“El fin de todo el discurso oído es este: teme a Dios” Ec. 12:13
¡Qué agradable es la sensación que experimentamos después de un trabajo bien hecho! ¡Cómo quisiéramos que esa sensación fuera perdurable en todos los aspectos de la vida sobre todo sentimental y familiarmente hablando! La razón por la cual no la tenemos es porque buscamos llenarnos con lo temporal y material.
El libro de Eclesiastés nos muestra que sin Dios, la vida es una sucesión de círculos fatigosos en la que ni el conocimiento, placeres y posesiones satisfacen. Solo dejan aflicción de espíritu (1:12-2:11). Hay quienes viven solo estudiando y adquiriendo títulos y diplomas para sentirse bien. Están aquellos que se desbocan en pasiones y emociones carnales, “disfrutando” del sexo y sustancias legales y prohibidas resultando solo en vacío y loca alegría temporal. Los hay también quienes viven comprando y construyendo edificaciones para satisfacer su ego. Y qué decir de las personas que acaparan gran posesión de ganado, plata, oro, música, con tal de llenar su corazón y terminan igual de tristes e insatisfechos. Finalmente tenemos los que en la fama y poder quieren ser felices, pero nada de eso los satisface completamente.
Sin Dios, ni el trabajo brinda total satisfacción. Podemos alegrarnos desde jóvenes en todo lo que nuestro corazón y sentidos quieran, pero debemos recordar que Dios nos juzgará sobre todo ello (Ec. 11:9-10). Por eso, acordarnos de nuestro Creador, buscarlo, creer en Él y adorarlo guardando Sus mandamientos, debe ser meta principal en la vida terrenal.
Evert Monroy, Honduras