Trabajando desde casa

Día del Trabajo
1 mayo 2020
No dejando que el miedo nos gane
5 mayo 2020

Por: Ps. Graciela Gares*

 

Parte 1:

Parte 2:

Una de las claves para desarrollar resiliencia (resistencia, superación y fortalecimiento) en las crisis es asumir las circunstancias y flexibilizarnos para adaptarnos a ellas, por aquello que todo lo rígido corre riesgo de quebrarse, en tanto lo blando se amolda y sobrevive. La realidad que atraviesa el planeta actualmente impactó fuertemente en el mundo del trabajo, empujando a la desocupación a algunos y cambiando la modalidad de trabajo para los que felizmente lograron conservarlo.

El teletrabajo o trabajo remoto no es una modalidad nueva, sino que se desarrolló acompañando el boom de la tecnología informática, pero no había tenido hasta hoy una gran expansión. Era usado mayoritariamente en el campo del marketing, el diseño de páginas web, traducciones, contabilidad, asesorías, periodismo, venta de objetos usados, etc. Estos trabajadores decían beneficiarse de la libertad de tener el control de sus horarios, poder organizar mejor su jornada y aún trabajar desde Uruguay al extranjero, ganando en U$S o euros. Obviamente, asumían los riesgos de estos emprendimientos desarrollados sin relación de dependencia, más que de sí mismos.

Curiosamente, esta modalidad laboral surgió como una alternativa que comenzó a difundirse y explotarse en nuestro país a raíz de la crisis económica de 2002, que también generó mucha desocupación. Según un informe del Ministerio de Industria, Energía y Minería del 2016, más de 100.000 uruguayos comenzaron a “teletrabajar”, generando ingresos por 500 millones de dólares. En esta nueva crisis del 2020, de carácter sanitaria y de alcance planetario, el trabajo a distancia apareció como la herramienta obligada para dar continuidad a diversas tareas necesarias para que el país y las empresas siguieran en marcha, mientras regía la orden de cuarentena.

A los nativos digitales, los millenials, las nuevas generaciones no les resultó traumático migrar a esta nueva modalidad de tareas. Pero los más veteranos tuvimos que vencer miedos y resistencias. No obstante, como no quedaba otra alternativa, hoy nos comunicamos por zoom, whatsapp, correos electrónicos, etc. trascendiendo así el distanciamiento social impuesto. Obviamente, ello no sustituye el trabajo humano en la industria manufacturera, de la construcción o el campo médico, pero sí constituye un excelente vehículo para mediar entre quien produce algo y quien lo necesita, reduciendo los contactos físicos a lo imprescindible. Y se estima que este empuje del trabajo remoto llegó para quedarse y es muy probable que cuando la pandemia quede atrás un buen número de trabajadores continúe desempeñando tareas en base a la plataforma que ofrecen las tecnologías de la información. Para todos, si el objetivo es mantenernos activos, será preciso reconvertirnos. El apóstol Pablo demostró que había desarrollado tolerancia ante distintos escenarios cuando dijo: “En todo y por todo estoy enseñado” (Filipenses 4:12) y “A todos me he hecho de todo” (1 Corintios 9:22).

Consideremos entonces las luces y sombras de la nueva dinámica laboral. ¿Aumenta o disminuye la productividad? ¿Cualquier persona que lo desee se adaptará a esta propuesta? ¿Tiene alguna repercusión física o anímica?

Las ventajas evidentes son la posibilidad de auto-gestionar el tiempo y la libertad de física para realizar la actividad sin estar confinado 8 o 10 horas en un edificio, consultorio u oficina, permitiendo a cada uno organizar la jornada, articulando los diversos compromisos que uno tenga. Disponiendo de una laptop, un celular y una fuente de wifi, es posible trabajar desde una habitación del hogar, en una plaza de comidas bebiendo un café, en la azotea o jardín de la casa y aún desde la playa o un parque. Brinda flexibilidad horaria y posibilidad de interrupción para atender un compromiso familiar y luego volver. Es posible trabajar en función de objetivos, de modo que si trabajando diligentemente la tarea queda finalizada en un tiempo breve, no es necesario aguardar hasta “la hora de salida o de marcar tarjeta” para poder abocarse a otros asuntos. Pero constituirse en patrón de sí mismo y organizar eficientemente el trabajo demanda una alta dosis de autodisciplina, de la cual muchos trabajadores carecen. La desorganización o falta de una voluntad firme puede hacer del trabajo remoto algo poco productivo. La capacidad de autogestión es imprescindible para mantener la hora de levantarse en la mañana, la hora de comienzo de la jornada de labor, la pausa para almorzar (no demasiado prolongada), el reinicio del trabajo en la tarde, cuidando que la carga horaria diaria no se extienda más allá de 8 o 10 horas.

Para las mujeres, el trabajo en casa les facilita mantener el control de lo que ocurre con sus niños en el hogar. Pero el perjuicio es que a menudo es difícil mantener firme la frontera entre trabajo y vida familiar. A aquellos con quienes convive les resultará confuso asumir que mamá está en casa pero no está disponible para ellos. No faltará quien le diga que ya que se queda en casa prenda el lavarropas, tienda, recoja y guarde lo lavado y hasta haga compras. Es que toda labor realizada en el hogar sigue estando aún “invisibilizada” o no es percibida como trabajo. Es posible que aún nos convenzamos de que nuestro trabajo es menos trascendente que el del resto de la familia que lo realiza fuera del hogar y queramos demostrar lo hecho en el día para justificar que también trabajamos. En el caso de la mujer, a fuerza de continuas interrupciones en el trabajo profesional en el hogar, puede darse que esté 14 horas tratando de terminar el teletrabajo. Esto estresa mucho a la esposa y madre.

El trabajo remoto alivia gastos de traslado, vestimenta y calzado, así como ahorra tiempos de desplazamiento. Pero frente a esta ventaja se contrapone el sentimiento de soledad que en ocasiones abruma, por permanecer 6 o más horas a solas en el hogar, ya que quizá el cónyuge trabaja fuera y los hijos estudian. Cada día en la oficina, fábrica u hospital el trabajador interactúa constantemente con sus compañeros, comenta noticias o programas televisivos, bromea y aún sin hablar con ellos, se siente acompañado. En el hogar, a solas frente a los equipos de tecnología, es posible experimentar el vacío humano y añorar tener a alguien con quien conversar o cambiar ideas sobre la labor. Por ello, trabajar desde el domicilio en ocasiones, deprime.

Lo anímico suele resultar impactado también, para quien siempre trabajó fuera de su casa y hoy debe teletrabajar, por el hecho que al no tener que salir a la calle, abordar el transporte público y otras interacciones sociales, el trabajador tiende a descuidar la presencia personal. El ánimo en la mujer está ligado directamente a la imagen que le devuelve el espejo. Si permanece la mayor parte de la jornada en ropa de entrecasa, calzado informal y el cabello descuidado, o si posterga la ducha diaria para poder entregar el trabajo urgente que le acaban de solicitar, no se sentirá plena o a gusto consigo misma.

La interacción social nos estimula, motiva y desafía para que presentemos la mejor versión de nosotros mismos, además de ser un generador de endorfinas que producen bienestar emocional. Por ello, es bueno combinar el teletrabajo con entrevistas personales o ir a tomar un café ocasionalmente con compañeros/as de labor, para re-establecer la conectividad social. Nuestro Creador mostró que bien nos conoce al decir: “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18). En el mismo sentido el sabio Salomón reflexionaba: “El hierro con hierro se aguza, y el hombre con su prójimo se afina” (Proverbios 27:17, Biblia de Jerusalén). La interacción social nos moldea, nos ayuda, nos corrige e invita a superarnos.

Quienes recién incursionan en el trabajo a distancia deben tener en cuenta también el riesgo del sedentarismo y sus secuelas físicas. La reducción de los desplazamientos en la calle tiene sus ventajas ya que disminuye el estrés de llegar en hora y preserva del peligro siempre latente de los accidentes de tránsito. Pero esta significativa reducción de la movilidad debe ser suplida con un programa de ejercicios para evitar el sobrepeso y los dolores óseos o musculares. Vale considerar asimismo, que la comida está más a mano en el hogar, sin el control social que impone la mirada del otro. Por ello esta pandemia nos ha llevado a ganar algunos kilos de más. No es menos importante el hecho que los muebles de una casa carecen del diseño ergonómico que poseen mesas, sillas y escritorios en puestos de trabajo de fábricas u oficinas, pensados para cuidar la posición de columna, brazos y piernas durante extensas jornadas de trabajo.

Definir el horario de labor y luego lograr desconectarse hasta el otro día, es otro gran desafío difícil de lograr. Eso ha quedado claro para quienes tele-trabajamos durante esta emergencia sanitaria. ¡Mensajes de whatsapp relativos al trabajo comenzaban a llegarnos desde las 8 y 30 de la mañana hasta pasada la medianoche! Sábados y aún domingos no eran respetados a la hora de comunicar novedades. Felizmente un proyecto de ley en trámite, promoverá el derecho del trabajador a desconectarse de los dispositivos digitales, para asegurar su derecho al descanso. Esto sin dudas repercute en la vida familiar y puede causar conflictos.

La incapacidad de algunos trabajadores de distanciarse de lo laboral nos trae a la mente la sabiduría del escritor de Eclesiastés cuando afirmaba: “Hay un tiempo para todo lo que se hace debajo del cielo” (Eclesiastés 3:1) y la prescripción divina: “Seis días trabajarás y harás toda tu obra, más el séptimo día es día de reposo para el SEÑOR tu Dios; no harás en él obra alguna” (Éxodo 20:9). También esto requiere buena dosis de auto-disciplina.

¡Que Dios nos conceda la sabiduría para adaptarnos a las circunstancias cambiantes del momento actual, sabiendo que aunque todo cambie, nuestro Padre celestial es y será el mismo, protector, guardador y redentor nuestro!

 

*Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 h

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