Los prejuicios
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«…Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios» v. 62
Hoy como ayer muchos quieren seguir a Jesús por diferentes motivos, pero como ayer, Jesús expresa sus condiciones para quienes quieran seguirle. A uno que dijo “te seguiré a dondequiera que vayas”. Jesús lo desanimó diciéndole que no ofrecía ninguna estabilidad en cuanto a los lugares donde estaría y que su misión era totalmente dependiente de Dios, prescindiendo de toda comodidad.
Otro quiso seguirlo pero antes tenía algo muy importante que hacer, nada menos que sepultar a su padre. En aquellos tiempos esta expresión podía significar cuidarle hasta que muriera. Muchas veces esto implicaba un compromiso familiar por varios años. Jesús le informó que Su misión era muy importante, tan importante que trascendía cualquier compromiso aunque fuera muy necesario y comprensible; no era algo que se podía posponer. Otro en el camino quiso despedirse de su familia, algo normal y natural para cualquiera. Jesús demandaba una adhesión tan grande que las despedidas también estaban fuera de lugar.
Las condiciones para seguir a Jesús son para gente decidida, valiente, que no reparará en ningún condicionamiento natural. Una vez en el camino persevera hasta el final. Esas condiciones del llamado del Señor no han cambiado, no han descendido de nivel, todavía se mantienen así. Por ello cualquier persona que comienza a servir al Señor en su ministerio es un soldado total, enrolado para siempre, sin consideraciones del propio criterio y de las necesidades normales, sino por el contrario, como un niño, confiado en Dios sin mirar atrás.
Sigifredo Sabalza, Venezuela