“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” v.14
Hay un refrán muy utilizado en los debates: buena razón se quita cuestión. Sin embargo, cuando hay discordias, otro refrán salta a escena: con razón o sin ella, ayúdenos Dios y a los nuestros. A final, ¿quién tiene la razón? Esa pregunta está presente en la vida cotidiana e interfiere directamente en nuestras decisiones, pues encontrar la razón es encontrar la solución. Al iniciar su relato sobre Jesucristo, Juan, un sencillo pescador y humilde discípulo, afirma enfáticamente que Cristo es El verbo, o La Palabra. Él tenía como objetivo orientar a sus lectores sobre quien es Jesús y, para ello, registra los hechos y los mensajes de nuestro Salvador. Al llamarle “El Logos” (expresión del original griego), Juan estaba diciendo que Jesucristo es la manifestación de la razón de Dios, de su sabiduría, de sus promesas, de su voluntad, de su presencia, es decir, Dios se presentaba para enseñar a toda la humanidad que hay su sentido eterno para la vida y se puede vivirlo cotidianamente. Cada palabra y hecho relatado por Juan demuestra que la razón para vivir es seguir a Cristo y el vivir con razón es someterse a él, honrándole. El discípulo amado, como era conocido por su intimidad con el Señor, afirma que Jesucristo es La Razón. En él converge todo entendimiento sobre la existencia humana. Aun siendo eterno, se hizo también humano, así, solo en él se puede comprender perfectamente las razones de la vida.
Dirceu Amorim de Mendonça, España