La Edad de Oro del Cristianismo

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Por: Dr. Álvaro Pandiani*

La Iglesia Cristiana es una institución problemática y contradictoria, que ha sido repudiada por muchos, y que sin embargo sigue vigente. La Iglesia está llamada a ser un vehículo. La Iglesia, no en cuanto institución religiosa, pero sí en cuanto comunidad de creyentes, es un grupo de individuos llamados por Dios a salir del mundo en un sentido moral; es decir, apartarse de la corriente pecaminosa de un mundo que rechaza a Dios, y reunirse en asamblea con un propósito. Ese propósito es el cumplimiento de la misión que Jesús entregó a sus discípulos, la Gran Comisión. A través de los siglos, la Iglesia ha tenido un éxito diverso en el cumplimiento de estos tres objetivos: responder al llamado de Dios, mantenerse moralmente separada del mundo, y cumplir con la comisión del Maestro. No solamente muchos hombres que han ocupado cargos eclesiásticos han sido realmente indignos de su investidura (y esto en todas las ramas del cristianismo), sino que reiteradamente la Iglesia perdió de vista su verdadera misión. En los registros bíblicos de las palabras de Cristo luego de su resurrección hay un tema reiteradamente presente, expresado en diversas maneras: “id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19, 20); “id por el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15); “fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día: y que se predicara en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones” (Lucas 24:46,47); “recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). Las diferentes formas en que está expresado este mandato traducen la insistencia de Jesús, quién ordenó en varias oportunidades y de diferentes maneras que el evangelio fuese oído y conocido por todos los seres humanos. Por eso decimos que la Iglesia está llamada a ser un vehículo: vehículo de un mensaje de amor. En palabras de un gran estadista misionero como fue Oswald Smith, la suprema tarea de la iglesia es la evangelización del mundo.

La Iglesia debe dar preeminente importancia al aspecto evangelístico de su misión. No es la tarea principal ni el objetivo supremo de la iglesia involucrarse en política, sea local, nacional o internacional. Esta es la otra faceta de un debate que abordamos desde este espacio reiteradamente, la última hace poco tiempo. Así como dijimos que está bien clamar por transparencia pública, justicia social y que se legisle con valores, y también afirmamos que está bien procurar la participación en los más altos niveles de decisión de la vida nacional, también debemos decir ahora que Cristo fundó su Iglesia para un objetivo espiritual más elevado que la participación política partidaria. Tampoco es la principal tarea de la Iglesia levantar la bandera de los derechos humanos, y transformar la lucha por los mismos en su causa suprema. Indudablemente los pobres, los perseguidos, los marginados y los castigados por la tiranía y la arbitrariedad necesitan quién los defienda, y es excelente que la Iglesia Cristiana sea esa defensora, y no debemos cejar en defender y proteger los derechos de los más débiles, con todas los recursos de que dispongamos. Además, personalmente creo que la fe y doctrina cristiana es la fuente de toda noción y concepto de derechos humanos. Pero Cristo no fundó su Iglesia primordialmente para ocuparse de eso. Tampoco es incumbencia de la Iglesia meterse a vigilar la ética de toda experimentación y avance en las ciencias biológicas, particularmente en biología y medicina; otra vez, es nuestra opinión personal que la ética cristiana es suprema y absoluta. Pero Cristo no fundó la iglesia para que su principal tarea sea ser policía de la ciencia.

Las mencionadas áreas pueden ser objetivos subsidiarios legítimos de la tarea de la Iglesia. Pero Cristo fundó su Iglesia, la compañía de sus seguidores y discípulos, para ser los embajadores de Dios en la tierra, los pregoneros del Rey que viene; para hacer oír a los hombres acerca del amor de Jesús, un amor que llegó al sacrificio, y mostrar ese amor en sus propias vidas. Un amor desinteresado en sí mismo, e interesado en el bienestar de los demás; un amor que atrae y conquista a aquellos que necesitan del Salvador. Porque en realidad todos los seres humanos le necesitan, por eso la iglesia debe hacer conocer el evangelio a todas las gentes. Una manera de decirlo es que la iglesia le debe el evangelio al mundo. La Gran Comisión que Jesús encomendó a sus seguidores, predicar el evangelio a todas las gentes, es la gran deuda que la Iglesia tiene con el mundo, y la tendrá mientras el mundo no llegue a su fin.

Ahora bien, el evangelio se predica con palabras, y también con hechos. Así como la iglesia no debe olvidar que su tarea suprema es portar el mensaje de Cristo, tampoco puede caer en el otro extremo, a saber, dedicarse exclusivamente a “proclamar el mensaje”, olvidando el ejemplo de Jesús, que alimentó a los hambrientos, atendió a los enfermos, y enseñó que sus discípulos deberían dar de comer a los hambrientos, dar de beber a los sedientos, hospedar a los forasteros, vestir a los desnudos, y visitar a los enfermos y a los presos (Mateo 25:35,36), pues quién tal hiciera con los menos afortunados, lo estaría haciendo con el propio Cristo. ¿Y qué cristiano, en estos veinte siglos, pudo considerarse libre de tales responsabilidades inherentes a su condición de tal?

A propósito de este aspecto del mandato de amor que Cristo dio a sus discípulos, que podríamos decir constituye la responsabilidad social de la Iglesia, me viene al recuerdo la historia de san Martín de Tours, quién siendo un soldado romano de dieciocho años, una fría tarde de invierno en la Galia partió su capote militar y lo compartió con un mendigo; esa misma noche en sueños vio a Jesucristo cubierto con ese medio capote, diciéndole que Él era aquel mendigo. Leyenda o historia, esta anécdota tiene una moraleja muy práctica, pues ilustra un principio bíblico. Juan el Bautista dijo: “el que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene que comer, haga lo mismo” (Lucas 3:11). La expresión resumida de este principio es “el que tiene, dé al que no tiene”. Las enseñanzas apostólicas recuerdan este aspecto de la práctica cristiana, y no ocasionalmente: “en todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35); “nos pidieron que nos acordáramos de los pobres; lo cual también me apresuré a cumplir con diligencia” (Gálatas 2:10); “acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como si vosotros estuvierais en su mismo cuerpo” (Hebreos 13:3).

El ministerio que la iglesia cristiana debe ofrecer al mundo consta de dos aspectos, que no pueden divorciarse ni en la intención ni en la práctica: la proclamación del mensaje del evangelio de Jesucristo a todas las gentes, y un servicio de amor a los desposeídos, infortunados, menesterosos y sufrientes. Estas son comisiones de la iglesia, que se complementan entre sí. La primera anuncia las buenas noticias de salvación por la fe en Jesús; la segunda comunica el mismo mensaje en los hechos incontestables de la vida de aquellos que siguen el ejemplo de Cristo.

A modo de paréntesis, recuerdo cuando, hace muchos años, participé en una campaña evangelística realizada en un barrio de Montevideo, llamada la Cruzada Integral; un gran número de congregaciones evangélicas se unieron para llevar adelante, con un predicador uruguayo, un evento peculiar: durante los días de campaña, junto con la predicación del evangelio se hizo atención médica gratuita, y se reunieron ropas y alimentos no perecederos para donar a familias de bajos recursos. El evento no sólo movilizó una gran cantidad de gente, sino que atrajo a varios medios masivos de comunicación, interesados en difundir lo que allí se estaba haciendo. ¿Por qué?, por el componente social de la tarea realizada, testimonio de amor en acción, de parte de las iglesias evangélicas comprometidas con el trabajo. Recuerdo incluso que un antiguo compañero de estudios, productor de programas de televisión, no cristiano evangélico, me comentó que, más allá de las creencias del grupo religioso al que yo pertenecía, en sus palabras, nadie podía “decir nada” – es decir, criticar o denigrar – el trabajo social realizado. Aunque tal vez sí se pueda decir algo; por lo que sé, no volvió a realizarse un evento con aquellas características. Gracias a Dios, también en Uruguay varias ONG con trasfondo cristiano evangélico realizan una labor de proyección social y testimonio de amor cristiano enfocado en la comunidad toda; aunque su trabajo, continuo y no colateral a un evento evangelístico, no sea noticia en radios y canales de televisión abierta.

Retomando el tema de fondo, es momento de preguntarnos: ¿existió, en el tiempo histórico que la Iglesia lleva sobre la tierra, una época en que la misma cumplió a cabalidad sus comisiones, expresadas como la misión de proclamar el evangelio de Jesús, y servir con amor a todos los necesitados, marginados y pobres? Porque si tal fuera el caso, esa época debería ser reconocida como una edad de oro del cristianismo. Y, ¿en verdad tuvo el cristianismo una edad de oro? Semejante interrogante hace pensar de inmediato que no la época presente puede ser considerada como tal, pues vivimos un tiempo signado por la indiferencia hacia, cuando no repudio de, la moral y religión tradicional, a la par de una búsqueda de la espiritualidad – en algunos tipos de personas al menos – por medios y canales diversos, muchas veces personales y sin vínculos con una fe religiosa estructurada. Si bien en la época actual el cristianismo está más extendido que nunca antes, y la fe en Jesucristo se predica casi a cada pueblo y nación a través de todos los medios, incluyendo medios masivos de comunicación, el retroceso de la fe cristiana, sobre todo en bastiones tradicionales, como por ejemplo los países europeos, el enrarecimiento de la doctrina y las expresiones de fe, y la marcha atrás de los valores y principios cristianos en la consideración de las sociedades occidentales, hace que esta época menos que ninguna pueda considerarse una edad de oro para el cristianismo. Tampoco la edad media, considerada por los románticos como esa edad de oro sobre la que nos preguntamos, por la preeminencia que la Iglesia tuvo en todos los aspectos y detalles de la vida cotidiana de los habitantes de los reinos cristianos de entonces. Así como no podemos buscar la edad de oro del cristianismo en la época actual, tampoco en una era de intolerancia, violencia y paralización de la búsqueda del conocimiento, pues todo caía bajo el juicio de la Iglesia, situación propiciada por la Iglesia institucional, alejada de las enseñanzas bíblicas, en esos tiempos.

Positivamente, deberíamos considerar edad de oro del cristianismo cualquier época en que los cristianos cumplen la Gran Comisión del Señor Jesús, tal como fue expresada en los evangelios, llevando amor, perdón y salvación a las almas, y poniendo ese amor en acción al atender el hambre, la sed, la desnudez, la enfermedad, la soledad y el desamparo de todas las gentes, sin distinciones de ningún tipo; forma rutilante de mostrar que Cristo vive en ellos. Y vive, no simplemente en la imitación que de Él hacen sus seguidores, o en lo perdurable de sus enseñanzas; sino que vive como una presencia espiritual poderosa, activa en un mundo que ha olvidado a Dios, para llevar respuestas y esperanza a quienes desesperan en dicho mundo.

Dr. Álvaro Pandiani: Columnista de la programación de RTM en el espacio “Diálogos a Contramano” que se emite los días martes, 21:00 h por el 610 AM. Además, es escritor, médico internista y profesor universitario. (Parte del texto fue adaptado de Comisiones de la Iglesia, Capítulo 9 del libro Cielo de Hierro Tierra de Bronce, Editorial ACUPS, Montevideo, Octubre de 1998).

6 Comments

  1. Gabriel dice:

    Hno Pandiani: Gracias por su respuesta. Entiendo, al igual que Ud., que la principal tarea de la Iglesia es la evangelización y el llamado al arrenpentimiento de pecados, por lo que ésto no es el punto. La frase en cuestión es la que dice: Tampoco es incumbencia de la Iglesia meterse en vigilar la ética de toda experimentación y avance de la ciencia…(sic).A mi por lo menos me preocupa èsta y muchas otras áreas, más cuando se le tilda de avance, sin que ello me saque el foco en la evangelización.Ni creo que haya Iglesia que priorice ésto en detrimento del evangelio. Somos llamados a ser la “sal del mundo” por lo que la ética o la falta de ella, en cualquiera de sus expresiones, nos debería de ocupar .En Daniel 12 4 nos indica proféticamente que la”ciencia aumentara” y que también “correremos de un lado para el otro” . Pido disculpas si he cometido algún error.Ojála se clarifique mi enfoque , le saludo y que Dios le bendiga a Ud. y a cada hermano que visita éstas páginas. Todo en el nombre de Jesús

  2. Gabriel dice:

    Dr. Pandiani: Casi que hago un calco de una respuesta anterior. Entonces pregunto:Es que por no ser nuestra principal tarea lo referido a la ciencia o la medicina no nos debe incumbir los problemas morales y eticos que surgen por ejemplo desde la eugenesia,eutanasia,aborto,etc, dar una respuestas a medicos,cientificos;politicos ,abogados;filosofos,etc en defensa del dador de la vida, nuestro Dios? No coincido con su mirada.

    • Álvaro Pandiani dice:

      Estimado hermano Gabriel, el texto del artículo dice: “Cristo no fundó la iglesia para que su principal tarea sea ser policía de la ciencia”. Lo dicho es que la PRINCIPAL tarea de la Iglesia no debe ser esa; definición de PRINCIPAL: “esencial o fundamental”, “que tiene el primer lugar en estimación o importancia”. O sea que la tarea FUNDAMENTAL de la Iglesia, la tarea que tiene el PRIMER lugar (entre otras) es la evangelización del mundo.
      Agradezco leer con atención.
      Un abrazo.
      Dios le bendiga.

  3. nayelli dice:

    esta bien pero es muyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy largo lo puedes resumir. porfis, porfis, porfis, porfis

  4. Carlos dice:

    Que la iglesia Cristiana (Católica, Evangélica y otras) es una institución controversial no hay duda.

    Que también ha sido y es repudiada por muchos tampoco caben dudas de ello. Y en ese sentido creo que la afirmación del Dr. Pandiani de que la iglesia “es un grupo de individuos llamados por Dios a salir del mundo en un sentido moral; es decir, apartarse de la corriente pecaminosa de un mundo que rechaza a Dios, y reunirse en asamblea con un propósito”, termina por ser en los hechos, una expresión de deseo más, pues si observamos con detenimiento la actuación de la iglesia cristiana a lo largo de la historia vemos que ha sido permanentemente permeada por el pecado en cualquiera de sus manifestaciones más abominables.

    El cumplimiento de la misión que Jesús entregó a sus discípulos desafortunadamente no se ha cumplido. Pero en cambio si se han construido grandes edificios, se han creado poderosas estructuras comerciales y administrativas con jerarquías férreas, burocráticas y corruptas. Hasta la Biblia se han atrevido a editar (léase modificar).

    Como bien expresa más adelante el Dr. Pandiani “muchos hombres que han ocupado cargos eclesiásticos han sido realmente indignos de su investidura (y esto en todas las ramas del cristianismo), sino que reiteradamente la Iglesia perdió de vista su verdadera misión”, y esa es una realidad incontrastable. También expresa: “…Por eso decimos que la Iglesia está llamada a ser un vehículo: vehículo de un mensaje de amor…” . A lo que yo quiero agregar que un vehículo sí !, pero lamentablemente la casi totalidad de sus choferes están enfermos padeciendo una fuerte epidemia de indignidad (por no ahondar en casos por todos conocidos).

    También se dice que: “No es la tarea principal ni el objetivo supremo de la iglesia involucrarse en política, sea local, nacional o internacional.” Y yo creo fuertemente en esa afirmación. Tanto creo en ella que he apoyado la decisión de Don Pepe Batlle de separar la iglesia del estado. Ya hemos tenido suficientes ejemplos de que es lo que ocurre cuando la iglesia está presente en el estado. Pero si creo que la iglesia no puede mirar hacia el costado en temas que impactan fuertemente a la sociedad en la cual está inserta. La iglesia de hoy no puede hacer caso omiso al tema derechos humanos, en el siglo XXI el tema está dentro del “paquete” de obligaciones morales que debe satisfacer.

    Para finalizar, porque de lo contrario me voy a exceder de la cantidad de caracteres permitidos, creo que no existió nunca una edad de oro del cristianismo y creo que nunca habrá una edad de oro. Cada cristiano hace lo que realmente puede hacer. Ninguno cumplimos con el requisito de perfección que el maestro pide. ¿Nos podemos esforzar para mejorar y crecer? Por supuesto que sí. Pero siempre vamos a caer en alguna tentación o incurrir en alguna conducta impropia. Si no, el que esté libre de culpa que arroje la primera piedra.

    • ROXANA WOOD dice:

      QUERIDO CARLOS!!!! SALUDOS DESDE SAN VICENTE CHICOLOAPAN ESTADO DE MÉXICO!!! TE PUEDO DECIR DEL COMENTARIO QUE ESCRIBISTE!!! CUANDO UNA PERSONA ES LLENA DEL ESPÍRITU SANTO DE DIOS, NADA SE LE PUEDE RESISTIR!!! HUYE DEL PECADO EL MISMO ESPÍRITU REDARGUYE TU espíritu, YA NO ES EL MISMO, ES POR ESO TENER UNA COMUNIÓN ÍNTIMA CON EL SEÑOR DÍA CON DÍA, ES UN PROCESO DE NO SE CUANTO TIEMPO, SOLO ES DISCIPLINA, EFECTIVAMENTE SOMOS PECADORES MIENTRAS ESTEMOS EN ESTE SACO DE CARNE!!! PERO DIOS EN SU MISERICORDIA NOS PERDONA!! CUANDO SOMOS SINCEROS DELANTE DE ÉL ES POR ESO QUE DICE EL SEÑOR ENGAÑOSO ES EL CORAZÓN MÁS QUE TODAS LAS COSAS Y PERVERSO, SOLO EL NOS CONOCE TAMBIÉN, QUE DIOS BENDIGA TU VIDA DOQUIERA QUE TE ENCUENTRES!!! A TI Y A TU FAMILIA.

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