LECTURA: LUCAS 22:31-34
“…Señor dispuesto estoy a ir contigo no solo a la cárcel, sino también a la muerte.” v.33
“A mi nadie me pisa los callos”; “A mi me gusta decir las cosas de frente le guste o no”; “Yo digo lo que siento y punto.” Expresiones que a veces se escuchan.
Proceden de personas de carácter fuerte, que a veces les causan problemas por las circunstancias en que dicen éstas palabras.
Es la persona impetuosa que alguna vez tuvo situaciones conflictivas con sus pares y tuvo que aclarar lo dicho o explicar lo que quiso decir en un momento de ofuscación. A estas personas les cae el dicho: “Si echas las plumas al viento, es imposible volver a juntarlas.”
A Pedro, le ocurrió varias veces que su ímpetu le trajo problemas con Jesús o, con sus colegas.
Un día, Pedro vio a Jesús caminar sobre las aguas del mar de Galilea y él pensó, yo también puedo hacerlo. Jesús lo autoriza que vaya hacia Él. Pedro desciende de la barca y comienza a caminar sobre las aguas, como un niño que quiere imitar lo que hace su maestro.
El orgullo, quizá el no tener fe, hicieron que dejara de mirar a Jesús y comenzó a hundirse. El Señor le reprende diciéndole: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”
Esta experiencia nos hace reflexionar en lo importante que es pensar primero antes de actuar. Una lección práctica de este hecho es que nunca debemos dejar de mirar a Jesús, ya que al perder de vista al Maestro perdemos el sentido de orientación y de fe para comenzar a hundirnos en nuestras vanidades. Mirando a Jesús nunca fallaremos.
Luis Canihuante, Chile
Mirando a Jesús, siempre hay seguridad