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Lectura: Jonás 4
“Y Jehová le dijo: ¿Haces tú bien en enojarte tanto?” v.4
Definitivamente a lo largo de nuestras vidas sucederán muchas cosas, en muchos momentos que nos harán enojar. No siempre ese enojo será proporcional a las causas que lo provocaron. Cuando el enojo es desproporcional a lo que está sucediendo, es momento de analizar si estamos respondiendo sencillamente a eso que sucedió o si había elementos previos que ya nos tenían predispuestos.
Con Jonás vemos que se enoja de una manera tan fuerte que Dios le pregunta “si hace bien en enojarse tanto”, y él responde sí, me enojo hasta la muerte, en otras palabras, tengo un enojo que quisiera morirme. Pero ¿Qué causaba ese enojo? El enojo en Jonás venía como consecuencia de que él sabía que Dios es misericordioso y que a pesar de que él le había predicado juicio a la ciudad de Nínive, había una alta probabilidad de que la misericordia de Dios detuviese ese juicio y que ese mensaje de Jonás quedara en entredicho. Él sabía de la misericordia de Dios, conocía bien al Señor, y no quería misericordia para la ciudad de Nínive, eso lo mantuvo con enojo desde antes del desenlace de la situación.
Debemos tener mucho cuidado con las ideas preconcebidas, porque nos predisponen a reaccionar de una manera errónea, a enojarnos de una manera desproporcional, con cosas que, si las analizamos bien, son “simples calabaceras” cosas no relevantes, que no merecen ciertos niveles de enojo. El enojo nos enferma, nos aparta de la comunión con Dios y la comunión con otras personas. San Pablo recomienda: “No se ponga el sol sobre vuestro enojo”.
Marina Thompson, República Dominicana
¿Hacemos bien en enojarnos tanto y tan seguido?