“Meditad bien en vuestros caminos. Sembráis mucho, pero recogéis poco…” vv.5 y 6
Si se acumulan mis tareas, necesito mayor dosis de ánimo para realizarlas. Esto mismo le pasaba al pueblo de Israel. Cuando volvieron del exilio, encontraron el templo destruido.
Necesitaban aliento para reconstruirlo. Empezaron la gestión ágilmente, pero, posiblemente por ser ardua la faena, se cansaron y pronto la obra se detuvo. Así es que en vez de ocuparse de reparar el templo, cada uno construía su casa y atendía su propio negocio.
Dios envía al profeta Hageo para incitarlos a que sigan la obra iniciada. Inicia su prédica con un llamado a la reflexión. Deben meditar en lo que están haciendo y encontrar la causa por la cual se están esforzando, pero obtienen pobres resultados. Hageo también habla al gobernador Zorobabel, quien necesita mucho impulso para dirigir el reinicio de las obras. Cuando queremos restaurar algo dañado, necesitamos apropiarnos de paciencia. El camino de restauración puede ser largo, pero su fruto será tan bueno, que habrá valido la pena el esfuerzo. Si no estamos recogiendo lo que sembramos, posiblemente debamos buscar causas.
Es menester precisar el área de nuestra vida en que esto está sucediendo. Tal vez sea en lo afectivo. Nos brindamos a los demás y no recibimos comprensión. Puede ser que hemos llamado y no se abra una puerta de oportunidad, o que estemos trabajando mucho, y todo se va en gastos. Pidamos a Dios nos muestre si la falta de cosecha se debe a que tenemos que corregir algo, o simplemente porque aún no es tiempo de cosechar. Santiago nos recuerda que el labrador aguarda con paciencia el precioso fruto de la tierra.
Alicia Ituarte, Uruguay