¿Qué dice la biblia acerca del manejo de las emociones?

Los escépticos
15 enero 2021
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19 enero 2021
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De la sección “Renovando el espíritu” del programa “Los años no vienen solos”.

Escuche aquí el programa:

Tomado de “Got Questions

¿Cómo seríamos los humanos si nunca nos emocionáramos, si fuéramos capaces de controlar las emociones en todo momento? Quizás vendríamos a ser como los robots, respondiendo a todas las situaciones con lógica y nunca con emociones. Pero Dios nos creó a Su imagen, y las emociones de Dios se revelan en las escrituras; por lo tanto, Dios nos creó seres emocionales. Sentimos amor, gozo, felicidad, culpa, ira, decepción, miedo, etc. A veces, nuestras emociones son vivencias agradables, y a veces no. A veces, nuestras emociones están fundadas en la verdad, y a veces son “falsas” ya que se basan en premisas erróneas. Por ejemplo, si creemos falsamente que Dios no está en control de las circunstancias de nuestras vidas, podemos experimentar las emociones de miedo, desesperación o ira, basado en esa falsa creencia. Independientemente, las emociones son poderosas y reales para aquel que las está sintiendo. Y las emociones pueden ser indicadores útiles de lo que está sucediendo en nuestros corazones.

Dicho esto, es importante que aprendamos acerca del manejo de las emociones, en lugar de permitir que nuestras emociones nos manejen. Por ejemplo, cuando nos sentimos enojados, es importante ser capaz de parar, identificar que estamos enojados, examinar nuestros corazones para determinar por qué estamos enfadados y, luego, proceder de una manera bíblica. Las emociones que están fuera de control, no suelen producir resultados que honren a Dios: “Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios“, Santiago 1:20.

Nuestras emociones, al igual que nuestras mentes y cuerpos, están influenciadas en gran medida por la caída de la humanidad en el pecado. En otras palabras, nuestras emociones están manchadas por nuestra naturaleza pecaminosa, y esa es la razón por la cual es necesario controlarlas. La Biblia nos dice que tenemos que ser controlados por el Espíritu Santo, y no por nuestras emociones.

Efesios 5:15-18: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu“.

1 Pedro 5:6-11: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén”.

Si reconocemos nuestras emociones y las llevamos ante Dios, entonces podemos presentar nuestros corazones ante Él y permitirle que haga Su obra en nuestros corazones y que dirija nuestras acciones. A veces, esto puede significar simplemente que Dios nos consuela, nos reafirma y nos recuerda que no debemos temer. Otras veces, puede que Él nos lleve a perdonar o pedir perdón. Los Salmos son un excelente ejemplo del manejo de las emociones y de cómo traer nuestras emociones a Dios. Muchos Salmos están llenos de emociones puras, pero éstas se derraman delante de Dios en un intento de buscar Su verdad y justicia.

Compartir nuestros sentimientos con otras personas, también es útil para el manejo de las emociones. Se supone que la vida cristiana no es para vivirla en solitario. Dios nos ha dado el regalo de otros creyentes que pueden compartir nuestras cargas y cuyas cargas nosotros también compartimos:

Romanos 12:15: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”.

2 Corintios 1:3-5: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación”.

Otros creyentes también nos pueden recordar la verdad de Dios y nos ofrecen una nueva perspectiva. Cuando nos sentimos desanimados o temerosos, podemos beneficiarnos del ánimo, exhortación y reafirmación que otros creyentes nos brindan.

Hebreos 3.13: “Antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado”.

A menudo, cuando alentamos a otros, nosotros mismos somos alentados. Igualmente, cuando sentimos gozo, este generalmente aumenta cuando lo compartimos.

El permitir que nuestras emociones nos controlen, no es nada piadoso, como tampoco lo es el negar o censurar nuestras emociones. Debemos agradecer a Dios por nuestra capacidad de sentir emoción y administrar nuestras emociones como un don de Él. La forma de manejar nuestras emociones es mediante nuestro crecimiento en nuestro caminar con Dios. Somos transformados por la renovación de nuestras mentes, como dice Romanos 12:1-2 y el poder del Espíritu Santo, el que produce en nosotros el dominio propio:

2 Timoteo 1: 7: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”.

Necesitamos un impulso diario de principios bíblicos, un deseo de crecer en el conocimiento de Dios y pasar tiempo meditando en los atributos de Dios. Debemos tratar de conocer más de Dios y compartir más de nuestros corazones con Dios mediante la oración. La comunión cristiana es otra parte importante del crecimiento espiritual. Caminamos con otros creyentes y nos ayudamos los unos a los otros a crecer en la fe, así como en la madurez emocional.

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