
Orar con definición
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La torre de Pisa
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Lectura: Mateo 6:5-15
“Vosotros, pues, orareis así: Padre nuestro…” v.9
En una congregación cristiana, hubo una importante celebración, donde se homenajeaba a una persona. Asistió mucha gente, que estaba muy bien vestida, como para un evento festivo. Además de una destacada adoración musical, hubo palabras de diferentes personas sobre el homenajeado y oraciones. En el último banco, se sentó alguien que volvía a congregarse, se había apartado por distintas razones y decidió volver.
A su lado, se sentó un joven hombre, muy humilde, cuya ropa evidenciaba miseria, que no tenía vivienda, dormía donde podía, trabajaba cuidando autos y haciendo tareas que la gente le encargaba, su situación era muy difícil, pero durante la celebración, con mucha sinceridad daba gracias a Dios por haberlo rescatado de las adicciones, de malas compañías, de estar recuperando a su familia, de poder alimentarse todos los días, de tener zapatos y fundamentalmente de haber alcanzado la salvación y poder llamarse “hijo de Dios”.
La persona que estaba a su lado, y que volvía a congregarse, recibió con mucho agrado el testimonio de este humilde joven, fue de gran bendición, mucho más que todo lo que había oído en la celebración, se sintió que Dios le hablaba a través del testimonio de este joven. Sin embargo, al terminar la celebración varias personas se le acercaron, para saludarlo y felicitarlo por volver a congregarse, y le preguntaron ¿Cómo soportó todo el culto al lado de “ese” de la calle? Esta lamentable pregunta casi aleja nuevamente de congregarse a esta persona. La oración modelo, que nos enseñó Jesús, dice Padre “nuestro” y no Padre “solo mío” o de los que solo yo considero. Todo hijo de Dios, nacido de nuevo, es nuestro HERMANO.
Marcel Legarra, Uruguay
El es Padre de “todos” sus hijos