“…la vasija de barro que estaba haciendo se echó a perder en la mano del alfarero; así que volvió a hacer de ella otra…” v.4
Siempre estuve convencida que Dios es un gran alfarero y que nos puede moldear cuando nos agrietamos. Y creo que la parte que más me gusta es saber que nuestra vida tiene una segunda o tercera o más oportunidades de ser restaurada.
El barro es mi vida, que con el correr de los años, tiene fallas, pasa por situaciones de dolor, momentos difíciles que marcan y así me voy agrietando y entonces necesito ser restaurada; y esa es la parte difícil, es un desafío, porque debo mostrarme tal como estoy.
Cuando una vasija se echa a perder, se dice que el alfarero no toma otro barro en su lugar, sino que ese mismo barro es el que restaura. Acercarnos a Dios para que Él nos reinicie, nos perdone, nos sane las heridas es fundamental y a la vez es la decisión más segura, porque estamos en sus manos.
El Alfarero no nos desecha, nos moldea de vuelta, y no es que toma otra vida, usa la nuestra porque sigue siendo valiosa y con ella empieza a trabajar, para ser usada conforme a su voluntad. Eso mismo era lo que Dios quería enseñarle al profeta Jeremías y hoy quiere hacerlo contigo.
También hay una frase que dice, “nosotros somos el barro, no el alfarero”, algo que hasta ahora me cuesta entender a mí, que no es que vamos a poder ser levantados y moldeados con nuestras propias fuerzas, es con la voluntad y fortaleza de Dios.
Liz Analía Acosta, Paraguay
Somos obra de sus manos y Él no nos desecha