Cansancio del liderazgo
21 diciembre 2015Los años no vienen solos – 10/12/2015
22 diciembre 2015Por: Ps. Graciela Gares*
Desde fines de noviembre en nuestra cultura occidental seudo-cristiana comenzó la preparación para la celebración de las fiestas tradicionales.
Los principales actores en la gestación del clima previo a la celebración de Navidad y Año Nuevo no son, curiosamente, las comunidades religiosas, ni las propias familias de la comunidad. No. Son los centros de consumo, las grandes superficies y el comercio en general quienes nos marcan la agenda en este sentido, comenzando a ofrecer tempranamente en vidrieras y góndolas arbolitos, chirimbolos, papá Noel, regalos, luces y los comestibles típicos de estas fiestas.
Así nos recuerdan que las fechas festivas se aproximan y que hay que prepararse para su celebración comprando, consumiendo y regalando.
¡¡Cómo desearía que la comunidad cristiana fuera quien se anticipe y ponga en la calle un mensaje que diga que ante la proximidad de la Navidad debemos comenzar la preparación de nuestra alma mediante la introspección, la reflexión, la confesión y abandono del pecado y el espíritu de perdón!!
Pero en esto, los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de luz y año a año nos ganan la partida.
Lentamente, pero con paso firme, comenzó a organizarse la farándula con papá Noel a la cabeza y allí no falta nada: color, música, ritmo y frenesí en aumento. Como en toda farándula, a su paso va sumando bailarines que se enganchan e intentan enganchar a otros que pasan a su lado. Que nadie se quede sin comprar, consumir, endeudarse, que todos sigamos el modelo impuesto de celebrar.
Los shoppings en esta época lucen un decorado artísticamente hermoso y nos gusta llevar a los niños a verlo y fotografiarse en ese escenario mágico. No podemos negar la belleza que allí observamos y halaga nuestros sentidos.
Pero somos seres trascendentes y contemplando ese espectáculo nos preguntamos: ¿esto tiene algo que ver con la Navidad relatada en los Evangelios? ¿Qué vamos a celebrar? La Navidad ¿es mitología o un hecho real para nosotros?
Según relatan los evangelios, cuando nació Jesús nada indica que hubiera luces, música, petardos, manjares, alcohol, ni la parafernalia que hoy asociamos al festejo navideño.
Al contrario, creemos que allí había silencio, quizá llanto de un niño, sonidos propios de los animales del pesebre y murmullo de voces que contemplaban asombradas y en recogimiento el impresionante e inaudito hecho de la encarnación de Dios. Se cumplía una profecía largamente esperada que entrañaba un misterio difícil de abarcar y comprender por la mente humana. Dios ponía en marcha el acto final del plan redentor de la humanidad. Para ello, su Hijo, también Dios, aceptaba encerrarse y limitarse en un cuerpo humano.
Sin lugar a dudas había mucha alegría en los corazones de quienes contemplaban la escena, una alegría apacible y santa que conducía a la adoración.
¿Por qué hoy necesitamos muchos bienes materiales, mucha comida y estruendo para celebrar? Pues porque hemos despojado y vaciado a esta celebración de su contenido original.
¿Y qué haremos los cristianos? ¿Dejaremos que nos impongan esta celebración vacía de contenido? Sería una verdadera irrespetuosidad para con nuestro Salvador.
Muchos no están de acuerdo con todo esto y optan por encerrarse en sus casas y negarse a celebrar, lo que es una posición respetable.
Pero observo que algunas personas odian estas fiestas tradicionales, esencialmente porque no pueden hacer lo mismo que otros hacen en estas ocasiones: juntarse con familiares y amigos, servir una buena mesa, comprar regalos, etc.
¿Será esa solamente la esencia de la celebración navideña y de final del año? Pensamos que la riqueza de contenido de estos eventos es patrimonio exclusivo de los que creen solamente.
Por eso escribimos este artículo para los que no festejan. Porque están solos, porque no están de acuerdo con el espíritu anti-navideño reinante o por la razón que sea.
La propuesta es no dejarnos robar este festejo esencialmente cristiano.
El profeta Isaías decía:
“Porque nos ha nacido un niño, Dios nos ha dado un hijo” (Isaías 9:6).
Si para ti Navidad es dar, compra un pan dulce pequeño o elabora algo con tus manos y dáselo a uno de esos seres que deambulan por la ciudad, dile que es de parte de Dios. Y luego duérmete en paz.
La profecía anticipaba:
“La virgen quedará encinta y tendrá un hijo, al que pondrán por nombre Emanuel (que significa Dios con nosotros)” Mateo 1:23
Si para ti Navidad es la cercanía de Dios, gózate en ese día cantándole a Él y adorándole especialmente. Aunque no participes de ningún otro festejo, haz que tu alma y tu espíritu festejen!!
María dijo:
“Mi alma alaba la grandeza del Señor; mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador”. (Lucas 1: 46 – 47).
Si para ti Navidad es alegría, no te permitas tristeza ese día. Ahuyéntalas de tu alma aunque sólo sea por ese día.
Quizá tú o alguien que quieres esté enfermo. Ojalá puedas elevar tu mirada por encima de tu circunstancia y agradecerle a Dios que Jesucristo al humanarse y morir venció a la enfermedad y la muerte y en el mundo al cual nos dirigimos no enfermaremos más.
Zacarías dijo:
“En cuanto a ti hijito mío, serás llamado profeta del Dios altísimo…para hacer saber a su pueblo que Dios les perdona sus pecados y les da la salvación.
(Lucas 1: 76 – 77)
Si Navidad para nosotros fuera perdón, aprovechemos para perdonar y soltar a quien aún retenemos atado a nosotros en nuestra ira.
Si para ti fuera compartir, invita a alguien a tu mesa, a alguno que no tendrá ese día una mesa navideña.
Me comentaron de una cristiana que en Navidad, para no pasar sola, saca a la calle, en la puerta de su casa, una pequeña mesa con algo para convidar a quienes deambulan por la vía pública y así celebra su Navidad gozosa.
¡Crea tu propia Navidad!, rescatando el sentido más profundo que tiene para ti. No dejes que la cultura anti-cristiana vacíe de contenido la recordación de este evento sagrado. Que no te digiten cómo debes celebrarla.
Y hagamos lo mismo con el final del año. Resignifiquemos ese suceso. Tengamos o no tengamos bienes para celebrar, estemos muy rodeados de familiares y amigos o estemos solos, démosle a nuestra alma la oportunidad de regocijarse en la multiforme misericordia y gracia que Dios desplegó para con nosotros a lo largo del año que termina.
Repasemos una a una las bendiciones recibidas en nuestra vida y en la de los que queremos, su gracia, misericordia y paciencia para con nuestro incrédulo país, sus hechos de justicia.
Aprovechemos también la ocasión para renovar nuestros votos o nuestro compromiso de seguirle y servirle.
El cristiano tiene razones genuinas para celebrar. No así el que no cree. Sólo nosotros podemos adentrarnos sin angustias ni temores en el nuevo año, tomados fuertemente de la mano de nuestro Padre Todopoderoso y fiel.
Renovemos entonces la confianza en el cuidado y provisión de Dios para el año entrante.
“Dios no nos negó ni siquiera a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, así que también nos dará junto con él todas las cosas” (Romanos 8:32).
*Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 hs.