La muerte y las costumbres sociales
27 octubre 2020Una iglesia de discípulos
3 noviembre 2020Lectura: Filipenses 4:1-9
«Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor» v. 2
En la iglesia en Filipo había un problema entre dos mujeres importantes del liderazgo. No tenemos datos suficientes que nos permitan identificarlas a ellas y al problema que las distanció. “Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaborados míos, cuyos nombres están en el libro de la vida”.
Es evidente que este problema interpersonal hacía peligrar la unidad de la iglesia. Para resolverlo Pablo le pidió a un colaborador suyo que oficie como mediador entre ellas quienes serían líderes en la congregación. Es posible que en sus casas funcionaran dos de las iglesias de esa ciudad y que, por alguna razón, surgieron algunas diferencias que afectaron el compañerismo que las unía.
Actualmente vivimos muchas situaciones parecidas entre miembros de nuestras iglesias. En ocasiones el problema comienza con un mal entendido, o por celos motivados por la designación de un miembro para un ministerio que otro deseaba, considerando que tenía la capacidad, la madurez espiritual y la experiencia necesaria para ejercerlo. Lo importante es confrontar a los implicados con autoridad espiritual, firmeza y amor.
No tenemos que esconder este tipo de problemas sino, como Pablo, reconocerlos y comenzar el proceso de reconciliación que se logrará cuando los implicados tengan el mismo sentir en el Señor, reconozcan su responsabilidad y se pidan perdón. Como cristianos debemos priorizar la unidad de la iglesia, y evitar todo conflicto que deshonre al Señor y afecte la armonía eclesial.
Rogelio Nonini, Argentina
Seamos solícitos en guardar la unidad de la iglesia local.