LECTURA: HEBREOS 12:1-4
“…Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” v.1
En las películas es muy típico que veamos escenas de persecución en las que alguien corre por miedo al peligro, intentando escapar de algo o de alguien. Otros corren para atrapar al que huye, usualmente sospechoso de algún delito. En el deporte, nos entusiasman las competencias en que los atletas corren en una pista rodeados de una gran cantidad de espectadores que aclaman a sus favoritos para incentivar su impulso. Los primeros en llegar a la meta saborean gloria, regocijo y premios. Correr suele implicar prisa, aunque no siempre se tenga sentido de dirección.
En las Sagradas Escrituras, correr es una ilustración, utilizada por más de un escritor como figura del avance de los creyentes en el camino de la fe. El escritor de Hebreos usa la figura de una carrera luego de resumir lo que muchos hombres y mujeres lograron en tiempos antiguos por medio de la fe en el Dios verdadero. En esas personas tenemos una numerosa cantidad de ejemplos. Esto implica que nosotros también podemos ir adelante por la fe.
El propio Señor Jesucristo es nuestro supremo ejemplo y a la vez nuestra gloriosa meta. Es una invitación a considerar que la vida cristiana es una carrera de fe, que se corre con paciencia. No es una competencia, todos estamos llamados a alcanzar la meta y a lo que el escritor de Hebreos señala como: “el premio del supremo llamamiento de Dios”.
Nosotros también podemos vivir más con sentido de trascendencia, sabiendo que todo lo adverso que podamos sufrir en esta vida será superado por un final gozoso.
Georgina Thompson De Johnson, República Dominicana
Sigamos a la meta sin desmayar