Presupuesto para festejar

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Por: Ps. Graciela Gares*

 

Parte 1:

Parte 2:

 

 

¿Ultimando los detalles para una digna celebración navideña? El menú ya estará definido, las invitaciones hechas y los regalos comprados. Pero trascendiendo lo material, vale recordar que Navidad es una fiesta del espíritu, donde evocamos al Hijo de Dios, que por amor se “avecinó” al hombre para constituirse en su Salvador. Para quienes nos reconocemos como infractores a la ley de Dios, allí comenzó a brillar una luz de esperanza, pues podríamos arreglar nuestras deudas con el Creador y zafar de un merecido castigo eterno.

Por ello, a los cristianos nos gusta rememorar cada año que tenemos un Dios cercano, que no se quedó en el Olimpo como los dioses griegos, observando de lejos las desgracias de los humanos, sino que increíblemente se humilló, como lo relataba Pablo a los habitantes de Filipos:

Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo (Filipenses 2).

Este modo de amar es patrimonio solo del Dios de los cielos y ninguna otra religión de las varias que se profesan sobre el planeta puede contar una historia similar. Por eso, a los que creemos en Jesucristo nos complace celebrar y estar alegres cada Navidad, aunque reconocemos que no es una fiesta que Dios mismo haya instituido. Sabemos que no todos celebran Navidad con este sentir. Hoy resulta atrayente para muchos definirse como agnósticos, y mostrarse escépticos respecto a la existencia de un Ser Superior, descreyendo aún más acerca de su venida a la tierra.

En medio de un mundo cada vez más secularizado y prescindente de la fe, me he preguntado ¿qué hacen los agnósticos, los escépticos y ateos en Navidad? Asignarle a esta fiesta otros sentidos como “día de la familia” o una ocasión para brindar con amigos, son razones poco consistentes o contundentes, pues sabemos que la familia puede reunirse cualquier domingo o para un cumpleaños, y los amigos también. Una expresión de la secularización reinante se manifiesta en el gran negocio comercial creado en torno a esta festividad. Muchos hacen su zafra en lo económico en esta época, con la venta de fuegos artificiales, guirnaldas luminosas, pesebres, comestibles tradicionales, hasta la organización de costosas cenas shows en hoteles y restaurantes. La economía se mueve y los gobernantes de cada país lo valoran.

A propósito le preguntamos: ¿ya calculó usted su presupuesto para esta Navidad? Como cualquier celebración demanda insumos de diverso orden: materiales (el lugar físico, los comestibles, las bebidas), humanos (¿con quién lo pasaremos?) y aunque parezca insólito, también filosóficos: tener una razón que justifique el festejo. Si el motivo que nos convoca es relevante para nuestra conciencia, habrá un fundamento sólido para organizar la velada. En tanto, si la justificación para celebrar es débil, floja o inconsistente será trabajoso suplir ese vacío de sentido.

Para todo cristiano es sencillo organizar una fiesta navideña. Basta elegir el lugar, preparar una comida sencilla pero elaborada con amor, armar un pesebre rústico, convocar a los que amamos, y quizá algún huérfano o una viuda, para pasar el rato cantándole a Dios. No se precisa mucho más para recordar el nacimiento humilde de Jesús en un pesebre. Conocemos al homenajeado y nos complace rendirle culto. Nuestro corazón está predispuesto y alegre cada 25 de diciembre, por tanto, con poco gasto, en compañía o en su defecto solos, no dejaremos pasar la ocasión para agradecer y alabar a nuestro Salvador.

Pero nos preocupa la Navidad de los que se resisten a creer en la existencia de un Dios bueno, que desea venir al encuentro de sus criaturas. Algunos ateos se deprimen en estas fiestas y prefieren aislarse y dormir. Otros se atiborran de comida, o consumen drogas para llenar su vacío en esta celebración. Y muchos más quizá intentan demostrar una alegría que no poseen, buscando la locuacidad e hilaridad que da el alcohol, o participando en un baile de disfraces navideños. Cuando nos falta un motivo bien fundado para celebrar, comenzamos a centrar la atención en detalles superfluos. Nos afanamos por conseguir un mantel nuevo, distinto al usado la Navidad anterior, nos proponemos estrenar ropa o calzado, buscamos alguna receta sofisticada para lucirnos y despertar halagos, compramos fuegos artificiales novedosos, o buscamos inspirarnos en las últimas tendencias en arbolitos navideños (gótico, primaveral, etc.). Y los comerciantes, ávidos de lucrar con nuestros anhelos de vanidades nos ofrecen una amplia oferta de objetos innecesarios, a cambio de quedarse con nuestro dinero.

Por esto decimos que el presupuesto para cubrir los gastos de una navidad agnóstica o atea, puede ser muy elevado. La relación que existe entre la solidez del motivo para celebrar y el presupuesto que la fiesta demandará es una relación inversamente proporcional; cuánto más flojo o falto de convicción sea el motivo, más se elevará el gasto necesario para que el festejo luzca y resulte exitoso. Cuando no hay mucho para celebrar puede resultar aburrido quedarse en casa. Entonces buscamos una cena gourmet de Navidad o Año Nuevo en alguna cadena de hoteles, a pagar, por supuesto, en dólares. Allí, entre los vapores del alcohol y el sonido de la orquesta, difícilmente recordemos el auténtico motivo que nos movió a celebrar. Quien descubra a través de la lectura de la Biblia que la Navidad rememora la materialización del amor de Dios al hombre y su plan redentor para sus criaturas pecadoras, hallará el sentido profundo de este acontecimiento que celebramos cada año.

¿Y qué diremos del cierre del año y la recepción del año entrante?

  • Es época de balances y de proyectarnos hacia el futuro. Los creyentes sabemos que todo lo bueno vivido durante el año que finaliza, vino de parte de Dios, por tanto aprovechamos para agradecerle. Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras (Santiago 1:17 – NVI)
  • Aceptamos que lo que no salió bien o fracasó durante el 2019 no fue producto del azar o la mala suerte, sino que constituye lecciones de la escuela de Dios. Así se los explicaron los líderes al pueblo terrenal de Dios en la antigüedad, respecto al trato del Altísimo con ellos durante el peregrinar por el desierto: …Afligiéndote y probándote, para al final hacerte bien (Deuteronomio 8:10).
  • Celebramos los logros alcanzados en el 2019, pero con la mesura y humildad de quien reconoce que no fueron mérito propio exclusivamente. Así también se le recomendaba al pueblo israelita: No se les ocurra pensar: “Toda esta riqueza la hemos ganado con nuestro propio esfuerzo”. Deben acordarse del Señor su Dios, ya que ha sido él quien les ha dado las fuerzas para adquirirla  (Deuteronomio 8:17).
  • Quienes creemos a Dios y en Dios, enfrentamos la incertidumbre del futuro año 2020 confiando que no estamos solos y a la deriva en un mundo caótico, sino que Dios nos integró a su gran familia de redimidos y a sus planes eternos. Él ya conoce de antemano todo lo que nos deparará el año nuevo y nos propone transitarlo juntos.
  • Por ello despedimos el año sin mucho estruendo, sino de modo sencillo, gozoso y confiado: “Hasta aquí nos ayudó el Señor” (1 Samuel 7:12).

En tanto, quienes se definen como escépticos, agnósticos, ateos e indiferentes a Dios probablemente necesiten un alto presupuesto para conseguir estar alegres, olvidando lo que consideran malo del año viejo y enfrentando asimismo, las incertidumbres que genera iniciar una etapa desconocida. El 2020 no encierra sorpresas para Dios y es bueno iniciarlo confiando en su sabiduría y buena voluntad hacia nosotros.

 

¡Que la bendición del Altísimo alcance a cada hogar de quienes nos han acompañado en este espacio!

 

*Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 h

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