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Un buen hábito
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Por: Ps. Graciela Gares
¿Te pesa celebrar Navidad?
Theodore Seuss (Alias Dr. Seuss) fue un escritor y caricaturista estadounidense, creador de libros infantiles, entre ellos ¡Cómo el Grinch robó la Navidad! (1957), donde haciendo una parodia de la celebración navideña en la sociedad de su tiempo, cuenta la historia de un duende que tenía aversión a esa festividad. El personaje de ficción criticaba la mercantilización de la misma, el consumismo, la alegría falsa, la adquisición de regalos, y satirizaba a quienes se beneficiaban explotando comercialmente un evento que debería tener otro contenido.
El Sr. Grinch era un gruñón y decidió aislarse de las personas como protesta ante la deformación del espíritu navideño que dejaba de lado el significado verdadero de la celebración. Odiaba las luces, los adornos y la compra de obsequios. Ingresaba por las chimeneas de los hogares y robaba los regalos que las familias habían adquirido para repartirse entre sí. También despojaba de su iluminación navideña a las calles de Villaquién, el pueblo donde habitaba.
El Grinch sentía que la Navidad no se trataba de materialismo sino de generosidad, entendiendo que el amor y la bondad son las cosas que más necesitamos disfrutar.
La inocencia y bondad de una niña que fue en busca del duende “anti-navidad”, logró rescatarlo de su refugio y aislamiento e integrarlo al festejo del pueblo de Villaquién, haciéndole el centro de la celebración.
A partir del éxito de taquilla del film, se cataloga como un afectado por el “síndrome de El Grinch” a toda persona que manifieste antipatía a la Navidad y rechace festejarla con celebraciones desmesuradas y fiestas ruidosas.
¿Será que alguno de nuestros oyentes se identifica con tal síndrome?
Las festividades de finales de año en la cultura occidental remueven nuestras emociones y sensibilidad. Se reavivan recuerdos, vivencias de pérdidas y ausencias y solemos sentirnos un poco presionados cuando los centros comerciales intentan imponer en nuestras agendas todo cuanto desean vendernos, a cambio de quedarse con nuestro dinero. Quizá esto nos ponga irritables o tristes al encarar una Navidad más.
Parece que es imposible celebrar sin gastar en grande. Cada año nos preguntamos ¿qué tiene eso que ver con el espíritu navideño?
Para algunos, sabemos que se transforma en una verdadera pesadilla, donde prima la tristeza y el sentir de soledad. Pero como contrapartida, la gente espera que estemos alegres, aunque se trate de una falsa alegría.
En tal contexto, la buena noticia es que probablemente Jesús hoy también sentiría rechazo hacia ciertas celebraciones navideñas.
Antes de ir a la cruz, Jesús eligió celebrar la última cena con sus amigos y alumnos –los discípulos-, en una reunión íntima, en un refugio tranquilo, sin estridencias, ni luces, ni adornos, hasta donde sabemos o nos revelan las Escrituras. Quería tenerlos cerca para hablarles y expresarles su amor en un encuentro intimista.
Las luces, los adornos, el exceso de manjares en las mesas, los bailes, el consumo de alcohol, sin dudas opacarán de nuevo las navidades de muchos y es una realidad mundial que no podremos cambiar.
¿Pero, qué tal si nos programamos para una Navidad intimista con Jesús?
En lo personal, escapando al ajetreo del día para tener una jornada de agradecimiento al Hijo de Dios que por amor eligió bajar a la Tierra, asumiendo la condición humana, para exponerse al castigo que nosotros merecíamos.
En lo familiar, concientizando a alguien cercano a nosotros acerca de la esperanza que Jesús representa para la humanidad en estas postrimerías del 2022, cuando la necedad del hombre nos ha posicionado a las puertas de una nueva guerra mundial, con hambrunas, corrupción y mucha violencia.
Y mirando hacia afuera de nuestros hogares, podemos tener un gesto solidario con alguien en situación de indigencia, que necesita de nuestra mirada y mano extendida para comenzar a creer que Dios aún existe y se interesa por él.
En estas fiestas solemos preguntarnos ¿con quién vamos a pasar?, ¿qué tendremos en la mesa?, ¿qué saludos y regalos recibiremos? Y este enfoque hace que cada festividad se vacíe de sentido.
El dilema desaparece si pensamos Navidad y Fin de Año como oportunidades para dar y agradecer. ¡Hay demasiada necesidad a nuestro alrededor! El personaje del Grinch nos desafía a rebelarnos contra los intereses materiales y comerciales que nos impulsan a consumir. Una rebeldía no violenta, dejando de pensar en nosotros para pensar en otros, como lo hizo Cristo, quien “se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo, haciéndose semejante a los seres humanos. Y, al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo”, según registra Filipenses 2: 7 – 8. Así logró demostrarnos que “Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3: 16)
¡¡Bendecido tiempo de Navidad para todos!!
Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 h