No temerás los miedos de la noche – 1

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Por: Dr. Álvaro Pandiani*

El salmo 91 es el gran ausente de las películas de terror.

Las afirmaciones cantadas por el salmista aluden a toda una serie de peligros físicos, tales como la enfermedad, la violencia ejercida por otros hombres, y quizás también situaciones accidentales, de las cuales será protegido aquel que se ha amparado “bajo la sombra del Omnipotente”. El salmo 91 es el himno de la protección divina por excelencia. En el versículo 5 se alienta al creyente, anunciándole confiadamente: “No temerás el terror nocturno” (“No tendrás que temer los espantos nocturnos” en la versión católica de Nácar Colunga; “No temerás los miedos de la noche”, según la Biblia Latinoamericana, también católica). El comentario de la Biblia Reina Valera 95 Edición de Estudio, de las Sociedades Bíblicas Unidas, sugiere que este versículo 5 podría referirse a miedos nocturnos como los mencionados en Job 7:13,14, Jeremías 49:9 y Abdías 5. Jeremías y Abdías se refieren a la invasión de la propiedad y el daño de los bienes perpetrados por ladrones, un miedo muy concreto que todos podemos llegar a tener. Como con otros peligros físicos, la Palabra de Dios promete la protección divina para aquellos que habitan “al abrigo del Altísimo”. Y aunque se pueda argumentar que a veces los mismos creyentes sufren daños (hurtos, accidentes, enfermedades), también es cierto que en determinadas situaciones los contratiempos, incluso los contratiempos graves, pueden formar parte de la disciplina a que el creyente es sometido, como claramente lo expresa el Nuevo Testamento (Hebreos 12:7 – 11; 1 Pedro 1:6 – 7). Pero seguramente muchos creyentes que confían en la protección divina pueden dar testimonio de múltiples ocasiones en que se libraron providencialmente de una situación riesgosa de la que habría resultado un daño serio.

El pasaje de Job 7:13,14 es interesante, pues alude a algo bien diferente; dice: “Cuando digo: mi lecho me consolará, mi cama aliviará mis quejas, entonces me atemorizas con sueños, y me aterras con visiones”. Aparentemente, el patriarca Job estaba sufriendo noches agitadas por sueños y visiones aterradoras; y en la incertidumbre y confusión que su repentina desgracia le provocara, atribuía tales cosas a Dios. O también se podría decir que Job creía que tales sueños y visiones tenían un origen espiritual, o sobrenatural. Si la alusión del comentario es correcta, y parece serlo ya que los sobresaltos y terrores nocturnos han estado presentes en todas las culturas desde tiempos muy antiguos, y si también es correcto que Job interpretó dichos sobresaltos y terrores como originados en una dimensión sobrenatural, nos encontramos con una referencia, proveniente de aproximadamente cuatro mil años atrás, equiparable con experiencias que hasta el día de hoy muchas personas reportan, incluso como un padecimiento reiterado en el tiempo: fenómenos perturbadores ocurridos en un estado de conciencia crepuscular, tal como el que se da entre la vigilia y el sueño. Reitero, si la alusión y la interpretación son correctas. Esto nos da pie para hablar y comentar acerca de dichas vivencias aterradoras nocturnas, a la luz del entendimiento que la Biblia nos da sobre el mundo sobrenatural y la naturaleza humana, pero también a la luz de lo que la ciencia dice sobre tales fenómenos, que muchas personas han (hemos) sufrido, por lo menos en determinados períodos de la vida, y que algunos siguen sufriendo.

Un ejemplo típico de esta clase de situaciones, armado en base a fragmentos de relatos de diversas experiencias, es el siguiente: una persona se acuesta en su cama tras una jornada en la que puede o no haber ocurrido algo significativo; apaga la luz, cierra los ojos y procura dormir. La habitación queda en penumbras, quizás por el resplandor de la luna o la luz de la calle, que entra por la ventana. Progresivamente, la persona se relaja, su respiración se hace pausada, y algunas imágenes o ideas involuntarias irrumpen entre sus pensamientos conscientes. El individuo mira a su alrededor, y reconoce perfectamente su habitación; cree estar despierto, y hasta se preocupa porque demora en conciliar el sueño. Pero sus pensamientos siguen fluyendo entremezclados con imágenes oníricas. Está en una duermevela, un sueño poco profundo e inquieto, o en lo que técnicamente se conoce como estado hipnagógico (transición de la vigilia al sueño). De repente, mientras se encuentra en ese estado, escucha pasos fuera de su dormitorio; alguien se acerca, e ingresa en la habitación. Una variante es que alguien aparece dentro del cuarto, estando la puerta cerrada. El individuo siente claramente una presencia junto a él en el dormitorio, o la sensación de ser observado fijamente; a veces, pero no siempre, puede incluso ver al intruso, como una sombra, un hombre vestido de negro, una imagen fantasmal, o algo por el estilo. Si la experiencia sigue adelante, el individuo puede sentir claramente que el colchón se hunde, como si el intruso se sentara en la cama, y percibe el contacto de unas manos que tocan o recorren su cuerpo; también puede ser que oiga la respiración del intruso, otros ruidos, e incluso una voz, o varias.

Ante la presencia de un desconocido, cuyas intenciones también lo son, en el lugar más íntimo de la casa, el individuo siente un miedo profundo, y quiere reaccionar; intenta levantarse, o al menos encender la luz. Se encuentra entonces con que no puede moverse; puede ser que perciba la sensación de un peso sobre el pecho, de manos o ataduras invisibles que sujetan su cuerpo y lo inmovilizan, hasta de dedos también invisibles que cierran sus párpados, impidiéndole ver qué sucederá a continuación. Cuando intenta abrir la boca para gritar, pedir ayuda, o rezar para conjurar la aparición, le resulta imposible. El fenómeno se prolonga algunos minutos más, y luego el individuo cae en un sueño profundo, o experimenta un despertar, comprobando que no hay ningún intruso en la casa.

Esta clase de experiencias ha dado origen al mito moderno de los visitantes de dormitorio. Estas entidades son tan diversas, y distintas sus intenciones, como diferentes son las creencias de quienes sufren estos fenómenos, o de aquellos que escuchan los relatos de las víctimas con un fin pretendidamente analítico y/o terapéutico (excluyendo la medicina científica). Espíritus y almas en pena con mensajes o asuntos pendientes, demonios con malas intenciones, y también seres extraterrestres que perpetran secuestros y experimentos médicos – durante el tiempo de inmovilidad e inconsciencia – son algunas de las explicaciones ofrecidas por quienes interpretan estos casos como evidencia de actividad paranormal. En casos extremos el sexo se mezcla en estas experiencias, y desde tiempos muy antiguos las leyendas hablan de demonios sexuales que toman la forma de una mujer desnuda de belleza irresistible (súcubo) que ataca en sueños a los hombres, o la apariencia de un hombre seductor (íncubo) que, también en sueños, cautiva a una víctima femenina; en todos los casos, estos seres demoníacos arrastrarían a sus víctimas a orgías sobrenaturales en las que consumen la energía vital de las mismas, llevándolas a la muerte. Estas antiguas leyendas tienen su correlato moderno dentro de la fenomenología OVNI, en hombres que afirman haber sido seducidos por “hembras extraterrestres” de bellísimo cuerpo.

Lo grotesco y extraño de estos fenómenos no debe inhibirnos de mirarlos con objetividad, buscando primero una explicación natural, si la tienen – y muchos están seguros de que sí – y recurriendo luego a la guía de lo que para nosotros los cristianos es la divina regla de fe y conducta, la Palabra de Dios, contenida en la Santa Biblia.

Y bueno, sí hay una explicación natural propuesta para estos fenómenos tan desagradables. En primer lugar, el sueño normal es más complejo de lo que la mayoría de la gente cree, y está compuesto de varias etapas en las que hay diferente actividad cerebral, registrable mediante electroencefalografía, y también muscular; además, la frontera entre la vigilia y el sueño no es una línea nítida, sino más bien una franja o “tierra de nadie”, que debe cruzarse antes de poder llegar al sueño propiamente dicho. Lo mismo puede decirse de la transición del sueño a la vigilia (estado hipnopómpico), período en el cual también pueden darse fenómenos extraños, visiones, percepción de ruidos, generalmente interpretados como ensoñaciones (lo que habitualmente llamamos “sueños”). Las percepciones de imágenes y sonidos serían, según la explicación natural, alucinaciones. El ejemplo que dimos, entonces, sería lo que se ha dado en llamar una alucinación hipnagógica. En el estado hipnagógico el cerebro funciona casi como en la vigilia, y el individuo conserva un cierto estado de conciencia, si bien crepuscular, pero lo suficiente para pensar que aún está despierto; por lo tanto, lo que ve u oye, cree que es real, cuando no lo es. Algunas personas sufren un trastorno llamado parálisis del sueño, que puede darse tanto en el período hipnagógico como en el hipnopómpico; en estos casos, el individuo no puede moverse, pues está incapacitado para cualquier actividad muscular voluntaria. Esto podría explicar la imposibilidad de moverse, reaccionar y levantarse ante la presencia del o los intrusos o “visitantes de dormitorio”, vivida como algo impuesto “desde afuera”. Esta parálisis del sueño dura unos pocos minutos, desapareciendo luego y recuperando el individuo la movilidad normal. En cuanto a los ataques de demonios sexuales (íncubos y súcubos), serían alucinaciones y ensoñaciones claramente signadas por las energías sexuales reprimidas del sujeto; en cuanto a esto es revelador saber que, según las leyendas medievales, entre las víctimas de los súcubos se contaban los monjes, hombres sometidos a celibato en el encierro del monasterio.

Resulta interesante leer que, salvo aquellas personas que sufren una enfermedad llamada narcolepsia (somnolencia excesiva debida a un desorden neuroquímico), se dice que la parálisis del sueño se presentaría unas pocas veces en la vida de un sujeto. De las alucinaciones hipnagógicas se nos dice que no corresponden a ningún padecimiento médico, sino que serían “normales”, una condición fisiológica asociada a ese período especial de la transición vigilia – sueño, y que predominan en niños y adolescentes, desapareciendo, en la gran mayoría de las personas, poco después de los veinte años de edad.

En la próxima entrega continuaremos analizando estos interesantes fenómenos.

Adaptado del artículo homónimo publicado en iglesiaenmarcha.net, en setiembre de 2012

* Dr. Alvaro Pandiani: Columnista de la programación de RTM en el espacio “Diálogos a Contramano” que se emite los días martes, 21:00 hs. por el 610 AM. Además, es escritor, médico internista, profesor universitario y ejerce el pastorado en el Centro Evangelístico de la calle Juan Jacobo Rosseau 4171 entre Villagrán y Enrique Clay, barrio de la Unión en Montevideo.

5 Comments

  1. Ana dice:

    Muy buewno el artículo Dr. Pandiani, pero no apartándonos de la palabra de Dios ni un ápice , ella dice que los demonios necesitan un cuerpo para manifestarse, ya sea animal o humano. cómo puede usted explicar en que area quedan luego de ser hechados fuera esos dempnios? no contactan con los seres humanos???? En el A. T Jehova permite que un espíritu atormente a Saul. era un demonio eso??????no creo estuviera dormido todo el tiempo. Pagó con su vida con su propia espada. gracias .Ana de malvín

    • Álvaro Pandiani dice:

      Ana, Dios la bendiga
      Si usted lee – o escucha – la parte 2, verá que la columna no versa sobre demonología. Sin embargo, los demonios andan metidos en las interpretaciones que se le dan a los fenómenos de los cuales se trata aquí. En la serie El Lado Oscuro, que usted puede encontrar en esta página web, hablamos mucho más extensamente sobre demonología, con base exclusiva en la Palabra de Dios, sin apartarnos ni un ápice de la Biblia, como SIEMPRE hacemos en Diálogos a Contramano.
      Gracias por su participación.

  2. Sara dice:

    ALVARO, muy bueno el programa “Diálogos a Contramano”. Pregunto: ¿qué opina de la hipnosis que la quieren usar como herramienta medicinal? Saludos, Sara

    • Álvaro Pandiani dice:

      Sara, gracias por la pregunta. No tengo una opinión formada sobre la hipnosis, aunque lo primero es aclarar que hay que distinguir entre la hipnosis médica, y la de los charlatanes. Merece considerarse el tema para algún programa futuro.
      Dios la bendiga.

  3. Wenceslau Castilho dice:

    “///.Yo soy Brasileño,y gusto mucho de la lectura de lo “Salmos”. Há muchos anhos gusto de escutarlos la Rádio Transmundial.fiquem todos con la santa páz de Dios..”Bueno Domingo…6/10/2013….

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