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Lectura: Apocalipsis 3:7-13
“…yo también te guardaré de la hora de la prueba …” v.10
En tiempos de estudios, recuerdo que cuando un alumno cumplía correctamente con las tareas asignadas durante el año, se le liberaba de rendir examen en esa asignatura. Era un día de alegría escuchar al profesor mientras pasaba la lista, agregar a mi nombre la palabra: “exonerado”.
En Apocalipsis hay una promesa que nos tiene que llenar de mayor gozo aún. Se encuentra en la carta a la iglesia de Filadelfia. Nos dice su autor, el apóstol Juan, que esta iglesia gracias a la fuerza de su fe cristiana, pudo soportar tenazmente, muchas adversidades. Cuando el Señor ascendió al cielo, dejó la promesa motivadora, para permanecer firmes. Aunque los argumentos para echar por tierra la seguridad en ella, venían de muchos frentes, mantenían su confianza inalterable. La Biblia nos dice en Hebreos 11:6 que sin fe es imposible agradar a Dios. No hay otra manera de acercarnos a Él, sino mediante la fe, producida por el oír con atención la palabra que Dios nos ha dejado en las Sagradas Escrituras. Y la congregación de Filadelfia, pese a sus limitaciones, tenía esa absoluta certeza.
El Dios de la Biblia es amor y no deja sin recompensa a quienes descansan en sus promesas. Por tanto, les asegura que serán preservados de la hora de prueba que vendrá sobre el mundo entero. Esta palabra es también para nosotros hoy. No es que desaparecerán problemas, sino que como los cristianos de Filadelfia, apoyados en la fe, podremos transitar en medio de cualquier dificultad. Una confusión universal amenaza nuestra fe, pero cimentados en el amor de Cristo, seremos librados de ella.
Alicia Ituarte, Uruguay
La Palabra de Cristo nos libra de confusiones