Soledad

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Lectura: 1 Reyes 15:1-7

“Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo”  v. 6

Elías le dijo al rey Acab que por causa de su maldad no llovería durante tres años. Dios, sabiendo que el profeta sería perseguido, le dice que se esconda en un páramo desolado, el arroyo de Querit. Allí debía permanecer algún tiempo, con la única compañía de los cuervos, que lo visitarían con la comida necesaria para que subsistiera. O sea, solo, totalmente solo.

Hay personas que en algún momento de su vida también se encuentran así, solos. Quizás no fue planeado ni deseado; o bien, fue algo buscado y necesario para seguir adelante, como en el caso del profeta; o puede ser también el resultado de malas decisiones. Como sea, cuando los días pasan, la soledad puede tornarse una carga muy pesada.

Dios no abandonó a Elías. Se ocupó de que no le faltara sustento. Bastaba un pequeño arroyo, y unos cuervos que se acercaban hasta él, ya que no podía salir porque podía ser apresado. Dios tampoco nos abandona a nosotros. Él se ocupará de que tengamos lo necesario para reponer nuestras fuerzas. Seguramente no será como nosotros lo imaginamos; más bien, usará medios impensados. ¿Beber de este arroyo insignificante? ¿Cuervos para traer comida? ¿Justo esos animales impuros? Quizás, en ese tiempo de soledad también aprendamos a romper con ciertos prejuicios.

No fuimos creados para ser seres aislados. Pero cuando tengamos que atravesar el valle de la soledad, tengamos por seguro que nuestro Padre nunca aparta de nosotros su mirada de amor.

Alejandro Mansilla, Argentina

Aunque parezca que nadie está a tu lado, Dios siempre está presente.
Meditación publicada en el libro devocional de RTM Alimento para el Alma – volumen 16, para conseguir una copia de la edición impresa visítenos en Soriano 1335 (Montevideo, Uruguay) o en su librería cristiana más cercana.

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