Eutanasia: voz de Dios y no de hombre

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Por: Ps. Graciela Gares*

Parte 1:

Parte 2:

Parte 3:

En este mundo globalizado, los temas se instalan en una y otra parte como si el planeta fuera una gran caja de resonancia. Así ocurrió con el asunto del aborto. Ahora con la eutanasia.

En Uruguay, al inicio de la pandemia, un legislador cristiano frenó la posible aprobación de un proyecto de ley para el suicidio “asistido”, presentada medio de la crisis sanitaria, quizá aprovechando que la atención de la ciudadanía se dirigía hacia otra realidad.

Tal proyecto sigue en nuestro Parlamento y en cualquier momento será re-flotado para su consideración, y sabemos que existen corrientes de pensamiento a favor del mismo. Por eso es bueno estar alertas y formando opinión responsable al respecto.

Mientras tanto, en otro país americano, Colombia, el tema cobró mucha notoriedad recientemente y el manejo que se hizo del mismo nos sirve para tomar conciencia de las estrategias del enemigo de Dios y de la raza humana al respecto, mintiendo, confundiendo y ocultando verdades.

Aún sigue ocupando primeros planos de la prensa internacional el caso de la mujer colombiana de 51 años, quien a raíz de padecer de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), sin perspectivas de curación para la medicina convencional y con dolores catalogados por la enferma de insoportables, habría escogido la eutanasia, programada para el pasado 10 de octubre.

Ella tiene afectada su calidad de vida, ya que la enfermedad deteriora su motricidad y camina con dificultad, por lo cual a pesar de declararse católica, estaría apelando a una “muerte digna”, mediante el suicidio asistido médicamente.

El Instituto Colombiano del Dolor, en un análisis de último momento del estado de salud y evolución de la paciente, definió que no se cumplía con el criterio de “terminalidad” como se había considerado en una primera instancia.

Viralizado su caso, llegó a conocimiento de un médico español, el Dr. Guillermo Rodríguez Navarrete, especializado en medicina integral y funcional, quien subió a las redes un video dirigido a esta enferma, pidiéndole que le diera una oportunidad a su tratamiento.

La ELA es una enfermedad de las células nerviosas que conectan el cerebro con los músculos, los que van perdiendo su capacidad para producir energía.

Rodríguez Navarrete afirmó con convicción que esa paciente no tenía por qué morir, ni por eutanasia ni por ELA. Él ya habría tratado a otras personas diagnosticadas con la misma enfermedad que aqueja a esta mujer colombiana, y aseguró que la enferma tiene una esperanza mucho mayor a la que le han contado y que con la ayuda de Dios y de la propia paciente, podía salir del estado en el que hoy se encuentra.

A propósito, le ofrecía su ayuda sin costo. Luego este facultativo escribió en sus redes: “Ya estoy en contacto con el hijo de la paciente, y a partir de ahora manejaremos todo con la discreción que la familia y el proceso necesitan. Aún así, estoy seguro de que muchos pacientes de ELA sabrán que hay más esperanza de la que piensan cuando el enfoque es moderno y actualizado.”

Este giro en la situación no solo pone sobre la mesa dilemas éticos en cuanto a si al ser humano le compete decidir sobre el final de la vida de su prójimo o de la propia, sino que además deja entrever las posibilidades de error en que se puede caer al pronosticar quién tiene chance de ser curado y quién no.

Si fuera ético y legítimo que el ser humano decrete el final de una vida, ¿tendría la sabiduría suficiente para catalogar en qué casos ameritaría hacerlo? Pensamos que no y tratándose de una decisión sin retorno, ¿cómo se remediaría un error de diagnóstico?

Un tercer dilema que surge es si el veredicto de la medicina tradicional es autosuficiente o deberían tener la humildad de convocar a medicinas naturales y/o alternativas antes de juzgar como incurable una condición de salud.” En la multitud de consejeros está la sabiduría”, dice la Sagrada Escritura. (Proverbios 11:14)

El Dr. Rodríguez Navarrete habló de abordar la conexión con las mico-toxinas y un estilo de vida cetogénico para que sus células nerviosas vuelvan a producir energía. Habrá que esperar para ver resultados, pero sean éstos positivos o negativos, la raza humana debería reconocer que es prerrogativa de Dios dar la vida o reclamarla. Así lo asumió el patriarca Job en la antigüedad, cuando sus hijos murieron: “Jehová dio, Jehová quitó” (Job 1:21b). La misma idea es proclamada por Ana en el libro de Samuel: “Jehová mata y él da vida” (1 Samuel 12: 6).

Ocurre que en esta cultura postmoderna no estamos escuchando la voz de Dios, sino aclamando y reverenciando la de hombres, hombres de ciencia, pero hombres limitados y mortales al fin y al cabo. Así también ocurrió en los tiempos del antiguo rey Herodes, según el relato bíblico (Hechos 12: 20 -24): La gente gritaba: «¡Voz de un dios, no de hombre!». Al instante un ángel del Señor lo hirió, porque no le había dado la gloria a Dios; y Herodes murió comido de gusanos. Pero la palabra de Dios seguía extendiéndose y difundiéndose.”

Muchos de nosotros estamos cansados de escuchar la voz de una ciencia atea, errática y anti-ética. Mientras tanto, en América Latina crecen las peticiones de “muerte por piedad” a partir de que la eutanasia está legalizándose en distintos países del mundo. En Colombia, a partir del año 2015, se reglamentó esta práctica.

En Chile se informa sobre la batalla judicial por el derecho a morir que viene librando otra mujer con cáncer catalogado como terminal. Medios de prensa transcriben palabras atribuidas a la directora del departamento de Filosofía de una Universidad de Santiago de Chile, quien habría expresado lo siguiente: “En sociedades pluralistas, las tolerancias sobre la vida y la muerte son diversas. El Estado debe garantizar que ninguna persona esté obligada a mantener una existencia que para sí misma sea considerada un sufrimiento”. “Estamos apostando a que esto va a ser una contribución a las libertades individuales.”

Por su parte, en Argentina, un médico especializado en cuidados paliativos y experto en bioética habría postulado algo similar: “…Los Estados no tienen ninguna obligación de preservar la vida de alguien en contra de su voluntad. Lo contrario serían tratos crueles, humillantes, lo que significa violar derechos humanos fundamentales”.

Desde hace 20 años, Holanda encabeza la lista de países donde la eutanasia es entendida como acto médico, consistente en inducir la muerte de forma inmediata a petición de un paciente en etapa final de una enfermedad, según juicio de la medicina.

Otros países donde esta práctica es admitida serían Bélgica, Luxemburgo y Canadá. Nueva Zelanda habría debatido el tema llevándolo a plebiscito. Y en regiones como Suiza y algunos estados de Estados Unidos estaría habilitada la práctica en que la persona se administre a sí misma la droga letal.

En Uruguay aún no se autorizó la eutanasia, pero el médico que bajo ciertas circunstancias ejecute homicidio “por piedad”, estaría exonerado de responsabilidad legal.

El tema cobra relevancia en un contexto de envejecimiento de la población, provocado no solo por la mejora de algunas condiciones sanitarias, sino también por las bajas tasas de natalidad y el creciente índice de abortos practicados.

Cabe aclarar que no es lo mismo la muerte provocada intencionalmente a pedido de un paciente, que el ensañamiento terapéutico en sostener los signos vitales de una persona cuando ya nada podrá impedir su deceso.

En este último caso, son pertinentes los sistemas de cuidados paliativos que acompañen y alivien el sufrimiento final. Los mismos deben incluir no solo los tratamientos más idóneos para disminuir el dolor, sino la contención humana, preferentemente a cargo de familiares (eliminar el aislamiento en los CTI) y la asistencia espiritual que dé respuesta a cuestiones existenciales y emocionales.

Un argumento a veces invocado para promover la legalización de la muerte provocada y asistida médicamente, es que donde la eutanasia no se legaliza, se practica igual en forma clandestina, a veces por acuerdo tácito entre paciente y médico o entre familiares y el facultativo. Demás está decir que como argumento es inválido ya que la existencia de un mal, por ejemplo la rapiña, no es razón para legalizarlo.

Habilitada la eutanasia, la paradoja de la “muerte por compasión” es que algunos enfermos estarían siendo coaccionados por sus familias para que pidan muerte anticipada. A tal efecto, se les hace sentir que son una carga por los gastos u otros contratiempos que ocasionan, y se les amenaza con retirarles la compañía en caso que decidan no poner fin a sus vidas.

¿Cómo llegamos a este desatino de pensar en dar muerte a las personas en situación de máxima fragilidad?

Las Sagradas Escrituras nos dan luz al respecto. El apóstol Pablo escribiendo en la antigüedad a los que vivían en Roma les decía: “Como no quieren reconocer a Dios, Él los ha abandonado a sus perversos pensamientos para que hagan lo que no deben.” (Romanos 1: 28)

Se menciona a un científico australiano de 104 años, quien habría viajado a un país europeo para lograr un suicidio asistido, expresando en una entrevista previa que a los 50 o 60 años uno debe decidir si quiere seguir viviendo. Sabemos que el argumento en algunos casos es que la vida ha perdido su valor para el individuo, pero nos impacta tal actitud de prescindencia de Dios.

En tanto aumentan sobre el planeta tales testimonios de desapego a la vida, a los cristianos nos urge la necesidad de proclamar que la vida humana pierde sentido sólo si se la vive desconectados del Dios que nos creó.

Quien se reconcilia con Dios -confesando previamente su maldad-, es posicionado por el Padre en el rol de hijo, con todas las prerrogativas que eso conlleva. Puede entrar con confianza ante su Padre y reclamar misericordia (Hebreos 4:16), nunca sentirse solo cualquiera sea su peripecia vital, sabiendo que su existencia no es un sinsentido sino una travesía de la mano de Dios hacia la eternidad, donde no existe la enfermedad ni la muerte. En suma, podrá sentirse amado y protegido y no vivir con desesperanza sino con fe y en paz.

Y experimentará como el salmista antiguo que: “aunque ande en valle de sombra de muerte no temeré mal alguno porque Tú (Dios) estarás conmigo” (Salmo 23: 4).

*Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 h

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