“Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.” v.28
Si has estado en actos públicos quizás has escuchado que siempre entre la multitud hay personas que cuando todo queda en silencio gritan alguna frase para llamar la atención. Esta es la escena que se encuentra en Lucas capítulo 11, Jesús estaba hablando del espíritu inmundo cuando de repente “una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste.”
¿Te imaginas el momento? La respuesta no se hizo esperar, Jesús dijo: “Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.” Me gusta como Jesús cada
vez que hablaba, en pocas palabras, daba en el blanco y enfocaba a la multitud hacia lo que era importante y trascendental.
Bienaventurado, es decir, feliz, dichoso aquel que oye la Palabra de Dios, y la guarda. ¿Estás oyendo la Palabra de Dios? ¿Todos los días? La Palabra de Dios es alimento para la vida, es la verdad, es fuente de gozo, es lámpara a nuestros pies, debemos oírla y meditar en ella. Eres feliz al escuchar la Palabra de Dios y obedecerla, es una afirmación, el verbo allí está en presente continuativo. No es algo que ocurrirá en horas o días, tiene resultados inmediatos. Es mucho mejor que los productos que se anuncian en los medios que prometen darte resultados instantáneos, pero cuando los usas te sientes defraudado.
Jesús mismo escuchó la Palabra de Dios y la obedeció al pie de la letra. Tú y yo también podemos hacerlo, no esperes más para ser dichoso todos los días.
Annabel Torrealba, Estados Unidos
Que hoy desees oír y obedecer la Palabra de Dios