¡Sacate los pantalones! – 1

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pants_chPor: Dr. Álvaro Pandiani*

La Iglesia Cristiana tiene muchos desafíos hoy por hoy, sin duda. La Iglesia Cristiana Evangélica tiene muchísimos y grandes desafíos, además de los retos internos que siempre deben enfrentar las congregaciones; llámese problemas derivados del manejo equívoco del dinero recolectado, de una práctica de la sexualidad por los miembros, o incluso por los pastores o líderes, reñido con los principios morales cristianos, de un ejercicio de la autoridad desequilibrado, por no decir abusivo, sobre los feligreses, también de una aspiración a cargos de jerarquía ministerial por motivos diversos de la vocación de servicio por amor cristiano, tales como el prestigio o la ganancia económica. Además de todo eso, y de varias otras situaciones que potencialmente pueden generar conflictos, la Iglesia Cristiana Evangélica tiene desafíos externos de peso, trascendentes, que constituyen una verdadera amenaza a su prédica moral, y requieren una respuesta racional y bien argumentada; una respuesta que demanda la aplicación al problema de toda la energía, la inteligencia, la compasión y el amor cristiano de los miembros de la Iglesia, para replicar a tales retos de una forma coherente, actual, efectiva, y concordante con el evangelio.

Ante este cúmulo de situaciones y temáticas complejas, espinosas y difíciles que inexorablemente debemos enfrentar, no deja de llamar la atención, de sorprender incluso, el debate acalorado suscitado entre pastores, líderes y creyentes en general, hace varios meses a través de internet – concretamente, de facebook – sobre un aspecto de la vestimenta adecuada que tiene que lucir la persona que ha profesado la fe cristiana dentro de una congregación evangélica. Específicamente el uso, por parte de la mujer, de pantalones.

Si a alguien le asombra que los cristianos nos entretengamos con estos temas, a mí también. Pero como el tema eclosionó otra vez hace cosa de dos o tres meses (es de esos temas reiterados, que aparecen cada tanto, como enfermedad crónica que periódicamente presenta empujes), vamos a aprovechar esta oportunidad para abordarlo, a ver si es así que le tenemos que decir a las mujeres de nuestras congregaciones que se saquen los pantalones.

Inicié mi andar en el evangelio, hace unos treinta años, en una iglesia evangélica que adhería estrictamente – predicaba, enseñaba e imponía – una forma de disciplina formal aplicada al aspecto personal, que entrecasa era denominada “doctrina”, y que por supuesto no era originada en esa iglesia, ni era privativa de la misma; de hecho, aún hoy pueden verse personas, hombres y mujeres, fácilmente reconocibles como hermanos y hermanas en la fe de iglesias que ostensiblemente predican y practican la “doctrina” aplicada al aspecto personal. Cosas como, por ejemplo, en el caso de los caballeros, la prohibición del uso de barba y bigote, el uso puntilloso de traje y corbata en las reuniones de culto – ni se te ocurriera ir de vaqueros – y el cabello corto, casi al estilo militar. En el caso de las damas, las restricciones eran más abundantes; al no uso de pantalones lo complementaba la recomendación de una pollera larga – lo más larga posible – y también de medias, incluso en verano; también el uso de manga larga, la prohibición de cortarse el cabello, que debía ir recogido permanentemente en un moño, la prohibición del uso de cualquier tipo de maquillaje, la prohibición del uso de adornos y alhajas, y en casos extremos, ni siquiera el uso de sandalias (sólo zapato cerrado).

Si a alguien le evoca un estilo que podría corresponder a otra época, concretamente una mixtura desde principios del siglo 20 hasta inmediatamente antes del comienzo de la década de los sesenta de ese siglo, somos dos. La imposición como “doctrina” de una línea de aspecto personal como la descrita por los líderes religiosos evangélicos parece el resabio de la resistencia de los antecesores de esos líderes ante los cambios sociales, en las modas, estilos y costumbres, que trajo precisamente la década de los años sesenta del siglo pasado. Inevitablemente, esta “doctrina” viene refrendada por pasajes bíblicos, los que se interpretan en la dirección indicada por el pensamiento imperante en los líderes de la comunidad. Si tales líderes adhieren a la “doctrina”, la enseñanza a partir de tales pasajes será predominante – o exclusivamente – a favor de las restricciones mencionadas, o incluso otras. Dichas enseñanzas tendrán el peso de la autoridad de quién las imparte, en razón de su cargo pastoral o de liderazgo. También hay que tener en cuenta el mejor o más hábil manejo, por lo líderes y predicadores, de las palabras y los textos bíblicos, lo que no implica que lo hagan en forma impecable desde un punto de vista hermenéutico; es decir, de su correcta interpretación, adecuando texto a contexto, época, cultura y situaciones particulares, así como entendiendo bien las figuras retóricas del lenguaje bíblico. En general, los feligreses adolecen de conocimiento escaso y comprensión pobre de las Escrituras, lo que les impide debatir sanamente, contrastando opiniones acerca de lo que dice en realidad un pasaje bíblico sobre el que se basa una de estas enseñanzas. En tercer lugar, en general la adhesión a la “doctrina” se toma como evidencia visible del grado de “conversión”, “consagración”, “santificación” del o la creyente; por lo tanto, no seguir puntillosamente las enseñanzas pone en entredicho la auténtica lealtad a la fe que el creyente dice profesar, y constituye un estigma – “mundanalidad”, “falta de espiritualidad”, “carnalidad” – visto como algo muy negativo en el microcosmos de la comunidad religiosa.

Dos ejemplos merecen consideración aquí, bien que brevemente. La prohibición del uso de adornos, alhajas y cabello suelto con arreglos y peinados por parte de las mujeres hallaba fundamento, en mi experiencia habida en la iglesia en la que conocí el evangelio, en pasajes bíblicos como Isaías 3:17-23 (“el Señor rapará la cabeza de las hijas de Sion, y Jehová descubrirá sus vergüenzas. Aquel día quitará el Señor el adorno del calzado, las redecillas, las lunetas, los collares, los pendientes y los brazaletes, los turbantes, los adornos de las piernas, los partidores del pelo, los pomitos de olor y los zarcillos, los anillos y los joyeles de las narices, las ropas de gala, los mantoncillos, los velos, las bolsas, los espejos, el lino fino, los turbantes y los tocados”); y también en 1 Pedro 3:3-4 (“vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible adorno de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios”). Pero una lectura detenida del pasaje de Isaías nos permite entender que el mismo es en realidad una denuncia contra la frivolidad y negligencia de las mujeres de la clase alta de Jerusalén, en tiempos en que la vida espiritual de la nación estaba seriamente comprometida por la idolatría y las continuas violaciones de la ley de Moisés. El pasaje de la primera epístola de Pedro, que sí está dirigido – a diferencia del anterior – a mujeres cristianas, bien que puede en principio interpretarse como una reprobación del lujo, la ostentación y la opulencia derivadas de la riqueza material – algo con lo que podemos estar de acuerdo – profundiza más, recomendando a la mujer cristiana cultivar su vida espiritual, no poniendo la mira última en cosas materiales, sino en crecer cada día en su relación personal con Dios y su carácter cristiano, y recuerda aquellas palabras de Jesús en Mateo 6:19-20: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen, y donde ladrones no entran ni hurtan”. Por lo tanto, más que recomendaciones – o mandatos – específicos sobre cuestiones de aspecto personal, impresiona más bien una invitación a buscar los valores espirituales en la vida cotidiana.

En cuanto al asunto del no uso de pantalones por la mujer, creo que el principal pasaje bíblico de apoyo para semejante restricción es el de Deuteronomio 22:5, donde leemos: “No vestirá la mujer traje de hombre ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque es abominable para Jehová, tu Dios, cualquiera que esto hace”. Si estas palabras, escritas por Moisés hace alrededor de tres mil quinientos años para una sociedad y una cultura en formación en medio oriente, son aplicables para la mujer cristiana de hoy, eso significa que dicha mujer cristiana, si usa pantalones, es abominable delante de Dios. Abominable es una palabra muy fuerte; significa todas estas cosas: detestable, odioso, execrable, repulsivo, atroz, monstruoso, incalificable, repugnante, y más. Es curioso, y suena retorcido, que el evangelio nos invite a recibir a Jesucristo como Salvador para el perdón de nuestros pecados, que nos asegure que independientemente de la enormidad de nuestros pecados Dios nos perdona en Cristo, y luego que ya estamos en el Camino del Señor, el uso de una particular prenda de ropa pueda hacernos aborrecibles, odiosos, repulsivos, etc., ante ese mismo Dios. Una mujer, que al arrepentirse de sus pecados y creer en Jesús fue perdonada, hecha hija de Dios, recibida en la familia de Dios, llena del Espíritu Santo, que es parte del “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 Pedro 2:9), ¿por vestir una prenda de ropa que, en lugar de envolver sus dos piernas juntas (pollera), las envuelve por separado (pantalón) se transforma en una abominación ante Dios? ¿Es coherente eso? ¿O es una enorme ridiculez?

Hace unos años estuve trabajando en un país donde los hombres usan pollera; y no fue en Escocia. Fue en el 2005, en Sri Lanka, afectada por el tsunami de diciembre de 2004. Ellos no le llamaban pollera; de hecho, no recuerdo como le llamaban. Pero era una prenda de ropa que envolvía ambas piernas juntas; para nosotros, una pollera. Recuerdo que me resultaba sumamente raro, y gracioso, verlos con esas polleritas; pero a ellos no les llamaba para nada la atención, pues forma parte de su cultura. Pese a eso, ¿eran abominación ante Dios esos hombres? Porque Deuteronomio 22:5 también habla de los hombres, algo que los hombres tendemos a olvidar, como en tantas otras cuestiones en que nuestro machismo al acecho carga las tintas sobre la mujer, como responsable, culpable, y atada a obligaciones; y sobre esto vamos a volver enseguida. Los cristianos cingaleses y tamiles de Sri Lanka con los que estuve aquel mes, dispuestos a afrontar persecución y violencia por su fe (pues Sri Lanka es un país donde existe intolerancia contra los cristianos), ¿se volvían abominables por usar una prenda de ropa habitual para su tierra, su sociedad y su cultura?

Parece necesario, entonces, interpretar esto de otra manera. Si uno lee atentamente el texto citado, y lo interpreta en forma literal y simple, se ve que es una severa amonestación contra el travestismo. Dado que el travestismo es una forma de identificación transgénero, no exclusivamente asociada a la homosexualidad, en la que la persona utiliza vestimenta socialmente asociada al género opuesto – elemento que constituye la clave – el uso de pantalón por parte de la mujer en las comunidades religiosas no puede considerarse como tal en las sociedades occidentales actuales. De otra forma, a las mujeres de las comunidades cristianas que visten pantalones debería considerárselas travestis. El extremo del absurdo al que puede llegarse siguiendo esta línea de pensamiento no sólo es descomunal, sino también vergonzoso. Si alguien protesta aduciendo que nuestra forma de vestir no debe estar signada por los estilos y costumbres de la sociedad en la que estamos insertos, sino por la Biblia, podría invitársele a salir a la calle vestido como los hombres de los tiempos bíblicos; al respecto de esto, cabe prestar atención a lo escrito en el Nuevo Diccionario Bíblico: “la vestimenta más importante parece haber sido un tipo de taparrabo o prenda ajustada a la cintura, una camisa o túnica larga o corta, una prenda superior y una capa, y naturalmente el cinturón, la prenda para la cabeza, el velo y las sandalias”; y más adelante se lee lo siguiente: “la vestimenta femenina era muy similar a la masculina. Pero la diferencia debe haber sido bastante evidente… la diferencia debe buscarse en un material de mejor calidad y más colorido, y en el uso de un velo y un tipo de prenda para cubrir la cabeza” (Vestido, Ropa; NDB, Ediciones Certeza; 1991; págs. 1407-08). A uno se le ocurre que huelgan más argumentos.

* Dr. Alvaro Pandiani: Columnista de la programación de RTM en el espacio “Diálogos a Contramano” que se emite los días martes, 21:00 hs. por el 610 AM. Además, es escritor, médico internista y profesor universitario. (Adaptado del artículo Sacate los pantalones, publicado en iglesiaenmarcha.net, en setiembre de 2013)

 

8 Comments

  1. JOTA JOTA CE dice:

    La biblia es clara,los hombres la cambian,ni pantalones ni polleras cortas,decencia.

    • elrusoperes dice:

      JJC, usted parece que no leyó ni los artículos, ni los comentarios.
      Entra, tira su posición categóricamente, sin argumentos, sin fundamento bíblico (más que afirmar que aquello que le enseñaron a usted es lo que verdaderamente dice la Biblia), y ya está.
      Y piensa que así queda saldada la cuestión. Pues no, mi amigo.
      Vaya y escudriñe las Escrituras. Mire que entre esos “hombres” que “la cambian” también pueden haber estado los que le enseñaron a usted.
      Dios le bendiga.

  2. elrusoperes dice:

    Y otra cosa: las mujeres también le miran el trasero a los hombres, sobre todo los que son musculosos. ¿Qué hay que decirle a esos hombres? ¿Qué no usen más pantalones tampoco, o que dejen de ir al gimnasio?
    Hay que ser más espiritual uno, y dejar de embromar a los demás.
    Saludos y bendiciones para todos.

  3. nancy dice:

    quisiera hacer mi acotacion en base al pantalon , en una oporunidad viviendo en la zona de trelew y camino a la iglecia donde concurriamos, mi hijo que tenia 10 años me pregunto acerca de que porque la mujer no podia usar pantalones mi respuesta fue que la blibia decia que la mujer no debia usar vesiduras de hombre ni parecerce , y me respondio que el pantalon que usaban las mujeres era una prenda femenina,sin saber que responder seguiamos circulando en el auto que manejaba mi marido, de pronto pasa una señorita con un pantalon blanco muy ceñido donde su prenda intima quedaba al traslucido,y automaticamente los varones que viajaban en el auto desviaron su mirada tras aquella figura y es ahi donde obtuve mi respuesta, ven por eso la mujer debe vestirse decorosamente donde va nuestra mirada tambien va nuestro corazon.

    • elrusoperes dice:

      Nancy, una pregunta, por casualidad junto a la señorita de pantalón blanco ¿no iba una amiga de ésta, vistiendo una pollera – como insisten los enemigos de los pantalones – pero ¡oh! una pollera cortita y ajustadita que también dejaba su prenda íntima al traslúcido?
      Si usted lee la parte 2, verá que se menciona precisamente eso: que nadie habla de pantalones o calzas superajustadas, y que no todas las polleras son decorosas. En suma, el decoro no pasa por polleras o pantalones, sino por una actitud interior, porque eso es lo que dice la Biblia, y en los artículos está suficientemente fundamentado.
      Enséñele a su hijo la Biblia, no mandamientos de hombres, y menos de hombres carnales.
      Muchas bendiciones de Jesús para usted.

  4. miguel dice:

    Muy buen artículo, mesurado y equilibrado, me gusto escucharlo, pero también refleja una problemática de identidad del hombre en la sociedad actual. Y Ciertamente no se trata de una o dos vueltas de cortes de tela, sino de la FALSIFICACIÓN que se esconde atrás, usurpar el papel que Dios ha dado al otro como criatura, incluso tratan de usurpar al mismo EL. Siempre ha habido falsificaciones y herejías así como es el Relativismo (para descreer de todo o burlar lo Absoluto que al fin y al cabo es la Verdad o Dios). El Relativismo es la principal característica del Posmodernismo o Neo-modernismo que es a su vez la arista más aguda del Modernismo que nace de la “liberación por un tiempo” del Libre Pensamiento por el año 1,300, el mismo pecado del jardín del Edén, cuya finalidad es la deidad del hombre, en sus dos corrientes, el agnosticismo y el panteísmo donde el hombre soportado por la creación pretende ponerse en una relación de igual a igual a Dios. Pero Nuestro Dios es Revelado, y su plenitud es una persona es Jesús de Nazaret, o Cristo, como lo vocalizó significativamente los Apóstoles, primero Pedro por una revelación de lo alto como se lo hizo saber el mismo Señor y luego Tomas como discípulo, dando el mismo nombre que los Judíos daban a Dios “Señor”. Siempre se han combatido las herejías, las Cartas Apostólicas son prueba de ello en los primeros años de Cristianismo para mantener la sana Doctrina o Evangelio del Señor en la Iglesia del camino o de Jesucristo hombre.

  5. omar dice:

    Tengo 78 años, convertido al Señor a los 13 así que he vivido las distintas etapas en que estos temas eran muy discutidos, En algunas iglesias aún hoy se discuten. Estoy de acuerdo en que estamos en tiempos en que el uso de los pantalones, dejó de ser una exclusividad masculina pero creo que cuando leemos en 1 P. 3: 3-4 no debemos descuidar ciertos límites, Como por ejemplo el uso de pantalones estrecho, tanto en mujeres como hombres, ir a la iglesia de bermudas , tanto mujeres como hombres, las mujeres con ropas que traslucen, dejando a la vista las prendas íntimas, las ropas con escote exagerados etc. porque si no dejaríamos de lado el vestirse con decoro como dice en 1 Tim. 2:9.

  6. Carlos dice:

    De nuevo; otro excelente artículo del Dr. Pandiani.

    Cuando comencé a escucharlo lo primero que se vino a mi mente fue:
    “En aquellos tiempos los habitantes de esa región del planeta vestían en el mejor de los casos túnicas polvorientas y sandalias, además debemos tener en cuenta que no todos tenían fácil acceso al agua de forma tal de poder sostener condiciones de higiene personal razonables, por ello no me resulta lógico ni aceptable la imposición de requerimientos rígidos y estrictos con respecto a la indumentaria personal, máxime cuando Jesús no las tenía….” Jesús limpió pies de sus discípulos, estos señores tan rígidos y estrictos serían capaces de algo así? ¿Serían capaces de abandonar sus caros trajes de alpaca y salir a la calle a caminar con la gente? ¿Serían capaces de salir de sus cómodas sacristías? Creo que no.
    Debo pedir perdón porque este artículo ha logrado dispararme algunas inquietudes que han sido motivo de reflexión en mí desde hace algún tiempo, reflexiones éstas que en realidad no se ajustan al tema central del artículo del Dr. Pandiani, (de nuevo disculpas por ello) pero tal vez aporte algo.
    Luego de escuchar y leer el artículo me preocupa observar que en cada ocasión que es citado algún pasaje bíblico que conceptualmente nos rechina como ciudadanos de este siglo XXI, el pastor, cura párroco, o columnista actuante se viste de exégeta e intenta rápidamente “acomodar el cuerpo a la situación” diciendo: “ …bueno es necesario, entonces, interpretar esto de otra manera…” . Otros, prefieren usar una salida ya gastada expresando: “bueno…, esto no hay que interpretarlo literalmente, hay que ubicarlo en el contexto histórico en el cual fue escrito”. También existen quienes prefieren poner sobre la mesa algún pasaje (que tenían previamente bien pensado) que nos proporciona una argumentación aceptable y tranquilizadora para nuestros oídos, o quizá una combinación de ambas. Pero también me inquieta cuando se lee algún pasaje de carácter genérico y que no ofrece dificultad ni contradicción; entonces allí sí, sin dudar! se nos dice que el pasaje es claro y contundente no habiendo lugar a dos interpretaciones, el pasaje debe ser interpretado en forma literal. Basado en mi experiencia me animaría a decir que hay un exégeta por cada lector. Por ende en Uruguay tendríamos 3,5 millones de interpretaciones diferentes, al igual que técnicos de fútbol.
    Si bien la ciencia y la tecnología han avanzado muchísimo aún hoy no se ha inventado el interpretómetro bíblico, instrumento capaz de darnos la información necesaria para definir que pasaje de la Biblia debe ser interpretado de “otro modo” (ajustable a nuestro tiempo y cultura) o que pasaje debe ser entendido literalmente.
    Tantas ediciones, tantas traducciones, tantas versiones corregidas, tantos ajustes, tanta gente ha trabajado, tantas expresiones cambiadas, tantas manos en un plato…. A partir de aquí me surgen preguntas:
    Si es verdad, como lo es, que existe corrupción dentro de la iglesia (católica, evangélica, evangélica pentecostal, iglesias brasileñas, etc.) :
    ¿Qué grado de confianza es posible tener en el trabajo desarrollado por traductores, correctores o editores?
    ¿No será posible que éstos (hombres sujetos a tentación) también se sienten impulsados a hacer “retoques” según su doctrina?
    ¿Qué persona se siente tan iluminada o elegida como para indicarme que pasaje debo interpretar de “otro modo” y que pasaje debo interpretar literalmente?
    Los católicos y los evangélicos tienen biblias diferentes, la católica tiene libros deuterocanónicos del antiguo testamento que los evangélicos consideran apócrifos (1 y 2 Macabeos, Tobías, Judit, Baruc, Sabiduría, y Sirácida).
    ¿No debería haber una única Biblia para todo el cristianismo?
    De nuevo pido disculpas por irme a otro tema que no era el central.
    Muchas gracias.

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