LECTURA: LUCAS15:1 – 7
“…gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido…” v.6
Cuando era jovencita, mi padre me regaló una hermosa pulsera de oro, que por cierto su adquisición fue producto de mucho sacrificio.
Estaba muy contenta con ella, hasta que un día, sin saber cómo, la perdí. La buscamos por todas partes, sin éxito. Me apené mucho pues creo que si hubiera valorado más el obsequio, hubiera prestado verdadera atención.
Lucas registra una enseñanza de Jesús que pone por ejemplo una oveja que se perdió. El dueño de cien ovejas, las cuenta cada día y nota que le falta una. Sin titubeo, deja protegidas a las noventa y nueve presentes, y se apresta a salir en busca de la perdida. No sabe cuanto tiempo le llevará la búsqueda, ni las zozobras que tendrá que pasar, ni si las otras ovejas se impacientarán. Sabe que debe encontrar esa oveja y pone manos a la obra. Su tarea terminaría cuando la encontrara.
Seguramente la encontró débil, poco saludable, temblorosa, pero la levantó en sus brazos.
Jesús, aunque enseñó a las multitudes, valorizó a cada persona que pasó por su vida, otorgándole el tiempo, la palabra adecuada y solucionando su necesidad.
Cuando la encontró, quizás muy poco saludable, la levantó en brazos, curó heridas que pudiera tener y de inmediato la llevó a unirse con las otras, con mucha alegría. Si te sientes solo, o con una vida desorientada, te invito a acercarte a Jesús, quien te está buscando para unirte a la familia de la fe. Y si ya fuiste hallado por el Señor, no olvides valorar esta gran salvación.
Alicia Ituarte, Uruguay
Jesús sigue buscando a los extraviados