Dame, hijo mío, tu dinero – 2

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Por: Dr. Álvaro Pandiani*

Ya en una oportunidad dijimos que el asunto del dinero es una pata renga para la Iglesia. Por esta razón, debemos ser sumamente exigentes en cuanto al extremo cuidado que es necesario poner en esto, entendiendo que así lo mandan las Escrituras, por ejemplo, Tito 2:8: “que el adversario se avergüence y no tenga nada malo que decir de ustedes”. ¿Y por qué esto? ¿Porque nos importa el qué dirán? Por supuesto que nos importa; no por nosotros, sino por el testimonio de Jesucristo en nosotros, pues debemos mostrarles a los pecadores necesitados de Cristo el verdadero Espíritu del evangelio de Jesucristo, y no una piadosa fachada que esconde la rapacidad más deshonesta y mentirosa. Así que, de nuevo al tema: Iglesia, y dinero.
Desde mi juventud he escuchado en la iglesia “coros”, o canciones breves a ser entonadas por los asistentes a una reunión de culto evangélico. Una en particular, que siempre se cantaba – y se canta – mientras se recogen las ofrendas, comienza su letra diciendo, justamente, “Dale la ofrenda al Señor”; la segunda estrofa de esta canción corta dice, al final: “Dios bendice al dador alegre, le da el doble de lo que ha dado”. Podría ser la letra de una canción evangélica y nada más, incluso aunque esté pensada para estimular a los concurrentes a la reunión a meterse la mano en el bolsillo y dar, por aquello de que Dios le dará al oferente “el doble” del dinero que ponga en la bolsa. Sin embargo, la expresión “Dios bendice al dador alegre” evoca un pasaje bíblico en el cual el apóstol Pablo habla de las ofrendas, aunque no las pide para sí mismo sino para los pobres de Jerusalén, pues en esos años Palestina estaba siendo azotada por una hambruna. En 2 Corintios 9:7 dice: “Dios ama al dador alegre”. La pregunta que surge de inmediato es: ¿por qué el letrista cambió ama por bendice? ¿Por qué bendición en vez de amor? La respuesta es obvia: porque bendición, en este contexto, se interpreta como bendición material; es decir, recibir a cambio de la ofrenda algo tangible – dinero; algún otro bien, ¿una moto? ¿Tal vez un auto?; o salud, o felicidad – mientras que el amor es algo abstracto e intangible. Alguien podría decir: pero entonces no se ofrenda por amor a la obra y a los necesitados. Bueno, ese sería el ideal, pero el letrista parece estimular la ofrenda apelando no al amor, sino al muy humano egoísmo. En este sentido, la letra de esta canción es una forma de manipulación para obtener dinero; además, parece enseñar a los creyentes a pagar por las bendiciones de Dios. Sin embargo, al lado de otras formas de “estímulo” para ofrendar, el “coro” referido es bien inocente.
Una de las maneras más extendidas y conocidas – y no sólo en nuestro país – es la promesa de una retribución del “ciento por uno” por parte de Dios al oferente. O sea que, en vez del doble, es cien veces más. Hay dos pasajes bíblicos en los cuales toma base esta expresión: Marcos 10:28 – 30, donde Jesús afirma que quien deje “casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras” por causa de él y del evangelio, recibirá cien veces más, aunque con persecuciones. La traducción de RV no dice ciento por uno, sino “cien veces más”, pero a los efectos es lo mismo. Sin embargo el pasaje, motivado por la pregunta de Pedro acerca de qué recibirían los discípulos por haberlo dejado todo para seguirlo, apunta más que a ofrendar, a dejar en sentido de renunciar a su familia y posesiones; representa esa imagen casi épica, tanta veces repetida a lo largo de la historia cristiana, de aquel que renuncia a sus posesiones, a su familia, y a la forma y estilo de vida que llevaba, para seguir al Señor. Como dice el artículo La falsedad de la enseñanza de ser prosperados al ciento por uno, la expresión “cien veces” es una hipérbole, es decir, una figura retórica que apunta, mediante la exageración, a ilustrar claramente lo que se quiere expresar; esto, pues la interpretación literal no admite lógica. Como dice el artículo referido: “¿cómo podríamos tener cien madres o hijos? Y ¿qué de los discípulos a quienes Jesús hablaba estas palabras? ¿Acaso recibieron sus intereses en dinero? Más bien llegaron al martirio”1. El otro pasaje bíblico donde sale la famosa expresión es la parábola del sembrador, la cual termina de la siguiente manera: “parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta y cuál a treinta por uno” (Mateo 13:8). Según Jesús mismo, cuando explica la parábola a sus discípulos, la semilla que siembra el sembrador es la palabra de Dios, es decir, el mensaje del evangelio (Lucas 8:11), y los diferentes lugares donde la semilla cae representan distintos tipos de personas, con diferente disposición interna que resulta en diversa respuesta personal al mensaje de Dios (Lucas 8:12 – 15). Es verdad que la figura de la siembra y la cosecha es utilizada en otra parte del Nuevo Testamento como ilustración de la bendición del Señor sobre quien ofrenda de su dinero. Por ejemplo en el pasaje ya citado, en que el apóstol Pablo habla de la ofrenda para los pobres víctimas de la hambruna en Tierra Santa: “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, también generosamente segará” (2 Corintios 9:6). Aquí se habla de dinero, y se dice, en resumen, que Dios será generoso con el generoso. Porque es verdad que Dios promete bendición – bendición material – al que es dadivoso, y este pasaje es un ejemplo. Pero aquí no se habla del famoso “ciento por uno”.

Esta expresión, como dijimos, sale en la parábola del sembrador, cuya interpretación la dio Jesús, y es una interpretación espiritual. Yo por ejemplo no comparto la siguiente interpretación, que sale en el artículo Ley de la  retribución o ley de la siembra y la cosecha: “Jesús enseñó que la tierra de buena calidad produce buena cosecha tanto natural como espiritualmente hablando. Por tanto tu cosecha dependerá del tipo de semilla que siembres y se multiplicará de acuerdo al terreno donde la siembres y esto incluye por supuesto nuestra semilla financiera con su respectiva cosecha”; “Cuando siembras tu semilla financiera en tierra de buena calidad como sucede con este ministerio que te declara toda la verdad de lo que tú eres en Cristo, tienes doble multiplicación de tu semilla”; “Es sumamente importante que estés consciente de lo siguiente: para que nuestras finanzas sean multiplicadas por Dios conforme a su ley, tenemos que sembrar de nuestras finanzas para el reino de Dios primero, porque el dinero es para usarlo aquí mientras estamos en la tierra”2. Por supuesto, quienes preconizan esta enseñanza, presentan su ministerio como “tierra de buena calidad”, donde el oferente puede sembrar su dinero.
En síntesis, aquí se interpreta que la semilla puede ser cualquier cosa, espiritual o material, incluso monetaria, aunque Jesús de Nazaret dijo claramente que la semilla es la Palabra de Dios. Esa interpretación, que choca con lo dicho por Jesús, es para poder tomar la expresión del “ciento por uno”, probablemente otra hipérbole, como una “ley”; una ley según la cual hacemos negocios con Dios: pongo un peso en la bolsa de las ofrendas, y Dios me tiene que dar cien pesos; si pongo cien pesos, Dios me tiene que dar diez mil pesos; si pongo mil pesos, le aviso a Dios que deposite en mi cuenta bancaria, porque ya es mucho lo que me tendrá que devolver. En suma, el cuento del “ciento por uno” no sólo es otra forma de manipulación para obtener dinero, que también enseña a los creyentes a pagar por las bendiciones de Dios, sino que además apela al egoísmo y la codicia del oferente.
Como quedó dicho, y fundamentado en la primera parte de esta reflexión, en el Nuevo Testamento está el mandato del Señor respecto de la provisión material – y económica – que el ministro del evangelio debería recibir de parte de los fieles. La Iglesia entendió desde los días de los apóstoles, en el siglo I, que quienes se dedicaban a la predicación merecían recibir sustento por esa tarea. La importancia que la Iglesia Primitiva daba a la tarea de predicación del evangelio se destaca en el pasaje bíblico que habla sobre la elección de los primeros diáconos. En Hechos se relata cómo aquellos primeros cristianos vivían juntos y “tenían todas las cosas en común”; pero cuando en la distribución diaria de alimentos empezó a haber desigualdades, y esto generó murmuraciones, los apóstoles – el grupo original de los once más Matías, que aún dirigían la Iglesia de Jerusalén – organizaron el trabajo encargándolo a siete cristianos, que fueron llamados “diáconos” (es decir, servidores), con el siguiente argumento: “No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios para servir a las mesas” (Hechos 6:2). Esta afirmación, que a priori impresionaría poco humilde, evidencia el valor supremo que conferían aquellos primitivos cristianos a la predicación del evangelio, sobre todo por parte de los apóstoles, testigos de la resurrección de Jesucristo y receptores del mandato de Jesús de predicar a todas las naciones, conocido como la Gran Comisión.

Hasta el día de hoy, muchos hombres y mujeres dentro del cristianismo evangélico están dedicados a tiempo completo a la obra de Dios, en el pastorado, en el liderazgo, en  evangelismo y en misiones. Y así como hay quienes reciben su salario de una organización o denominación grande, internacional, financieramente solvente, otros dependen para su mantenimiento de lo aportado por sus feligreses. Incluso, en algunas organizaciones internacionales se les exige a los pastores y líderes que logren su autosustento. Esto sucede particularmente en iglesias y ministerios paraeclesiásticos nacidos del trabajo misionero de organizaciones eclesiásticas de países del primer mundo, las cuales no quieren estar para siempre sosteniendo financieramente a ministros evangélicos locales de países donde la iglesia ya está bien establecida, para poder dirigir sus recursos a otros campos de misión. Entonces, efectivamente, muchas personas que están consagradas a la obra de Dios, predicación, evangelización, pastorado, enseñanza bíblica, y otras tareas propias del ministerio cristiano, viven de la obra; y eso está bien, y es bíblico, y cuando se recogen ofrendas para esto, entregadas con amor por aquellos que creen en el proyecto del Señor de salvación por la fe a todo aquel que cree, y con sus ofrendas sostienen a un pastor, o a un ministerio paraeclesiástico, eso es totalmente legítimo. El problema viene cuando, o por avidez de dinero, o por necesidad debida a que el salario pastoral no se adecúa al costo de la vida, se comienza a manipular a los creyentes para que den más y más, y se llega a exigir, con multitud de citas bíblicas y amenazas veladas contra quienes no dan, estrangulando moralmente a los fieles con el asunto de las ofrendas y diezmos.

La imagen de la siembra y la cosecha vinculada a las ofrendas sale también en 1 Corintios 9:11; allí Pablo, hablando de sus derechos como apóstol, dice: “Si nosotros sembramos entre ustedes lo espiritual, ¿será mucho pedir que cosechemos de ustedes lo material?”. Este es otro pasaje donde el Nuevo Testamento avala el sostén financiero de aquel que predica la Palabra de Dios. Pero el contexto de este capítulo – en el que también aparece la expresión ya citada “los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” – es el de la opción que tomó el apóstol Pablo: no exigir que se hiciera así con él. “Si otros participan de este derecho sobre ustedes, ¿cuánto más nosotros? Sin embargo, no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo” (v. 12); “Yo de nada de esto me he aprovechado, ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo, porque prefiero morir antes que nadie me prive de esta mi gloria” (v. 15); “¿Cuál, pues, es mi recompensa? Que, predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de mi derecho en el evangelio” (v. 18). Lo que Pablo está diciendo, en resumen, es que predicó gratis – es decir, hizo el trabajo sin cobrar – y de esa manera evitó el obstáculo al evangelio de Cristo que podría significar el pedir dinero.

A esto lo podríamos llamar la “opción paulina”; ¿en qué consiste? En trabajar y ganarse el propio sustento, y luego predicar. Hacer el trabajo secular, y también hacer el trabajo espiritual. Por ejemplo, en Hechos 20:33 – 35 encontramos a Pablo diciendo a los ancianos de la Iglesia de Éfeso: “Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes bien ustedes saben que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo les he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir”. Y a los cristianos de Tesalónica les escribe: “Se acuerdan, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo, trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de ustedes, les predicamos el evangelio de Dios” (1 Tesalonicenses 2:9).

Entonces, ¿qué debe hacer un pastor honesto y sincero, que desea servir al Señor a tiempo completo, pero al cual su iglesia no puede mantener con un salario pastoral mínimo para que él y su familia lleven una vida digna? Una alternativa es, cada domingo, estrangular moralmente a sus feligreses pidiendo ofrendas y diezmos. Si no, puede elegir  la “opción paulina”: trabajar con sus manos – es decir, trabajar en lo secular – y de esta manera no poner a la predicación del evangelio el obstáculo de ser considerados – él, y la congregación como extensión suya – unos pedigüeños, sólo interesados en el dinero de los crédulos. La segunda opción parece – por lejos – la mejor. Y con esto cerramos esta segunda parte, y nos preparamos para la tercera y última reflexión de este ciclo.

Referencias citadas en el artículo:

  1. https://icmccarvajal.wordpress.com/2009/10/09/la-falsedad-de-la-ensenanza-de-ser-prosperados-al-ciento-por-uno
  2. http://evangeliodelagracia.org/MinReconciliacion/4_%20Pan%20del%20Cielo%202/ley_retribucion_parte_6.htm

* Dr. Álvaro Pandiani: Columnista de la programación de RTM en el espacio “Diálogos a Contramano” que se emite los días martes, 21:00 hs. por el 610 AM. Además, es escritor, médico internista y profesor universitario.

Ver Primera Parte

Ver Tercera Parte

 

6 Comments

  1. Fabian dice:

    Muy buen articulo y brillante resolucion para un tema fundamental que afecta directamente a la imagen de la Iglesia.

  2. Juan Carlos Torres dice:

    El diezmo no es una obligación, era para los judios bajo la LEY. Debemos de entregar nuestra vida con todo lo que poseemos, al Señor. Ser generosos, y dadivosos de manera voluntaria por amor, Ofrendar según como El nos ha prosperado…Y sin descuidar a nuestro hogar.-

  3. Rosa Reyes dice:

    Dios DIJO ¡¡¡¡probadme en esto ¡¡¡no lo hice x probarlo ¡¡lo hice x conviccion ¡cobro mi jubilacion y aparto lo que a EL le pertenece y pongo en sus manos lo que me queda ¡¡¡y me alcansa y me sobra para llegar a fin de mes ¡¡bueno soy sola ¡¡¡donde hay mas de 1 en lafamilia ¡¡hay mas gastos ¡¡¡pero ¡¡¡DIOS ES FIEL ¡¡¡¡

    • elrusoperes dice:

      Querida hermana Rosa, está muy bien, y que Dios la bendiga. Pero, ¿por qué la vehemencia? ¿Encuentra que el artículo dice algo diferente, o que niegue la realidad de su experiencia de bendición de parte de Dios? ¿Y qué es “lo que a El le pertenece”? Cuente y comparta sobre su fe en esto, mi querida hermana.
      Dios la bendiga muy ricamente.

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