestra experiencia vital sobre la tierra y prepararnos para ello.

–          Vivir bien, cuidando con esmero el cuerpo y la salud a lo largo de toda la vida. Hoy pocos mueren de “muerte natural” como otrora acontecía. Ahora nos matan las enfermedades de la civilización: problemas cardiovasculares, enfermedades degenerativas, accidentes de tránsito, etc. Sin dudas, mucho debemos hacer para evitar los estilos de vida tóxicos, antinaturales, estresantes.

–          Cultivar la paz psico-emocional y espiritual, mediante la reconciliación con Dios y con el prójimo si corresponde. Dios suele dar mucha paz espiritual y emocional en la partida final a los suyos. Recordemos que el dolor (a veces insoportable) tiene un componente emocional muy significativo.

–          Reducir al mínimo indispensable la manipulación química y quirúrgica del cuerpo humano cuando las situaciones sean irreversibles. La iatrogenia de múltiples procedimientos invasivos de la medicina alopática pueden tornar más cruel el desenlace final de la vida, y el “ensañamiento terapéutico” sin respetar la naturaleza, lleva en ocasiones a prolongar indefinidamente la agonía.

Una vez aprobada la ley que despenalizó dar muerte a los niños por nacer (aborto), algunas voces advertían que luego se apuntaría a legalizar la eutanasia. Así se atacarían los dos extremos vulnerables de la vida humana: el niño por nacer y el anciano por morir. Es decir, el ser humano decidiendo quién debe vivir y quién no.

Desde la cosmovisión cristiana, dar vida y quitarla son facultades que corresponden exclusivamente a Dios. A la luz del texto bíblico, el vivir no es presentado como un mero derecho humano sino más bien como un don de Dios, siendo Él el dador y propietario de la vida. “El Señor quita la vida y El la da; nos hace bajar al sepulcro y de él nos hace subir”. (1 Samuel 2:6 – La Biblia).

Creemos que la Biblia no contempla la muerte por piedad.

Recordemos la historia de Saúl y David. Cuando Dios ya había elegido a David para reemplazar a Saúl en el reinado de Israel, Saúl resultó mal herido en una batalla. Consciente de su inminente final, pidió a un guerrero que lo matara, y éste relató luego: “… me pidió que me acercara a él y lo matara de una vez, porque ya había entrado en agonía y sin embargo todavía estaba vivo. Así que me acerqué y lo maté porque me di cuenta que no podría vivir después de su caída.” (2 Samuel 1:9 -10). La reacción en contrario de David no se hizo esperar: “ ¿y cómo es que te atreviste a levantar tu mano contra el rey escogido por el Señor?, le increpó y de inmediato condenó a muerte al homicida.

Con la misma perspectiva nos preguntamos: ¿si la vida es una potestad de Dios, cómo nos presentaremos ante Él habiendo segado la vida de un semejante? Esta es nuestra humilde opinión sobre un tema que sabemos por demás polémico y controversial.

* Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 hs.

2 Comments

  1. René dice:

    Muy interesante,agradezco màs aportes de ser posible.

  2. Carlos dice:

    Tema en extremo delicado toca en esta ocasión la Ps. Graciela Gares, creo que abordarlo es tan delicado como necesario. En lo personal me toca muy de cerca debido a en el transcurso de mi vida han sido varias las situaciones familiares en dónde me he formulado la típica y trágica pregunta ¿Qué sentido tiene todo esto? Concretamente, he vivido tres situaciones cercanas en las cuales oré al señor pidiendo que finalizara las agonías. Invariablemente en cada uno de los casos y luego de transcurridas cuarenta y ocho horas de mi oración se producen los desenlaces. Está claro que mi experiencia es muy diferente a la del anciano en la película, el anciano tomo la iniciativa de finalizar con su propia mano la agonía y creo que, al final, fue eso lo que lo atormentó.
    También existe la realidad de personas que estando en pleno goce de salud y de sus facultades mentales, piden a sus hijos o cónyuge que “en caso de agonía, pedir al médico actuante la desconexión” de manera de evitar prolongar un final sufrido para el paciente y para su entorno.
    Alguien puede decir: “No sé si la Biblia contempla la muerte por piedad” , Oh !! Pero sí contempla otras muertes y no precisamente por piedad, ej:
    “Después Samuel dijo a Saúl: Jehová me envió a que te ungiese por rey sobre su pueblo Israel; ahora, pues, está atento a las palabras de Jehová. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto. Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos. (1 Samuel 15:1-3) “
    “Cuando te acerques a una ciudad para combatirla, le intimarás la paz. Y si respondiere: Paz, y te abriere, todo el pueblo que en ella fuere hallado te será tributario, y te servirá. Mas si no hiciere paz contigo, y emprendiere guerra contigo, entonces la sitiarás. Luego que Jehová tu Dios la entregue en tu mano, herirás a todo varón suyo a filo de espada. Solamente las mujeres y los niños, y los animales, y todo lo que haya en la ciudad, todo su botín tomarás para ti; y comerás del botín de tus enemigos, los cuales Jehová tu Dios te entregó. Así harás a todas las ciudades que estén muy lejos de ti, que no sean de las ciudades de estas naciones. Pero de las ciudades de estos pueblos que Jehová tu Dios te da por heredad, ninguna persona dejarás con vida, sino que los destruirás completamente: al heteo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, como Jehová tu Dios te ha mandado; para que no os enseñen a hacer según todas sus abominaciones que ellos han hecho para sus dioses, y pequéis contra Jehová vuestro Dios. (Deuteronomio 20:10-18)”
    Sé, y difícilmente alguien pueda hacerme variar de opinión, que Dios es mucho, muchísimo más grande que todos los textos religiosos juntos. Entonces digo con énfasis y redoblada convicción de que con Dios todo sin Dios nada.

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