Qué depara el futuro – 2

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Por: Dr. Álvaro Pandiani*

Retomamos el tema acerca de qué pasaría si la historia humana prosiguiera por mucho tiempo, pero con la eventualidad de sufrir un nuevo cambio, para iniciar esta columna con una nueva conjetura, basada en la realidad actual. Sin necesidad de imaginar catástrofes bélicas, podemos considerar una situación real y presente: nuestra cultura choca frontalmente con una comunidad – amplia, numerosa y extendida en muchos países – que gira en torno a una religión, y cuya ideología domina todo el norte de África y el sur – suroeste de Asia, extendiéndose hacia el este hasta incluir países del lejano oriente, y también naciones del África subsahariana: el Islam. “El Islam es una de las religiones más importantes del mundo. Según las últimas estadísticas, cuenta con unos mil millones de seguidores. Su mayor atractivo lo constituyen tanto su concepción optimista de la naturaleza humana como su firme promesa de un cielo eterno entre tibios y frondosos jardines, gozando con la compañía de bellas huríes, para cuantos se sometan a la obediencia a Alá, manifestada en el Corán” (1). Esa religión, con su influencia sobre tantos millones de personas a las que tiene sometidas a una especie de Edad Media con tecnología del siglo XXI, palpita en el seno de su territorio histórico. Originada en la península arábiga en el siglo VII, en pocas décadas Arabia, Siria, Persia y el norte de África habían caído bajo su poder. Cien años después España, el sur de Francia y algunas partes de la península itálica habían caído también bajo los ejércitos de los seguidores de Mahoma, así como Asia Menor y grandes territorios del continente asiático, hacia el este (2). Expulsados de la Europa Occidental hacia fines de la Edad Media con la caída del Reino de Granada (España) en 1492, y circunscriptos en el continente europeo al sur de Europa oriental para fines del siglo XVII, el Islam permaneció en ese territorio durante casi tres siglos, pulsando ahora en nuevas oleadas de expansión. Esto por procedimientos diversos, además de la guerra santa, y más acordes a nuestros tiempos. “Además de ser probablemente la más extensa de todas las religiones no cristianas, es la única a la que verdaderamente podemos calificar de misionera o proselitista” (1); “El paulatino fortalecimiento del Islam en este siglo se verifica hacia afuera como una expansión geográfica, y hacia adentro como un resurgimiento de la religión y los valores culturales de la civilización clásica de la Edad Media. El Islam avanza más y más en África” (3) ¿A qué quedaría reducido nuestro modo de vida ante el advenimiento de un gobierno que implantara el Islam y su cultura, como sucede en los países islámicos? Quizás una muestra muy representativa sea observar la situación de la mujer en semejante cultura.

En el artículo Una aproximación a la mujer en el Islam, leemos: “Especialmente en los países más fundamentalistas dentro de lo que se llama la Nación Árabe, se observa que la mujer juega un papel determinado e irrenunciable que le obliga, ya desde su infancia, a conocer cuál debe ser su conducta “correcta” en la sociedad en que ha nacido”. Más adelante dice: “El Corán y las tradiciones musulmanas han creado en torno a las mujeres casadas una telaraña de leyes tan tupida que difícilmente las cumplirán, y entonces no se salvarán de la crítica, la humillación y el repudio de su esposo y de la sociedad”. Y ya sobre algo tan superfluo en apariencia y sin embargo tan importante, por formar parte de la vida cotidiana, dice: “Tienen absoluta y rigurosamente prohibido salir a la calle por la noche, entrar en cafés o bares aún de día e ir a la piscina o a la playa aún cuando fuera en compañía de su marido”; “Debe tratar de engendrar, si no quiere verse sustituida o acompañada por otra esposa. Debe hacer lo que el marido le mande, evitar lo que le prohíba, es decir, obediencia absoluta. Debe procurar el bienestar de su esposo con buenas comidas, ropa limpia y perfumes fragantes. Debe honrar a la familia de su marido” (4). Afganistán bajo los talibanes fue un ejemplo de la historia reciente de esta compulsión retrógrada a un estilo de vida y costumbres perimido hace siglos en occidente. Antes que estos fanáticos islámicos tomaran el poder, y pese a que Afganistán estaba ya bajo un gobierno musulmán, las mujeres podían seguir estudios, incluso en la Universidad, y no faltaban entre las mujeres afganas médicas, abogadas y otras profesionales universitarias. Los talibanes sacaron a todas las mujeres de sus trabajos, centros de estudio, ocupaciones y profesiones, recluyéndolas en sus hogares, porque: “las jóvenes islámicas… tienen conciencia de que la familia y la sociedad les han inculcado su vocación máxima: ¡Ser un día esposas y madres!”(4). Ese es un ejemplo de la suerte que correrían las sociedades y culturas occidentales ante la expansión mundial triunfante de esta religión y su cultura. “Mientras en los países norteafricanos cada vez más iglesias son transformadas en mezquitas, se construyen más y más mezquitas en el interior de Europa”; “En Bélgica, el Islam ya está reconocido oficialmente como comunidad religiosa. El Estado belga ha tomado a su cuenta el salario del imán. Las autoridades provinciales belgas se preocuparán de la conservación de las mezquitas”; “África negra es sencillamente sembrada con mezquitas; son regalos de los países situados a lo largo del Golfo Pérsico o de Libia a los países pobres del Tercer Mundo”; “En la ciudad del Ródano se ha construido la mezquita más grande de Suiza”; “En Londres se levantó la mayor mezquita de Europa… con una universidad islámica en Regent´s Park”; “…parece que nadie comprende lo que la construcción de mezquitas en el bastión del catolicismo, Roma, o del protestantismo, Ginebra, significa para el mundo islámico. Es la marcha victoriosa del Islam, que se ha propuesto como tarea el dominio del mundo” (3).

Esta es una de las conjeturas a considerar: que el mundo entero se cubra de mezquitas, turbantes y velos. Y que como sucedió una vez en Palestina, el norte de África, y en la misma Constantinopla, el Corán y la Media Luna se eleven triunfantes sobre la Biblia y la Cruz, emblemas de un cristianismo desechado por nuestra sociedad posmoderna y liberal en materia de moral y religión. Es de esperar que ante el avance de unas ideas y unas gentes cuyo programa “excluye compromiso, diálogo y tolerancia”(4), la Iglesia Cristiana sea fiel a Cristo y a su propia historia; y que si el cambio de magnitud a sufrir por nuestra civilización globalizada fuera una derivación hacia la expansión triunfal del Islam, esa Iglesia Cristiana, el Cuerpo de Cristo, esté integrada por auténticos cristianos que aprendan de la fidelidad y paciencia de los cristianos de todos los siglos, que debieron sufrir la intolerancia, a veces apurando persecución y martirio, y lo hicieron porque confiaban en la promesa del regreso del Señor, triunfo final de Cristo y sus fieles, y no de ningún falso profeta.

La siguiente conjetura a considerar es el hallazgo de vida extraterrestre, tema al que hemos dedicado ya algunas reflexiones. Sigue siendo un tema no muy visto ni tratado en la literatura cristiana evangélica. Además de algunos libros vagamente relacionados con el tema, que tratan sobre el fenómeno OVNI desde una óptica cristiana, un capítulo del libro Dios, el Átomo y el Universo, del ingeniero cristiano James Reid, al que recurrimos en un enfoque específico de este tema, aborda el tema del posible hallazgo de vida inteligente fuera de la Tierra. En el capítulo once del referido libro, titulado: Dios creó otros seres, el doctor Reid, escribiendo en la década del sesenta del siglo XX, expresa su optimismo en dos puntos: primero, en cuanto al descubrimiento de inteligencias extraterrestres, lo cual él pensaba que sucedería en pocos años más. Esto es comprensible, pues su época fue de expectación entusiasta por las cosas que podrían encontrarse en el espacio. Hoy en día, más de cuatro décadas después, no se ha encontrado absolutamente nada que se parezca a algo vivo en Marte, en Venus, en Mercurio o en los satélites de los planetas gigantes que están más allá de los asteroides. Tampoco hay nada concreto en relación a los exoplanetas ya descubiertos. Pero ese es precisamente el punto; que un robot no encuentre nada después de explorar algunos quilómetros cuadrados del suelo de Marte, o de Titán, o que no se vea nada en fotos de Ganimedes o de Europa tomadas desde el espacio, no significa que allí no haya nada. Y aunque las condiciones ambientales reinantes en la mayoría de esos lugares sean tales que no permitan el desarrollo de la vida tal como la conocemos, aún hay un universo por explorar. Cientos de miles de millones de estrellas, en un cosmos cuya vastedad produce vértigo; y en cada una de estas estrellas la posible existencia de uno o más exoplanetas (ya se han descubierto cientos de ellos). Y en algunos de éstos, la eventualidad de que haya surgido la vida, o que Dios haya creado allí la vida.

El segundo punto en que expresa su optimismo el autor de Dios, el Átomo y el Universo, es en que el descubrimiento de la existencia de una raza extraterrestre significaría, no un golpe mortal para las religiones en general y el cristianismo en particular, sino antes bien, un triunfo para la fe cristiana. “El día en que un ojo electrónico envíe de regreso a la tierra una fotografía que demuestre que hay vida en otro mundo no será éste un día de luto para los cristianos. Constituirá sin duda un día de triunfo. Demostrará de nuevo que el hombre le ha fijado un límite demasiado reducido a Dios” (5).

De hecho, la noción de que el hallazgo de una civilización extraterrestre derrumbará definitivamente la cosmogonía y cosmología bíblicas es más un producto de propaganda antirreligiosa, surgida de diversas fuentes, que una necesaria verdad. Pero si el hallazgo de vida inteligente extraterrestre provocara algún cambio que afectara a nuestra civilización, ¿cómo sería dicho cambio? No sería un retroceso a formas de vida más primitiva, fruto de una destrucción bélica extensa, ni una violenta y traumática transformación de la cultura, resultado de la expansión victoriosa de una religión; tampoco modificaría tanto la mentalidad actualmente vigente, la que ya vimos en la otra reflexión a la que hicimos alusión, tiene incorporada desde hace mucho la idea de vida inteligente extraterrestre, aunque ésta vida aún no se haya descubierto. Podríamos hablar, sí, de una ampliación de las fronteras de la humanidad en el universo, una toma de conciencia de posibilidades técnicas que afectan la vida cotidiana, insospechadas o sólo soñadas. ¿Pero – y esto es una repetición, pues ya lo hablamos en aquella columna – significaría un tiro de gracia para la fe? Siendo la fe una cualidad inherente a la naturaleza humana – es decir, que la capacidad y necesidad de creer en algo es compartida por todos los seres humanos – una civilización extraterrestre, por muy avanzada científicamente que esté, ¿nos ahorraría esa necesidad? ¿Nos robaría la fe? ¿No tendrían ellos también la necesidad de creer en algo superior a ellos mismos? El hombre ha imaginado que el progreso en el conocimiento y comprensión del universo finalmente hará innecesarias las creencias religiosas. Esta esperanza infundada y torpe lleva a algunos a imaginar razas extraterrestres que ya han recorrido el camino que a nosotros nos resta recorrer, logrando virtualmente resolver todos los problemas de la existencia. Abundan ejemplos de esto en grupos que sostienen haber sido contactados por extraterrestres, llegados a nuestro planeta en naves espaciales procedentes de otros mundos.

Y resta aún considerar otra eventualidad, que nadie parece tener en cuenta salvo, nuevamente, algún escritor de fantasía científica. La posibilidad de que el hombre en su expansión por el espacio, se encuentre con alguna raza inteligente que se halle en un estadío de desarrollo tecnológico inferior al nuestro. Es decir, que se reproduzca en cierta forma, y salvando las diferencias del caso, la situación que se dio a fines del siglo XV cuando los europeos llegaron a las costas de América y encontraron pueblos más primitivos, y por ende indefensos ante las armas europeas; pueblos pasibles de ser dominados y esclavizados. En este caso, deberíamos temblar al pensar en la suerte que correrían estos presuntos “indígenas” extraterrestres, y como en aquel tiempo lo hicieron los misioneros cristianos, prepararnos para defenderlos y llevarles la luz espiritual de Cristo.

Quizás esta sección haga que alguno sonría, considerándola un superfluo ejercicio de ciencia ficción; ya hemos incurrido en eso en esta columna. Y tal vez nunca pase de eso. Pero también es cierto que al momento de escribir estas líneas, peinan canas quienes hace mucho más de medio siglo se deleitaban leyendo revistas de ciencia ficción, con historias de hombres viajando por el espacio y caminando sobre la Luna. Y eso ya no es más ciencia ficción, sino que incluso pertenece al pasado. El cristianismo, ese viejo sobreviviente de cambios que sacuden los cimientos de la sociedad, debería estar preparado para todas las eventualidades, aún las más inverosímiles, llevando a todos y a todos lados la palabra de Cristo, como esperanzadora respuesta a todos los dilemas de la existencia.

La última posibilidad a comentar – brevemente – antes de finalizar, es quizás la más verosímil; es más verosímil tanto por alejarse de las opciones anteriores, opciones que implican violentas alteraciones del curso que llevan las sociedades contemporáneas, como por estar a favor de dicho curso. Debemos al menos mencionarlo, y para hacerlo hay que referirse al sentido, figurado pero también práctico, y quizás profético, de la expresión de Jesús dirigida a sus seguidores: “Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mateo 5:13). La idea aquí contenida, es que la sociedad posmoderna, la civilización que ha dejado de prestar oídos a la Palabra de Dios, sufra un proceso de descomposición progresiva; una verdadera putrefacción moral que provoque la desagregación de las estructuras institucionales que hacen que una comunidad pueda considerarse civilizada. La perspectiva entonces es la desintegración de la sociedad en un caos y anarquía crecientes. Basta mirar nuestras sociedades actuales para temblar ante esta perspectiva.

Pero sobre las cenizas de una civilización caída por el peso de sus propios pecados pensamos que aún podrá levantarse, con su influencia pacificadora, restauradora y civilizadora, la fe y la doctrina cristianas. Y quizás como en los días de salvaje anarquía que siguieron a la caída del Imperio Romano, heroicos apóstoles de paz, voceros de un orden superior, mensajeros del Cristo de amor, conduzcan a las gentes de regreso a la esperanza en el retorno de Aquel que terminará con los amargos sinsabores de este mundo tan convulsionado: el Señor Jesucristo.

1) Sanz J.T. Editorial. El Islam. Estandarte de la Verdad. Fundación Editorial de Literatura Reformada. Madrid, España. Marzo de 1991. Nro. 12. Pag. 3.

2) Kerkhof F.J. Isaac o Ismael: Dos proyecos paralelos. Estandarte de la Verdad. Fundación Editorial de Literatura Reformada. Madrid, España. Marzo de 1991. Nro. 12. Pags. 4-9.

3) Baar M. Resurgimiento del Islam. Estandarte de la Verdad. Fundación Editorial de Literatura Reformada. Madrid, España. Marzo de 1991. Nro. 12. Pags. 42-46.

4) Sanz J.T. Una aproximación a la mujer en el Islam. Estandarte de la Verdad. Fundación Editorial de Literatura Reformada. Madrid, España. Marzo de 1991. Nro. 12. Pags. 19-21.

5) Reid J. Dios creó otros seres. Dios, el átomo y el universo. Editorial Caribe. San José, Costa Rica. 1976. Pags. 214-27.

*Dr. Álvaro Pandiani: Columnista de la programación de RTM en el espacio “Diálogos a Contramano” que se emite los días martes, 21:00 hs. por el 610 AM. Además, es escritor, médico internista y profesor universitario.

1 Comment

  1. Diego dice:

    Al estudiar las 7 cartas del libro de Apocalipsis,(1 ) escritas por el apostol Juan, y redactadas por el mismo Señor Jesucristo. En ellas se puede ver una linea historica de la Iglesia de Jesucristo. Empezando en Pentecostés y llegando al final cuando el Señor venga a llevar a Su Iglesia en el rapto.
    Entonces nos queda estar velando atentos y vueltos a La Palabra de Dios. Esperando y anunciando esa segunda venida de Cristo con fe y esperanza.

    (1) Sigiendo el estudio de A Través De La Biblia que se transmite por RTM.

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