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Lectura: Filipenses 3:12-16
“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto…” v.12
“Nadie es perfecto” es una frase que comúnmente hemos escuchado. Dicha con humildad, esta verdad agrada a Dios. Pero cuando es una excusa para hacer cosas malas, perjudica la fe y la vida cristiana. Esta forma de pensar podría inclinarnos a tomar el pecado a la ligera y debilitará nuestra voluntad para esforzarnos por tener un mejor comportamiento.
El apóstol Pablo nos enseña en estos versículos la manera cristiana de actuar: “…ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello… prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. (vv.12:14) Como Pablo, no debemos esperar alcanzar perfección en esta vida, pero que esto no disminuya nuestro esfuerzo por serlo. Pablo dice que su meta era conocer a Cristo, ser como Él y ser todo lo que Cristo pensaba en cuanto a él. Esta meta absorbió todas sus energías. Esto es un ejemplo valioso para nosotros.
No debemos permitir que nada aparte nuestros ojos de la meta: conocer a Cristo. Con la concentración de un atleta en entrenamiento debemos poner a un lado todo lo que es perjudicial y olvidarnos aun de las cosas buenas que podrían distraernos e impedir que seamos cristianos efectivos.
Hay solo uno que fue perfecto: Jesús. Él cumplió la Ley a la perfección para remediar nuestras imperfecciones. Esto debe motivarnos a una vida piadosa. Para nosotros, el “nadie es perfecto”, no es una excusa, sino un desafío y una motivación para alcanzar ahora la perfección que será nuestra en el cielo.
Sigifredo Sabalza, Venezuela
Seamos perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto