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Lectura: Salmo 119:17 – 24

“Aparta de mí el oprobio y el menosprecio, Porque tus testimonios he guardado”. v.22

La justicia me protege no solamente porque cumplo las leyes a nivel personal, sino porque ella salvaguarda los derechos y deberes de todos los ciudadanos, garantizando la igualdad. Guardo la ley en mi corazón por fidelidad, y aquellos que no la guardan, sufrirán las consecuencias. Esa es una declaración que hacemos con la esperanza de que el estado de derecho que nuestras naciones nos ofrecen será efectivo y que nosotros y nuestros familiares estarÆán bien.

Sin embargo sabemos que en la realidad no siempre esa seguridad se hace real. Las crisis económicas o la violencia callejera pueden repentinamente romper nuestra tranquilidad y traernos dolor. En su oración el autor de los Salmos clama al Señor que aparte la deshonra, la verguenza y el desprecio de su vida porque había guardado Sus testimonios. David, en el Salmo 31:1, afirma que tiene al Señor como su refugio y le pide dos cosas: que no sea avergonzado y que sea librado por Su justicia.

En los testimonios o mandamientos de nuestro Dios encontramos la garantía de que, cualesquiera que sean las circunstancias nada se escapa a Su justicia. Si me atacan no seré deshonrado, acusado, avergonzado, acosado ni menospreciado, porque Dios cumple Su Palabra y hace justicia. Al escuchar los testimonios de los inimaginables sufrimientos que padecen los hermanos de la iglesia perseguida nos preguntamos: ¿cómo pueden vivir en regiones con tanta persecución, donde se arriesgan a ser acusados por cualquiera y padecer inesperadamente algo terrible? Confían en la justicia eterna de Dios y en ella caminan con fidelidad.

Dirceu Amorim de Mendonça, España

En el Dios Eterno confío
Meditación publicada en el libro devocional de RTM Alimento para el Alma – volumen 15, para conseguir una copia de la edición impresa visítenos en Soriano 1335 (Montevideo, Uruguay) o en su librería cristiana más cercana.

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