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Lectura: SALMO 40
“Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza…” v.4
Es maravilloso confirmar, cada vez que nos paseamos por la palabra de Dios, la Biblia, que ella es aliento y promesa para cubrir todas nuestras necesidades. Leyendo el Salmo de hoy, me imaginé a un padre de pie mirando a su pequeño niño. Qué alegría verle dar esos cortos pacitos y escucharle balbucear aquellas ininteligibles palabras. El chico se acerca al padre y éste se inclina hasta llegar a su altura y lo toma en sus brazos sin pensar siquiera en el polvo que se le pegó del suelo.
De la misma manera Dios, quien mostró Su amor al entregar a Jesucristo Su hijo a la muerte por nosotros, nos toma en Sus brazos y nos rescata del lodo en el que estemos atrapados. Pone nuestros pies en alto y los coloca sobre la roca inconmovible que es Jesucristo. Luego nos limpia, afirma nuestros pasos y endereza nuestro camino. Pone en nuestros labios palabras de júbilo, nos da un cántico nuevo. Nuevas expresiones con las que le bendecimos. ¡De cuánta inspiración podemos ser al caminar en esta vida nueva! Dios, nuestro Padre fiel, se alegra cuando las personas muestran el deseo de tenerle también como Dios y Padre. En quien igualmente podrán descargar sus problemas y angustias. No hay duda, somos bienaventurados porque descansamos en el Señor. Y si un niño puede confiar en la seguridad de los brazos amorosos de su padre, cuánta mayor razón tenemos para esperar que nuestro Padre cubra, guarde y vele por nuestras necesidades. Él nunca defrauda a quienes en Él confían.
Francisca Núñez de Cyrus, Venezuela