Pureza sexual – Llegando a ser mujer
21 septiembre 2018Religión sincera
25 septiembre 2018Lectura: Juan 6:25-40
“Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” v. 35
Vivimos en un mundo hambriento. Según el último informe de la ONU 795 millones de personas en el mundo son afectados por el hambre. De hecho muchos de los esfuerzos realizados por los organismos internacionales van dirigidos a lograr la reducción de esta cifra cada año. Sin embargo no solo el hambre física afecta a la gente, sino que también las personas padecen “hambre” de afecto y atención, de compañía, hambre de oportunidades y de vidas con sentido, hambre de Dios. En esta escritura de Juan, las palabras de Jesús nos afirman, que el reconoce nuestra condición, sabe las necesidades más profundas que usted puede tener y el efecto que tiene sentirse impotente para satisfacerlas. Lo hace a través de la afirmación: “Yo soy el pan de vida…” nos dice (a usted y a mi) que él es el alimento real y verdadero que puede llenar nuestra “hambre”. Aun mas, él es el alimento definitivo…” el que a mi viene, nunca tendrá hambre”, es decir, ¡la satisfacción prometida es para siempre! ¿Cuál es su tipo de hambre?
¿Cuál es esa necesidad que no logra llenar completamente? Si ha estado intentando otras vías para obtener lo que solo Jesucristo puede dar, este es un buen tiempo para detener esos esfuerzos y “comer” de este pan. Jesús es el pan provisto por Dios, el pan que viene del cielo. Solo tenemos que abrir el corazón y recibirlo. Nutrirnos de él, de su palabra y ejemplo, y seremos verdaderamente saciados.
Dulce Pascual, República Dominicana