“En Dios solamente está acallada mi alma; De él viene mi salvación.” v.1
Todos anhelan sentir paz, incluyendo los que no creen en Dios, pero a todos nos cuesta pagar el precio para recibirla: esperar a Dios en silencio. Andamos tan ocupados, lo cual supuestamente es índice de cuán importante somos, que no nos hemos dado cuenta que Dios hace tiempo está guardando silencio. Gertrude von Le Forte lo expresa así, “Cuando Dios guarda silencio por mucho tiempo, es porque Él quiere hablar.”
Desde que Adán y Eva se escondieron de la comunión íntima con Dios todos sufrimos de esta misma tendencia, y aún más cuando se trata de estar en silencio ante Él. La virtud de “esperar” y nuestra habilidad contemplativa están siendo desafiadas y atrofiadas por los constantes estímulos cibernéticos. Personas de todas las generaciones han llegado a ser adictas a estos estímulos. La exhortación de guardar silencio ante Dios y esperar a Él es un imperativo para toda humanidad y toda generación.
En un mundo rápido y ruidoso no es fácil aquietarse, pero es ahí donde llegamos al conocimiento más profundo de Él. Fue en el silencio del desierto donde el carácter de Abraham, Moisés, Elías, Juan el Bautista, y otros fue formado. Fue en este silencio ante Dios donde llegaron a conocer a Dios, sentir el latir de su corazón y conocer su voluntad para el mundo que tanto ama. En el silencio Dios transmite su mensaje para el mundo al corazón de sus siervos. Te animo a leer de nuevo en forma pausada Salmo 62:1-8.
Hildi Amstutz, Paraguay
El costo de no guardar silencio ante Dios podría ser la pérdida de la intimidad con Dios