¿Importa educar las emociones?

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Por: Ps. Graciela Gares*

Parte 1:

Parte 2:

Parte 3:

El Parlamento uruguayo tiene a estudio un anteproyecto de Ley para la Educación Emocional, el cual propone promover la enseñanza sobre el manejo de nuestras emociones, como una materia transversal a todo el sistema educativo, comenzando desde la infancia y abarcando también la capacitación a docentes.

La iniciativa plantea “declarar de interés general la promoción de la Educación Emocional en la educación formal y no formal de nuestro país, para que se incluyan actividades en el currículo escolar y en la formación docente”.

Entre sus promotoras se encuentra una maestra uruguaya, Carmen Albana Sanz, crecida en contexto crítico –extrema pobreza-, dentro del barrio Borro de Montevideo, sin aparentes chances de progreso, pero que gracias a apoyos específicos recibidos en la infancia, cursó magisterio emigrando luego a Europa, donde perfeccionó conocimientos y competencias, llegando a ser elegida como mejor maestra del año en Cataluña (2017) y nominada a mejor docente de España.

Su caso es un ejemplo de un ser humano resiliente. Si bien desarrolla su vida adulta en el primer mundo, ésta reconocida docente no se avergüenza de recordar que en su infancia comió de contenedores de basura y de comedores para pobres y ama volver periódicamente al barrio de su infancia,  donde dice que fue feliz. Agrega que la soledad formó parte de su vida infantil, tuvo escasos juguetes y la invitaban muy poco a cumpleaños. La marcó una docente que le hizo repetir 2do. año, diciéndole que la cabeza no le daba.  No aceptó ese diagnóstico y se esforzó mucho más hasta que aprendió a leer.  Se sintió aún más desafiada años más tarde por  la docente de 6to. año quien le dijo a su padre que la anotara en el liceo, haciendo fe en su capacidad para continuar formándose. Aprendió que la sonrisa es un gran antídoto para el cuerpo, que a pesar de lo vivido podía ser bondadosa como algunas personas lo fueron con ella en su infancia y que es importante encontrarle un sentido a la propia vida como lo preconizaba el sobreviviente de Auschwitz, Viktor Frankl.

Otros actores sociales de nuestro medio se han hecho eco de la propuesta de educar emocionalmente. Fue el caso de una conocida presentadora de televisión, quien luego de superar una depresión mayor, e intento de auto-eliminación, expresó que si hubiera sabido procesar mejor su crisis emocional podría haberse evitado vivir tal trance.

Los profesionales de salud mental que trabajaron en la redacción del anteproyecto –psicólogos y psiquiatras -, coincidieron en la relevancia de enseñar desde la infancia el manejo adecuado de los estados afectivos.

Las emociones son manifestaciones afectivas que nos sobrevienen de modo brusco y súbito, en respuesta a experiencias que atravesamos. Se generan en la red neuronal del cerebro, en la zona límbica.

Las diez emociones básicas conocidas son: miedo, alegría, tristeza, enfado (enojo), asco, curiosidad, admiración, sorpresa, culpa y seguridad.

Varias de estas vivencias nos sirven de avisos o señales de que algo puede estar mal. El miedo nos anticipa algún peligro, el asco nos previene de ingerir algo que pueda sernos perjudicial, la culpa (si es genuina) nos advierte que debemos corregir o enmendar nuestra conducta.

“Una mala gestión de las emociones provoca que no tomemos una decisión adecuada”, opina Albana Sanz. Es posible aprender a regularlas a través de estrategias básicas como detenerse, pensar y luego actuar.

Algunos hechos en particular parecen justificar la iniciativa propuesta:

a) Estiman que la época post-covid dejó emociones negativas en el alumnado que concurre a los distintos centros educativos. Chicos y chicas dan evidencia de mucha incertidumbre, apatía y desesperanza, es decir que abrigan la idea que hagan lo que hagan nada va a cambiar.

b) Uruguay tiene altos índices de deserción escolar, debido a dificultades de aprendizaje, ansiedad ante situaciones de exámenes, problemas de convivencia escolar, etc.

c) Un estado emocional positivo favorece el rendimiento académico en las aulas, ya que niños emocionalmente estables se encuentran en mejores condiciones de asimilar conocimientos, según Albana Sanz.

d) Los programas de educación emocional podrían contribuir a disminuir en alguna medida ciertos factores de riesgo social como la violencia, adicciones, bullying y cyberbullying, conductas de auto-agresión, embarazo adolescente, abuso sexual, depresión y ansiedad.

e) Continúa siendo alto el índice de suicidio adolescente en Uruguay, superando al de homicidios y de accidentes de tránsito. En 2021 se auto-eliminaron 758 personas, 203 de las cuales tenían entre 15 y 19 años.

Por ello resulta imperioso que los ciudadanos recibamos ayuda para el desarrollo de mejores competencias emocionales que nos permitan resolver mejor las circunstancias vitales que nos toque atravesar. Pensamos que algunas metas deseables que la educación emocional debería  incluir son:

  • Identificar y controlar las emociones propias
  • Saber gestionarlas mejor
  • Poder interpretar las emociones ajenas
  • Aprender a generar en sí mismo/a emociones positivas
  • Adoptar una actitud más positiva frente a la vida
  • Aprender a afrontar y salir victorioso de las adversidades (frustraciones, pérdidas, duelos, fracasos)

Las emociones tienen un impacto significativo en la salud de nuestro organismo y todos conocemos experiencias al respecto:

  • Los shocks emocionales tienen potencial para desregular el funcionamiento de la glándula  tiroides.
  • En algunos niños, la diabetes infantil se instaura tras un evento de divorcio o la muerte de alguno de sus progenitores.
  • La hipertensión arterial de causa nerviosa se relaciona con situaciones de stress prolongadas, generadoras de miedo e inseguridad.
  • Muchos procesos depresivos tienen que ver con conflictos emocionales no resueltos o enfocados inconvenientemente.
  • Estados emocionales intensos y adversos a menudo provocan el debilitamiento del sistema inmune de nuestro organismo abriendo puertas a enfermedades graves, como por ejemplo, el cáncer.

Quizá alguno se pregunte si en una cultura hedonista como la que vivimos, que enfatiza los sentidos por encima de otras variables, correremos el riesgo de quedar bajo la dictadura de las emociones.  En principio, no parece ser ese el espíritu de esta iniciativa.

Las emociones matizan nuestra existencia pero no deberían dirigirla. Dios nos indicó que vivamos según sus mandamientos y no en función de lo que sintamos, ya que no siempre una emoción ha de llevarnos a una buena acción. 

Creados a imagen y semejanza de Él, fuimos dotados de raciocinio, es decir, la capacidad de pensar, razonar y analizar. Tales funciones se desarrollan en la corteza cerebral, encargada de la percepción e interpretación de la información sensorial y la planeación e iniciación de la actividad motora (pasar a la acción).

Jesús experimentó emociones intensas en su periplo sobre esta tierra y el manejo que hizo de ellas puede servirnos de ejemplo. No se nos dice que haya ocultado sus emociones. Se le vio llorar cuando murió su amigo Lázaro, se enojó mucho con los mercaderes del templo, así como se alegró por las revelaciones de su Padre a la gente sencilla (Lucas 10:21).

Siempre que sea posible, es conveniente expresar las emociones. Pueden ser liberadas de modo adecuado quizá a través de ejercicios físicos, la risa, el llanto, el diálogo con Dios o con la persona en la que confías. Sólo que es preciso expresarlas de modo constructivo. 

Algunas pautas que promueven la salud emocional son como perlas a lo largo del texto bíblico. Mencionaremos algunas de ellas:

Cultiva el contentamiento, siendo agradecido por todo. “Estén contentos con lo que tienen, pues Dios ha dicho: «Nunca te fallaré. Jamás te abandonaré». (Hebreos 13: 5)

Enfoca el pensamiento en lo que construye, ya que las emociones a menudo derivan de lo que pensamos sobre lo que nos sucede o presenciamos: 

 “Concéntrense en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable. Piensen en cosas excelentes y dignas de alabanza”. (Filipenses 4: 8) 

Ejerce dominio sobre tus emociones. Controla tu enojo (Salmos 37; 8). No te dejes llevar por la ira. Y nos viene a memoria el caso de Moisés, cuando presa del enojo golpeó la roca en lugar de hablarle para que saliera agua (Números 20) y fue disciplinado por Dios.

Podemos sentir miedo o ansiedad pero no permitamos que ellas nos dominen o paralicen la acción.

Vive tus duelos. Eclesiastés 3: 4 nos dice que hay un tiempo para llorar y otro para reír. También se nos exhorta a llorar con los que lloran (Romanos 12: 15). La frase que afirma que los varones no lloran no está en el texto bíblico ni en la mente divina. Es que la angustia reprimida hace estragos en el organismo. Si no puedes llorar, descarga tu tristeza escribiendo, poniendo en el papel tus más profundos sentimientos. 

No reprimas la alegría. Celebra, gózate, prémiate por tus logros. (1 Tesalonicenses 5: 16; Salmos 40: 16; Filipenses 4: 4)

*Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 h

1 Comment

  1. Irma Delfina Miño. dice:

    Saludos desde ARGENTINA.Excelente proyecto que deberíamos debatir y tratar en todos nuestros países hermanos.Felicitaciones por la claridad expresada en el tema tratado.

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