Cristianos Baruc

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5-qualities-successful-entrepreneursPor: Dr. Álvaro Pandiani*

No es época de navidad; faltan cuatro meses para esa fiesta. Pero, para empezar esta reflexión, quiero evocar un pequeño ida y vuelta de opiniones sobre el artículo Servicio Navideño, publicado en diciembre de 2011 en la página web iglesiaenmarcha.net, que reprodujimos aquí como columna radial en diciembre de 2013. Un lector comentó: Si bien el articulo es muy sesudo…lo encuentro un poco desmoralizante…tiene varios conceptos que más que un clima festivo y victorioso parece que se va a un velorio… frases como las siguientes, “Quizás sea hora que los cristianos evangélicos dejemos de pasar la vida soñando con “grandes conquistas” y “grandes victorias”, siempre aspirando a objetivos monumentales y logros de dimensiones hollywoodenses en nuestras congregaciones, templos, convenciones, confraternidades y campañas. “, deprimen la expectativa DE VICTORIA Y GRANDES CONQUISTAS QUE ESTAN EN TODA LA BIBLIA”. Al día siguiente una respuesta colocaba nuevamente en contexto el párrafo – sacado de contexto para criticar la reflexión – de la siguiente manera: “Tal vez sea pertinente que consideremos vivir una vida sencilla, sólidamente cimentada en la Palabra de Dios, y coherente con el testimonio de servicio con el que Jesús nació, vivió y entregó su vida por todos. Una vida cristiana proyectada a la comunidad, a la que se llama al arrepentimiento y se anuncia las buenas noticias de salvación por la fe en Jesucristo, sí, pero a la que se sirve con nuestro tiempo, talentos y virtudes, así como también con nuestros bienes. Porque, como dijo Jesús de Nazaret, “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35), y de eso Él fue ejemplo máximo”.

La contraposición entre una sencilla vida de servicio cristiano – que es en esencia lo que plantea el artículo Servicio Navideño – y una vida DE VICTORIA Y GRANDES CONQUISTAS (así, en mayúsculas, como lo escribió el lector), parece absurda y fuera de lugar. Es verdad que la Biblia nos habla de victorias. No estoy tan seguro que de grandes conquistas; primero deberíamos definir a qué nos referimos con grandes conquistas. Si hablamos de victorias, sí. Sí, de victoria sobre el pecado; sí, de victoria sobre la maldad; sí, de victoria sobre las pruebas, las luchas y dificultades que cotidianamente nos asedian en un mundo cada vez más apartado de Dios, de los principios bíblicos y de los valores del Reino de los Cielos. Pero cuando hablamos de conquistas, ¿de qué hablamos? ¿De conquistar la ciudad, el país? ¿De conquistar el mundo para Cristo, como prometen los predicadores y maestros de los grandes ministerios? ¿Hablamos de formulas milagrosas – por no decir mágicas – para lograr cosas grandiosas y sueños que parecen imposibles, sin hacer antes un alto para preguntarnos si tales logros son voluntad de Dios? ¿De métodos novedosos para alcanzar metas que las iglesias, con la oración y el trabajo continuo de sus miembros verdaderamente comprometidos con la obra, aún no han logrado? Métodos que supuestamente le han sido revelados por el Espíritu Santo a una persona, la cual lo aplicó y le funcionó, y entonces entiende que debe ser el centro de una organización internacional, y así revolucionar la Iglesia en todo el mundo.

Desde hace muchos años me ha llamado la atención la parafernalia promocional de algunos de estos grandes ministerios “exitosos”, para atraer participantes a sus megacongresos de liderazgo: “como lograr” tal cosa, “como hacer” tal otra, “como lograr” esto o aquello o lo otro. En efecto, hay un espíritu de triunfalismo malsano en el discurso de muchas organizaciones evangélicas de proyección internacional, de gran auge mediático en América Latina; organizaciones cuya prédica y enseñanza han transformado al Dios de amor, misericordia y justicia, en un Dios de sucesos y eventos multitudinarios, virtualmente volviendo el culto al Señor en un culto al “éxito” ministerial: grandes concentraciones de gente, cuantiosas ofrendas – que sostienen económicamente equipos enteros de personas trabajando para engrandecer aún más la organización – acceso a los medios masivos de comunicación, convirtiendo a los líderes y predicadores en cuasi estrellas mediáticas, y en algunos casos el broche de oro lo da el ingreso a la carrera política, en sus respectivos países. Carrera política que, por supuesto, es presentada como un logro más, una “bendición dada por Dios” al referido predicador, pastor o evangelista, para continuar su servicio a Dios desde esos ámbitos, y que hasta los evangélicos que ven la participación en política de los cristianos con aversión, justifican, porque Dios lo puso allí para hacer su obra, pues “es un gran siervo del Señor”.

Desafortunadamente cuando los cristianos de a pie, los que trabajan para ganarse la vida y el domingo van a la iglesia para cultivar su fe en Cristo, intentan trasladar ese triunfalismo a sus realidades cotidianas, ávidos de obtener los “grandes logros” que otros prometieron, a menudo ven frustradas sus expectativas, y deben aprender a través del desencanto que la vida cristiana es algo más profundo – y que necesita mejores fundamentos – que las grandilocuentes promesas vociferadas desde escenarios gigantescos. Unos superan la desilusión; otros no.

Los primeros lograrán avanzar en su vida espiritual y crecer en su vínculo con Cristo, entendiendo que las penurias, las dificultades y la precariedad también forman parte de la vida de fe, y que es en esos momentos cuando mejor se prueba la fidelidad. Los otros quedarán por el camino, decepcionados de una religión que no les dio lo que prometió, e incapaces de comprender que las promesas de los religiosos – incluidos los evangélicos – no siempre coinciden con las promesas de Dios en la Biblia; porque Dios promete perdón, salvación, vida eterna, paz, amor y amistad fiel a toda prueba, pero nunca beneficios materiales en exclusiva, dinero: autos, casas, prestigio y fama, iglesias gigantes con ingresos financieros superabundantes.

Un oscuro personaje del Antiguo Testamento llamado Baruc, nada menos que el secretario del profeta Jeremías, mereció un mensaje personal de parte de Dios. En medio de la debacle de Israel, caída Jerusalén ante Nabucodonosor y cautivo el pueblo de Judá rumbo a Babilonia, Baruc se lamentó diciendo: “¡Ay de mí ahora!, porque ha añadido Jehová tristeza a mi dolor. Fatigado estoy de gemir, y no he hallado descanso” (Jeremías 45:3). Al leer tales palabras, podríamos pensar que la lamentación de este hombre era motivada por el desastre que finalmente había llegado sobre su pueblo, que era expresión del dolor que embargaría a cualquier judío al ver la ciudad de Jerusalén destruida, el Templo derribado y la nación desintegrada y arrastrada al exilio. La respuesta de Dios a la autocompasión de Baruc es reveladora: “yo destruyo a los que edifiqué y arranco a los que planté, esto es, a toda esta tierra, ¿y tú buscas para ti grandezas? ¡No las busques!” (Jeremías 45:4, 5). Baruc ansiaba logros extraordinarios, sin darse cuenta que el mundo se derrumbaba a su alrededor; o sin parecer importarle. Cabe preguntarse qué pretendía lograr este hombre; reconocimiento, fama, fortuna, ser el sucesor del profeta Jeremías, tal vez. En cualquier caso, su tristeza y su dolor no nacían de la tragedia de su pueblo, sino de sus propias frustraciones personales. En este contexto, incluso, la expresión ha añadido Jehová tristeza a mi dolor parece una queja egoísta y casi pueril, como si acusara a Dios de haberlo estorbado para que no concretara sus aspiraciones particulares. La recomendación de Dios fue simple, breve y fácil de entender: ¡no busques grandezas! Baruc debía contentarse con sobrevivir.

Entonces, es necesario que quienes profesamos la fe cristiana y decimos haber experimentado la experiencia de conversión que nos hace hijos de Dios, discípulos de Jesucristo, cristianos nacidos de nuevo, entendamos bien de qué se trata todo esto; que entendamos la Palabra de Dios, y entendamos bien a Dios. Entender bien a Dios significa entender el evangelio: una oferta de amor y salvación al perdido. Entender que una promesa como “Mi Dios… suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19), debe compatibilizarse con una afirmación como la siguiente: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:22); también que en relación a lo material, el mandato para el cristiano es: “teniendo sustento y abrigo, estemos ya satisfechos” (1 Timoteo 6:8), mientras que, en cuanto a la grandeza en el ministerio, el Señor dijo: “el que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos” (Marcos 10:43, 44). En otras palabras, las abundantes promesas de bendición, provisión y victoria que la Biblia contiene dirigidas a los creyentes – particularmente a los cristianos, pues recordemos que no todas las promesas dadas a Israel son transferibles a los cristianos gentiles – promesas que, debe entenderse, son eminentemente espirituales, han de conciliarse con la realidad anunciada en la misma Biblia de que esa fe y esa espiritualidad – esa fidelidad – será puesta a prueba, a veces en circunstancias extremas. También que, sin llegar a los extremos de un Francisco de Asís, que preconizó la pobreza absoluta, la Biblia recomienda para el cristiano la austeridad en cuanto a las posesiones materiales; no por capricho, sino para evitar la codicia creciente del que teniendo cada vez más ambiciona cada vez más, y las inquietudes del alma que produce tal avidez por lo material. Como escribió el apóstol Pablo, con la provisión diaria que satisface las necesidades básicas, debería ser suficiente. Y en cuanto a la “grandeza”, grandes logros, grandes VICTORIAS Y GRANDES CONQUISTAS, hemos de recordar que Jesús de Nazaret dijo claramente que la verdadera grandeza a la que debemos aspirar está en servir. La grandeza está en el servicio; ese era, en definitiva, el mensaje de la reflexión contenida en el artículo Servicio Navideño: procurar que nuestra vida cristiana y nuestra fidelidad a Dios se exprese en una sencilla vida de servicio.

A los cristianos Baruc de la actualidad – cristianos que buscan grandezas – cabría recordarles que el mundo entero se derrumba en la peor hecatombe moral de todos los tiempos, y la brújula espiritual de los que viven sin Dios está hecha pedazos. En semejante escenario, ¿a qué mayor grandeza podemos aspirar que mantener una fidelidad a toda prueba? ¿A qué más imponente logro que una vida de santidad, de recto proceder, de inmaculado testimonio de vida cristiana que atraiga a los perdidos a la luz de Jesucristo?

¡Esas sí son conquistas monumentales!

* Dr. Alvaro Pandiani: Columnista de la programación de RTM en el espacio “Diálogos a Contramano” que se emite los días martes, 21:00 hs. por el 610 AM. Además, es escritor, médico internista y profesor universitario.

7 Comments

  1. Gabriel dice:

    SON DE MUCHA EDIFICACIÓN LOS TEMAS QUE TRATA EL DOCTOR PANDIANI. ES UN GOZO ESCUCHARLO Y OBSERVAR LA MANERA EN QUE TRATA TODOS LOS TEMAS DE LOS QUE HABLA. BENDICIONES DOCTOR PANDIANI.

  2. Gustavo dice:

    Lewis Sperry Chafer dijo.
    La iglesia siempre está en peligro, y nuca tanto como ahora, del desastre que necesariamente sigue cuando permite que hombres reconocimiento humano; y después venga hacer lideres, supuesta-mente cristianos:
    Pero que inconversos o fríos espiritualmente, dicten lo que ella debe creer. …Es lo que hace que surja la Apostasía satánica dentro de las iglesias…2 Timoteo 4; 3,4.
    Solamente hombres de la fe que han efectuado su regeneración y les ha guiado a una completa dedicación a Dios deben tratar de entrar por aqui.

  3. Muy buena reflexión y muy veraz en nuestros tiempos

  4. elrusoperes dice:

    Muy buena la foto que acompaña el artículo. Excelente elección, para ilustrar el contenido.

  5. Hugo dice:

    Cien x ciento de acuerdo con el Dr. Pandiani. Bien sabemos a qué congregaciones se refiere. Para los que llama Cristianos de a pie, nos da mucho dolor ver como se publicitan esas congregaciones, yo les llamaria sectas.

  6. Juan dice:

    Lo que comenta el dr Pandiani es asi yo fui a Xxxxx Pr. Xxxxx cuando venia Xxxxxx u otros personajes en el lugar cobraban la entrada en dolares bendiciones. (nota: el moderador eliminó los nombres propios).

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