LECTURA: LUCAS 15:1-7
“…habrá… gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente…” v.7
Un niño gritó de frustración y enojo por un juguete que no “reaccionaba” como quería. Sin embargo, no aceptaba ayuda de nadie. Incluso esta oferta “inoportuna” de ayuda hizo subir aún más su enojo. Lastimosamente esta actitud perdura en las personas a menudo hasta su vejez.
Jesús se encontró rodeado por gente de mala fama, rechazada por la sociedad. Para los fariseos y escribas, esto era motivo para desacreditar a Jesús. Consideraban que juntarse con esta gente era sinónimo de participar en los pecados de ellos. Los fariseos se creían en una burbuja de espiritualidad y santidad absolutas. Por eso criticaron a Jesús por no mantener una “distancia prudencial” de los pecadores.
La oveja de la parábola representaba a toda la gente pecadora. En lo profundo de su alma había un grito desesperado por ayuda. Jesús siempre mostró especial sensibilidad a ese llamado de auxilio. Las restantes ovejas representaban a los fariseos y escribas. Ellos no admitían su necesidad, sino se comportaban como el niño con su juguete. Estaban en pleno campo, queriendo pastorearse ellos mismos. Jesús quería cuidar a las 100 ovejas, pero sólo una lo permitió. La clave no está en estar perdido o no, sino en la disposición de admitir su estado lamentable y buscar ayuda. Cualquiera que admite su necesidad obtiene el perdón de Dios. Y eso causa tremenda alegría en el cielo.
Si bien en lo profundo te sientes como oveja perdida, alégrate: el buen Pastor está buscándote. No sofoques el grito por auxilio. Dios tiene un oído especial al clamor de una oveja perdida.
Marvin Dück, Paraguay
Con tu arrepentimiento puedes llenar el cielo de fiesta