“Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; porque nuestras viñas están en cierne.”
Recuerdo una caricatura de mi niñez en donde unas urracas se las ingeniaban para robar el maíz del granjero. Cada una de las ocurrencias de las urracas provocaba risas en los espectadores del programa, y frustración en el granjero al no poder contener sus pillerías.
Esto me hace pensar en las milpas de mi pueblo, donde el agricultor debe cuidar que su milpa no sea invadida por vacas, caballos o cerdos. Cuando estos son descubiertos se les coloca en el cuello una “orquilla” pedazo de madera en forma de “Y” que les impide meter la cabeza por el alambrado y degustar el sabroso maíz. Pero el problema real no son estos semovientes sino las aves, las langostas, zompopos, hormigas y gusanos; animales muy pequeños que pueden evadir la vigilancia del agricultor y dañar seriamente la cosecha. Estos animales por su pequeño tamaño, pueden encontrar un agujero entre las rocas e ingresar a la milpa; solamente aquellos agricultores con mucha experiencia saben el lugar y el momento oportuno para esperar estos dañinos visitantes y cortarles la entrada.
Así como la historia de las urracas, la Biblia utiliza otro ejemplo, en el libro de Cantares, con las pequeñas zorras, para advertirnos sobre esas pequeñas acciones o pensamientos que pueden dañar nuestra vida. Para adiestrarnos en la caza de las pequeñas zorras, debemos seguir los consejos del salmista quien nos dice que debemos pedirle a Dios “Examíname oh Dios…” y el segundo paso que nos diga por donde estamos guiando nuestra vida, “y ve si hay en mí camino de perversidad…” (Salmo 139:23-24).
Miriam Lizet Bermúdez, Honduras