“El conde de Montecristo”
19 septiembre 2019Agotamiento por empatía
23 septiembre 2019Lectura: Proverbios 3:11-12
“Porque Dios al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere” v. 12
Compartí algunas veces con el Hermano Pablo Finkenbinder. Una de sus anécdotas en “Un Mensaje a la Conciencia”. Marcó mi vida desde muy joven. “Una madre salió a atender un vendedor ambulante, y mientras ellos conversaban, el hijito, hurtó un peine y lo escondió, habiéndose dado cuenta ella. Sin embargo, la mujer nunca le llamó la atención por aquella mala acción. El hombre creció desordenadamente y fue a la cárcel. Al cabo de los años, salió de la prisión y fue directamente a su casa para reclamarle a su anciana madre el no haberle corregido cuando pequeño. ¡Fue una tragedia!”.
Como padres, somos responsables de forjar lo que pueden llegar a ser nuestros hijos, su carácter. Para esto, hay que dedicar el mejor tiempo y tener una buena actitud. Hay que inculcarles los principios de vida. También se debe sembrar en ellos pacientemente buenas semillas. Necesitamos ganar la confianza de nuestros hijos y sembrar con amor principios eternos en sus vidas. Hay que hacerlo con alegría, sin quejas, aunque nos exige mucha entrega. Tenemos en nuestras manos la formación de seres que, mediante la ayuda de Dios, podrán ser útiles para los demás y honrarán al Creador. Un padre o una madre no solo están para dar de comer a sus hijos, sino para asegurarse de que ellos reciban el conocimiento apropiado en la escuela y en el colegio.
Los seres humanos hemos sido creados con un espíritu, un alma y un cuerpo. Esto produce el equilibrio del carácter y la personalidad de cada uno.
Dairo Rubio, Ecuador